rosario

Domingo, 2 de septiembre de 2007

CONTRATAPA

Posiciones públicas

 Por Luis Novaresio

"En público predican agua, a escondidas toman vino"

Heinrich Heine

Uno: Ha de ser muy cansador. Más que la serie interminable de abdominales que aceptamos hacer comenzando por trigésimo novena vez en cuarenta años la rutina de tres series de doce, cuarenta minutos de bicicleta o algo aeróbico, maldita sea el lunes empiezo en el gimnasio, ya no me entran ni los joggins, ni te hablo de jean que me compré el año pasado. Eso cansa. Vaya si cansa. Mentirte a la conciencia perenne de vago en lo físico, elaborar el placebo mental para superar lo que está en tu naturaleza, cargar con el dolor de conciencia en toda la jornada laboral, bancos, oficina, tribunales o laboratorios pensando en que al final de todo no llega el final. Es que luego de la rutina para ganar el mango arranca, vos querés que arranque, el principio de una tortura, vestirte, medias de algodón para evitar las ampollas, pantalón amplio para que la panza no sea una protuberancia risueña, remera amplia, regalo de una promoción de supermercado, extra grande, triple x. Y a soportar las miradas de los habitués del gimnasio que ven llegar al nuevo esperando que se tropiece con las barras, que no encuentre los topes para los discos y se les caigan, que sufra por no encontrar la posición exacta de esa imitación de mazmorra medieval y que, acá, dicen, sirve para los músculos pectorales. No me hagas reír. En todo caso son los otros los que se ríen, se burlan, se olvidan de sus primeros días en el gimnasio, templo de los noventa devenido en culto de los dos mil, madre de la existencia física en el segmento de los considerables, yugo para nosotros, oasis para ellos que lo viven como el pan diario. Pero este no es el tema.

El tema es el cansancio de lo otro. Si tres series de doce para tus cuadriceps saturan, fingir defender lo que no se cree ha de ser como el maratón acuático Capri-Napoli. O Casi. La hipocresía cansa, te escucho decir. Es que no sé exactamente si esto es hipocresía. O si otra cosa. Peor, claro. A ver: viene del griego, es femenino y dìcese del fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Podría ser. Uno suele cargar a la hipocresía de ocultamiento agresivo, aprovechamiento propio para ganar algo que de otra forma, de la verdadera, no sería posible. Y al real académico le alcanza con fingir sentimientos y no mostrar los que se tienen.

Entonces, sea. Es. Lo cotidiano, podría disculparse. La hipocresía piadosa para permitir que un dolor innecesario le sea inflingido a quien deberá soportar otro mayor. Pase. La que se basa en la ignorancia. No hubo más remido. Pero la otra, la deliberada, con premeditación y alevosía, es otra cosa. Y cómo ha de cansar, ¿no?.

Dos: En medio de encuestas encargadas a amigos que hoy dicen blanco y mañana jurarán lo más oscuro posible, de campañas matizadas por rasgos de sinceridad venidos de la mano de figuras que expresan como en casa las traiciones increíbles, hace más de un año y medio, el Senado de la Nación comenzó con tibieza a debatir el proyecto que regula el concubinato. Las uniones de hecho entre dos personas que conviven con todas las de la ley popular y consuetudinaria, discriminadas por la ley del código con consecuencias patrimoniales (cuesta que se hereden), económicas (son apenas socios de hecho y no hay bienes gananciales) y personales (sus hijos llevan el apellido de ellos de manera distinta). ¿Cuántos matrimonios viven cerca de tu casa, me dijiste, que a la hora de alguna confesión íntima te enterás que son pareja por voluntad propia sin que nadie les haya advertido que todo duraría hasta que Dios o Vélez Sarsfield los separase?. Muchas. Y como decía tu abuela, huelen y saben lo mismo. Pero por las dudas, me opongo.

"El matrimonio implica un compromiso personal y patrimonial de la que carece la libre unión de una pareja en el concubinato". ¿De esto se deduce que el matrimonio no es libre sino un mero compromiso? "Ya el derecho romano consideraba que el concubinato consistía en una unión del hombre y la mujer no reconocida por la ley, pero sí por la moral" ¿La ley es más que la moral?. "Ahora parece que nos encaminamos al compromiso concubinario, para demostrar la llamada inutilidad del matrimonio". Así surge del diario de sesiones del Senado y de los reportes periodísticos.

Todos supimos que uno de nuestros ex presidentes tuvo que pedirle a su esposa que desfilase con él los días patrios para guardar las apariencias. La secretaria del mandatario esperaba en su casa que la farsa pasase, consolada por el saber que al día siguiente era ella la que fungía como primera dama del poder. Ni hablar del otro ex que recurrió a un obispo para que la temperamental ex esposa aceptase ser cónyuge por unos añitos hasta que el hombre dijese sí juro. Al menos. O el presidente express que logró hacernos olvidar de sus andanzas en los mismos lugares que están "prohibidos" por la ley firmada de su mano. Lo curioso, por eso toda esta historia, es que los senadores que responden a estos cansados hombres que se empeñaron en decir blanco y ocultar negro, son los que han dilatado todo este tiempo el proyecto para que tus vecinos, los macanudos amigos de toda la vida, puedan estar protegidos por la ley burlada por los que cacarean con voz ahuecada. Y ahorrame que ahonde en casa la casa ajena de los cruzados opositores, porque no sirve, no me gusta y, sí puedo reconocerlo, en la propia se hace lo que se quiere y puede sin pretender que sea ejemplo de nada.

Hipocresía ante el concubinato. Cansa, ¿no?.

Tres: Nuestro gobierno dará prioridad a la educación. Lo dijeron todos. Estamos haciendo un esfuerzo nunca visto para que los docentes puedan tener la retribución que merecen. También, todos. Hasta aquí hemos llegado. No podemos dar más sin comprometer el equilibrio presupuestario. Nos comprometemos a no aumentar los impuestos. Ningún empleado ingresará a la administración pública sin un concurso de antecedentes y oposición. Y todavía resuenan los ecos de la campaña, sin nada firmado a la vista, sin números que garanticen las prioridades anunciadas, sin poder mirar hacia atrás y decirles pero si vos cuando estuviste no hiciste eso.

Cansa, ¿no?. Este cansancio ¿cómo se llama? En cualquier caso, con o sin nombre, que llame a la memoria a la hora de votar hoy. Hoy y para adelante.

Cuatro: Los dos ejemplos anteriores son eso: ejemplos. El cansancio aparente por sostener posiciones públicas e indeclinables ha parido cientos de ellos: la riqueza acumulada frente a la muerte de hambre. El perdón para los poderosos por conveniencia y la condena al que se animó con la gallina ajena. Y todo en base al respeto a una supuesta ley moral.

Nietzsche decía que hay una hipocresía en el interior de toda moral. Nadie puede predicar moral sin ser violador de ella; predicarla contiene siempre esta contradicción de realización. Siempre se predica agua en público tomando a escondidas vino. La hipocresía es esencialmente humana. El punto es que quien dice que defiende un status moral no podría defender en público lo que realmente hace porque no entusiasmaría a nadie. Veracidad es, entonces, aceptar esta hipocresía: reconocerse como ser humano que vive la condición humana. Lo dice el gran alemán.

Pero como el gran alemán no amaba las simplificaciones supo sostener que hay también la hipocresía que consiste en aparentar no ser hipócrita y negar la propia condición humana. Nietzsche hizo la crítica de la hipocresía de la moral magistralmente, e inclusive la amplió: no se puede imponer la moral sino por medios que violan esa misma moral, lo que es igualmente cierto.

Cansa, ¿no?

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