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Domingo, 21 de agosto de 2016

CULTURA / ESPECTáCULOS › LLEGó AL MACRO RAPSODIA INCONCLUSA, LA MUESTRA DE NICOLA COSTANTINO

Eva, o la certeza del amor

La artista rosarina trajo sus ya reconocidas ideoinstalaciones e instalaciones inspiradas en la figura de Eva Perón. "Tiene que ver con la identidad múltiple de esta mujer, y del sentimiento que despertó en el pueblo", resume la autora.

 Por Beatriz Vignoli

"Logró ser amada". En tres palabras, define Nicola Costantino en el texto del catálogo argentino de su Rapsodia Inconclusa la seducción de la figura que la inspiró: Eva Duarte de Perón. "Algo que me resulta incuestionable es el sentimiento que desencadenó su muerte y la relación que tuvo ella sola con millones de personas como si fueran uno solo, una relación casi amorosa", dijo a Rosario/12 la artista plástica rosarina en una pausa del complejo montaje de la exposición.

Con otro título, Rapsodia Inconclusa representó a la Argentina en la 55º Bienal Internacional de Venecia en el año 2013: experiencia que el curador del envío, Fernando Farina, recuerda como una mezcla de fiesta y pesadilla. Es que amor y certeza, bien batidos, producen un cóctel llamado locura: los entretelones políticos del envío a Venecia sumaron otro famoso capítulo al drama que rodea la historia de Evita.

Con la colaboración del Museo Fortabat, el museo que alberga en Puerto Madero la colección de arte de Amalia Lacroze de Fortabat y que exhibió la obra en marzo y abril del año pasado, Rapsodia Inconclusa llegó anteayer al Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO, Bulevar Oroño y el río). "La primera fue en Venecia, que era un espacio muy antiguo, oscuro, hermoso, el pabellón de los antiguos galpones de los astilleros, el Arsenale; eran espacios grandes con columnas, y estaba al lado de los canales, con el agua al lado. Después la hicimos en el Fortabat, que era como todo lo opuesto: súper moderno, luminoso, todo vidriado, y también se veían las obras con el río de fondo, al lado. Y después acá en Rosario, siempre como pegado el río, al lado del río las tres veces", evocó el jueves la autora.

"Antes de asumir se la pedí a Marcela Römer", recordó anteayer el Subsecretario de Cultura, Guillermo Ríos, refiriéndose a la idea de traer la muestra a Rosario. Fue Römer, directora del Castagnino+Macro, quien propuso al curador y a la artista incorporar los tres polémicos videos que la Cancillería argentina añadió contra la voluntad de ambos en el Arsenale (y que no se vieron en el Fortabat). Römer convocó a Nancy Rojas para crear una "zona archivo" con recortes de prensa y escribir un texto de sala que resultó de una objetividad ejemplar.

"Esta es la primera vez que la hago en vertical, en vez de horizontal. Y es impresionante lo bien que quedó. Muy lindo. Porque además las salas tienen exactamente las medidas de las instalaciones", dijo Nicola mientras descansaba unos minutos del trajín de ascensores entre los siete pisos y de las semanas de trabajo con los montajistas. Pero Venecia fue peor. "A veces hay que hacer un esfuerzo enorme para adaptar las obras al lugar", dijo. "Y acá tuvimos que hacer mínimo esfuerzo, no tuvimos que construir nada, porque cada instalación encajaba perfecto en las salas. Estoy muy contenta con como quedó".

Rapsodia Inconclusa se recorre de arriba abajo, empezando por el piso 7. Del 6 al 4 las siguientes tres salas, de 5 metros por 5, alojan cada una un retrato o capítulo. A cada paso la artista elude la rigidez del fetiche, presentando una figura elusiva, proteica y cada vez más descarnada. Los pisos 2 y 3 configuran la zona de archivo; el primer piso se destinará a proyecciones del documental La artefacta.

En la conmovedora videoinstalación panorámica Eva, Los sueños, cinco Evas evanescentes y fantasmales, actuadas por la propia artista, entran y salen taconeando a través de un espacio ilusorio de 17 metros proyectado de punta a punta sobre la pared lateral de la sala del séptimo piso, que por lo demás se encuentra en plena oscuridad. "Toda la proyección es en el tamaño natural de la figura, vos caminás al lado de los personajes que van hasta el fondo y vuelven", explicó Nicola Costantino el jueves. "Tiene que ver con la multiplicidad de su identidad, su identidad múltiple", dijo. Vemos así a Eva en distintas edades, horas y funciones, coexistiendo consigo misma como si el tiempo se hubiese vuelto espacio. Al mismo tiempo Eva rompe una carta, atiende el teléfono, agoniza, toma el té, escucha la radio, acomoda unas flores, se echa a morir, recibe el amor de la multitud: siempre bella y moderna, siempre un fantasma; el fantasma de la otra mujer, de la primera mujer. Es casi puro vestido, pura veladura. El modelo Dior, el blanco, es muy parecido al vestido de bodas de la madre de Nicola.

"Son muy parecidos. El vestido de mi mamá era a la rodilla, pero con mucho tul", recuerda la artista delineando la forma acampanada con las manos. "Y el vestido de Eva que hice yo, que es la réplica del vestido que Dior hizo para Eva, me llevó 70 metros de tul de 3 metros de ancho. El tema de la vestimenta en mi obra es importante", destacó.

La segunda escena es "la del dormitorio que tiene el reflejo en los espejos". Eva, el espejo (piso 6) muestra una versión moderna de Venus recién salida de las aguas del baño matinal; se seca, se peina, va vistiéndose y construyéndose como artificio. La vemos al mismo tiempo de frente y de espaldas, en dos espejos: dos lados de la luna.

A esa Eva íntima (cuyo mobiliario incluye diversos enseres de tocador de época y una cama, donde se supone que durmió en la noche) le sigue la venganza. De la belleza casi insoportable de las primeras dos escenas bajamos al "vestido máquina", robot atrapado en una caja de vidrio contra cuyos zócalos se choca. Se titula Eva, la fuerza, porque está "basado en este mito de que ella se mandó a hacer una estructura como un corset para que la sostenga, para despedirse de su pueblo en pie", como apunta su autora. La estructura de hierro es guiada desde adentro por una placa inteligente que le indica dónde parar, explicó Farina. La placa es visible y tiene una estética trash. La pieza logra expresar la furia de una mujer joven ante su agonía, ¿y qué mejor imagen del martirio que este férreo instrumento de tortura? No era perdonable tanta perfección; a la otra adorada hay que matarla.

Pero al final, en el piso 4, están las lágrimas. Lágrimas que son la prueba de amor del pueblo, cuantiosas como multitudes, como los miles de flores de su funeral interminable; lágrimas traslúcidas de resina, sólidas como golosinas, que parecen sepultar el cuerpo de Eva, al que imaginamos yaciendo debajo de ellas sobre una mesa metálica de disección, parecida a aquella donde se la embalsamó. Iluminan la escena con una luz lunar, blanca y fría, las dos lámparas de quirófano del padre muerto de la artista. Eva fue amada por millones y puede demostrarlo. Pero la sensación de desamparo que nos invade es inmensa.

"En la última obra (Eva, la lluvia), lo que quise fue terminar con una representación de algo que me resulta incuestionable, que es el sentimiento que desencadenó su muerte y la relación que tuvo ella sola con millones de personas como si fueran uno solo, una relación casi amorosa; y este dolor de la pérdida, del desamparo, que me parece que es una de las pocas cosas incuestionables que no se pueden juzgar de Eva. Y que yo, por lo menos, siempre recuerdo las imágenes de los funerales, y no podía evitar llorar y llorar de la emoción", rememora Nicola. "Mi papá era el que me contaba siempre estas historias, y estas son las luces de cirugía de mi papá, esta es como una mesa de autopsia, y rescaté las luces de mi papá, las rearmé y las puse acá. Y esto es como una montaña de lágrimas de hielo. Las luces provocan el derretimiento y el goteo al caer en la chapa hace el sonido de la lluvia que remite a esos catorce días de velorio en que hacia mucho frío; la gente moría de frío en la calle y no paraba de llover, y llovía, y lloraban.... Aparenta ser como un cuerpo cubierto de las lágrimas de hielo, y es lo que realmente la hizo inmortal, no que la hayan momificado, sino el sentimiento que tenía el pueblo con ella. Estas son (lágrimas) de resina, y en la bienal de Venecia los primeros tres días puse lágrimas de hielo hechas con moldes de silicona, que estuve haciendo durante un mes, para que fuera real el goteo del hielo derritiéndose. Igual tiene como un sistema de agua, que va a tener un goteo, y se va a oír la gota y el sonido de lluvia", anticipó Nicola el jueves sobre el audio de fondo de la obra: tormenta y chaparrones.

"Yo a la obra ya la estaba haciendo desde principios de 2012, para los sótanos del teatro Colón donde hay un lugar impresionante que siempre me volvió loca: se llama el CETC del Colón, es un centro de arte experimental. Y yo hice cada obra especialmente para un lugar, que son sótanos oscuros con arcadas, y para mí la obra era como que el espíritu de Eva quedaba ahí dando vueltas porque ella se apropió del Colón", relató la autora. "Y se va desmaterializando cada vez más la figura de Eva en la obra; ya en el vestido desaparece su fisonomía y ya en la última instalación, la de las lágrimas, no hay ni figura humana, es solo el sentimiento que es lo más importante", resumió.

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Costantino junto a Eva, la lluvia, una de las piezas que integran la muestra.
Imagen: Alberto Gentilcore.
 
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