rosario

Lunes, 12 de mayo de 2008

CONTRATAPA

Los comehuevos

 Por Sonia Catela

Te ponen una monedita al pie o te miran con odio o hacen que una amiga les saque una foto a tu lado o pasan apurados o se apartan para no cruzar el radio de influencia de tu aliento o tu mirada, vos con ese atuendo de faraón egipcio que te cosió Norita copiándolo del libro de Historia de primer año, el lamé conseguido en una feria americana, la pintura dorada hecha con polvo de purpurina, estatua sobre su pedestal, el cajoncito; cuento tres monedas de cincuenta centavos hacia el mediodía, apenas para media docena de huevos, huevos duros, huevos poché, batidos y asados, de pie sobre un cajoncito a la entrada del shopping, o en el Monumento a la Bandera donde suele caer un turista que a lo mejor te paga por una foto o se pone lejos y te la saca igual sin darte nada, se terminó el gas, dice Norita ¿vamos a comer huevos crudos? pero me sonríe porque nos dura el buen humor de la noche que pasamos, empacho de caricias; ante mí un par de espectadores interesados, casi en el punto de aflojar bolsillo, cuando se desata la tormenta que pronosticaba la radio, adiós negocio, a cascar huevos y comerlos crudos. Se escurren las nubes, pasa mi hermanita Lila pero se aleja dos metros para que las compañeras del colegio no me reconozcan y la carguen, "le hubieras avisado", me reprochará mi madre que todavía conserva algunos aires del esplendor pasado proveniente de la casita en Gaboto y 25, baño azulejado y título de propiedad en regla, con el que no hace juego este hijo que recoge monedas trabajando de estatua.

Lo que pasa es que no da el tipo, faraón egipcio en Rosario, no combina, eso servirá en la pirámide de Keops, desvestirme en un movimiento, borronearme la cara, cambiar de personaje, ayudame Norita, si hallamos el tipo justo dejaremos de abrir huevos, la panza de Norita crece y le beso el pupo agrandado, hoy tortilla de papas hecha en la cocina de doña Petrona, una vecina que da de comer a los perros vagos, a los gatos abandonados, y a nosotros, mascotas suyas también, pero caminando con el cajoncito hacia la Florida donde siempre algo se rasca, se ilumina mi espíritu, me inspiro, será la virgencita de Luján o tal vez Víctor Hugo Morales, porque cuando canta un gol desde la radio de un auto que frena ante el semáforo, se me ocurre: el más grande, el único, el dios. Llego a casa bañado en sudor por la emoción, Maradona, Norita, Maradona, no te entiendo, haré de Maradona, te parece, soy morocho como él, me armaré los rulos con unos ruleros, como mi hermana Zita, petiso como él, ¿y tu chuequera? no se va a notar, Norita, la disimulan las medias, verás; seguimos el póster del Diego al pie de la letra, el balón, Norita, necesitamos una número cinco, lo más fácil del mundo, la cosa será que a cada moneda que pongan, yo tiraré la pelota de arriba abajo con la punta del botín, o cabecearé; orgullosa de mí, Norita cose la vincha argentina, remienda la camiseta de la selección que nos obsequia doña Petrona quien ayer salió al centro a buscar un tapadito de perro para Lito, el caniche que se le quedó pelado después de un susto, número diez en la remera, telón de fondo con la imagen del crack pegada a un lienzo, listo para triunfar; se amontonan unas viejas, me piden que las bese, se fotografían con Maradona, me babosean, tres con veinte, un par de correntinos, que les cante el gol, enseguida, "decí fue la mano de Dios, Diego", cinco mangos, me dedico a imitar la voz del ídolo, sus saltos, cambio de esquinas para la representación y el que mejor me sienta es cualquiera donde circulen forasteros pero argentinos, mi hermanita Lila llega con algunos amigos varones de Gálvez que quieren que les autografíe sus camisetas de Boca; el Club Bosteros de Villa Elisa, me convida a que dé la vuelta olímpica, bandera argentina cargada al hombro en una pequeña asta en el partido apertura del torneo regional, mirá lo que traje, Norita, un par de bifes, bifes, se admira Norita, entonces el anuncio: buscá una parrilla que seguro el domingo, luego del partido, Norita, comemos asado; mi amor, se emociona Norita, agrega "grande, Diego" y yo le canto el gol.

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