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Viernes, 15 de diciembre de 2006

CULTURA / ESPECTáCULOS › MULTITUDINARIO CONCIERTO DE SABINA EN CANCHA DE CENTRAL

El visitante ilustre a cielo abierto

Mixturó sus nuevas creaciones con algunos clásicos, en una combinación tan equilibrada como celebrada por un público incondicional.

 Por Edgardo Pérez Castillo

Por estas horas, seguramente Joaquín Sabina estará celebrando haber tomado la decisión de volver a los escenarios a cielo abierto. Porque ante la siempre desafiante inmensidad del Gigante de Arroyito, el catalán reunió más de 15 mil personas que reivindicaron el idilio hacia un artista que, minutos antes del show, veía oficializada su condición de visitante ilustre. Así, en medio de un "día raro" (a su inocultable alegría por la muerte de Pinochet se le mezcló la desazón por la caída de Boca) el compositor decidió mixturar sus nuevas creaciones con algunos clásicos, en una combinación tan equilibrada como celebrada por un público incondicional que hasta se animó a un pogo poco habitual en conciertos en los que la poesía se pasea en forma de trova.

Sin embargo, también hubo mucho de rock en la reaparición de Sabina en Rosario. Respaldado por los históricos Pancho Varona y Antonio García de Diego --quienes tuvieron además sus segmentos solistas, en los que se ganaron ovaciones justificadas--, por el "legendario guitarrista del under español" Jaime Azúa, por la cálida y cautivante Helen de Quiroga y el baterista Paco Benito, Sabina pudo transitar cómodamente por sus climáticas baladas y regocijarse cuando las guitarras se distorsionaban para encender a un público heterogéneo.

Todo ello sucedió con naturalidad en un show que tuvo mucho de juego, como esas líneas iniciales con "Y nos dieron las diez", que se transformarían de inmediato para dar comienzo con una presentación en la que la poesía sería la estrella más brillante de la noche. Enriquecidas todas por una puesta que tuvo su fuerte en las imágenes que se proyectaban sobre un inmenso telón ubicado sobre el fondo del escenario, las canciones comenzaron a sucederse interrumpidas únicamente por algunas palabras introductorias, discursos de ocasión que, por caso, funcionaron como bienvenida para el único invitado de la noche, Juan Carlos Baglietto, junto a quien Sabina entonó "Con la frente marchita".

Pronto el rock volvería a dispararse desde las torres de sonido, hasta que pasadas las 22 el cantante abandonaría la escena para dejar en manos de sus músicos la interpretación de "Marilyn Monroe". De vuelta en escena, y luego de una dedicatoria "a Mariano y a Peluca de Sabina Bar", reaparecería con "Esta boca es mía", para dar paso luego a una obra que también tuvo su contextualización: "Me acuerdo que los rockeritos detestaban el tango, y nosotros a la canción española en el franquismo. Pero después recordamos piezas como ésta". "Y sin embargo" llegaría entonces para demostrar las virtudes de la cantante.

"Calle melancolía" y "Pájaros de Portugal" (de su último disco), serían la antesala para "La Magdalena", presentada en dúo de piano y voz y con bellísimas pin up girls proyectándose a espaldas del catalán. Con "Ruidos" y "Que se llama soledad" --dedicada a Pepe Táljame, "pionero de cantar en los bares"-- Sabina encadenó dos de los temas más celebrados, "Peor para el sol" y "Contigo". De esa manera, la electrizante "Pirata cojo" determinaría el cierre de un concierto que tendría obvios bises.

Sin embargo, el público debió aguardar a la culminación de la delicada interpretación que Varona realizara de "A la orilla de la chimenea" para celebrar el retorno a tablas de Sabina, que sumó la banda a pleno para darle un interesante giro a "Llueve sobre mojado", aquella obra que popularizara junto a su ex amigo Fito Páez, cuyo nombre jamás fue pronunciado en la noche del miércoles. "Princesa", el recitado de "Puntos suspensivos" y la llegada de "19 días y 500 noches" hacían preveer un final que, cerca de la medianoche, se completaría con "Noches de boda" y, ahora sí, "Y nos dieron las diez", con la que el catalán cerraría el círculo de su juego, consolidando con los rosarinos una comunión que ya parece inquebrantable.

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Hubo mucho de rock en la reaparición de Sabina en Rosario. Sabina pudo transitar cómodamente por sus climáticas baladas.
 
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