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Jueves, 29 de enero de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › EN EL CAIRO, DOCUMENTAL SOBRE EL FUSILAMIENTO DE JOAQUíN PENINA

Para ver lo que el fuego no se llevó

Con Hombres de ideas avanzadas, el realizador rosarino Diego Fidalgo explora testimonios sobre el anarquista fusilado en 1930 a orillas del Saladillo y rescata un libro "suicidado" de Aldo Oliva, en un documental que es puesta en escena sobre la memoria.

 Por Leandro Arteaga

La cartelera digital de Cine El Cairo (http://www.elcairocinepublico.gob.ar/) aumenta sus títulos disponibles. Vale destacar la posibilidad de acceso libre del sitio, para ver las películas allí alojadas, entre ellas: Alexander Panizza. Sólo piano, el documental con el que el realizador rosarino Pablo Romano obtuvo el Premio a la Mejor Realización Rosarina en el Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales Rosario 2012.

Otro film que puede visionarse online en el sitio es el largometraje Hombres de ideas avanzadas (2011), de Diego Fidalgo. El film articula un relato que tiene su eje en el libro El fusilamiento de Penina, de Aldo Oliva, impreso en Rosario por la Editorial Biblioteca, de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil. La edición no llegó a salir a la calle y fue quemada por la última dictadura militar. A partir del hallazgo de un ejemplar sobreviviente que reciben Ángel y Antonio Oliva, los dos hijos del autor, este encuentro lleva a uno de ellos a desandar el camino del protagonista hacia su tierra de origen, en un periplo que le hará conocer Barcelona y Gironella, junto a la reedición bilingüe (en catalán y en español) del libro (que ya tiene también su reedición rosarina por Puño y Letra).

Joaquín Penina, anarquista catalán, fue fusilado en Rosario en 1930, y se le considera una figura emblemática. Pareciera que con la aparición del libro escondido, la memoria también surge infatigable. Esto, como lugar de encuentro narrador para Hombres de ideas avanzadas. Porque la película de Fidalgo es sobre Penina, es sobre el libro, es sobre la memoria generacional, es sobre las vínculos internacionales de ideas. Algo, más bien mucho, de todo ello subyace durante los noventa minutos, mientras el realizador pareciera dejarse llevar intuitivamente.

Esta intuición no es azarosa, sino manera primera de encuentro con el material a filmar. Luego, el montaje organiza y da sentido. Por eso, Fidalgo ensaya cruces entre documental y ficción al recrear situaciones, diálogos, caminatas y visitas domiciliarias. Hay un poco de perspicacia periodística en el papel que Antonio Oliva desempeña, primero como personaje del director, después con una autonomía que crece en confianza. Antonio Oliva es profesor de Historia en la UNR.

Esta forma narrativa será reiterada y pulida por Fidalgo en otras realizaciones, como la reciente El origen del pudor (2014), donde es el mismo director quien enhebra el relato de Alberto Chaume, pornógrafo y abogado de Rosario. Si aquí son las fotografías encontradas las que disparan el interés por la película, en Hombres de ideas avanzadas es el libro el que oficia como móvil. Es como si la posibilidad de filmar tuviera que ver con la atención hacia lo que está pasando. Entonces es preciso dejarse llevar también por una misma logística: que sea el devenir el encargado de modelar la película.

En este recorrido, Joaquín Penina y Aldo Oliva son apenas dos de los muchos hombres con ideas avanzadas a los que les da voz la película. Por el documental desfilan destacadas personalidades de la cultura rosarina, comprometidas con los ideales de la izquierda y con la memoria de su historia. Carlos Solero y Osvaldo Bayer, Ricardo Falcón y Rafael Ielpi, Marina Naranjo y Raúl Frutos, destilan saber, ejercicio del recuerdo y su puesta en acto. Lo que se sabe es en momento presente, siempre. La cámara de Fidalgo les da voz mientras hilvana el camino de este anarquista que es síntoma de una ciudad y su país, de una época y su porvenir, junto con la sombra ominosa que deja detrás de sí: la de los fascismos europeos a la conquista del poder.

Permanecen en la película los ecos de quienes algo vieron y quisieron decir. Como el vecino de barrio Saladillo, quien a pie y con sus muchos años a cuestas, visitó a Ielpi con el fin de contar su testimonio del fusilamiento, ocurrido en las barrancas aledañas al puente del lugar, hoy desaparecido. O los familiares españoles de los Penina, visitados y consultados para dar un testimonio que, en última instancia, persista en ese recuerdo que, por ser memoria, tiene siempre la astucia suficiente como para filtrarse y hacerse presente.

En esto tiene mucho que ver esa tarea de paradigma que significa la Biblioteca Vigil, cuya propuesta editorial marcara un eslabón clave en su tarea social. El papel es duro de quemar; los libros son, por eso, todavía peligrosos. El fuego abre el film como huella de la represión y ocupa el final de la película como celebración grupal, barrial, humana, con sus llamaradas encendidas allí mismo donde fusilaran a quien sabía porque pensaba, porque hacía, porque luchaba.

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El film articula un relato que tiene su eje en el libro El fusilamiento de Penina, de Oliva.
 
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