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Viernes, 5 de diciembre de 2008

CONTRATAPA

Reloj de plastilina

 Por Delia Boglioli*

La singularidad es una determinada manera de estar afectado por el discurso, que siempre es social; es decir, existe un mestizaje entre las condiciones de posibilidad de la estructura de un sujeto, y las condiciones de existencia de su marco sociohistórico.

Jean Paul Sartre dijo que la adolescencia era una etapa de la burguesía, que los sectores marginales (en nuestras tierras hablaríamos de la pobreza a la que le nació la exclusión), 'saltan' de la niñez a la adultez ya que es el mundo del trabajo -las condiciones de producción y las responsabilidades familiares, tanto como proveedores o por formar pareja, tener hijos, en edades muy tempranas- lo que los ubica ya en sitios más alejados de la órbita adolescente con su laberinto de incertidumbres, duelos, búsquedas. Este planteo sartreano es inquietante, provocativo, y muy fértil para problematizar, continuando con los interrogantes acerca de los diferentes contextos de producción de subjetividades.

Una experiencia clínico institucional realizada en un Hogar de Menores Madres será la plataforma desde donde reflexionar acerca de varias cuestiones. Esta institución provincial fue creada para alojar a embarazadas y/o mamás menores de edad con sus hijos, sus edades oscilan entre los 12 y los 18 años y llegan por distintas conflictivas, familiares y económicas fundamentalmente, como casos judicializados; son los llamados 'casos sociales'. Como dice Wacqant, la pobreza se judicializa a pasos agigantados.

¿Qué trayecto hubiesen tenido la mayoría de estas situaciones en otras clases sociales?

Pongo en cuestión la existencia misma de este tipo de instituciones donde tiene que estar contenida/encerrada esta problemática. Constituye un síntoma social en el sentido de no ofrecer respuestas alternativas para estos niños y adolescentes que, encontrándose ambos en tiempos instituyentes tan críticos y definitorios, deban atravesarlos en estas circunstancias de encierro, soledad, desarraigo y segregación.

¿Cómo pensar un proceso adolescente en una chica de 14 años, con una hija de un año, en un lugar compartido con otras, desde los dormitorios, los placares, la sala y el comedor?

¿Qué movimiento subjetivante podrá realizar otra chica que no juega con su bebé, no le habla, lo deja como 'tirado' ya que lo imagina la causa de su encierro, si recibe enunciados moralizantes y punitivos en lugar de leer esas dificultades intentando que se interrogue sobre ellas?

¿Es posible que la fragilidad estructural de alguien de 16 años afronte la multiplicidad de discursos desde los cuales es sobreintervenida como el médico, jurídico, pedagógico... que la rotulan, le ordenan, sin hacerles lugar a su propia voz, a sus propias preguntas?

Otra de 17 parece de 25 por su vestimenta, su look, pero le aterra dormir con la luz apagada.

¿Cómo responsabilizar sin culpabilizar, intentando un cambio de posición en alguien que es ubicada en lugar de objeto, de objeto a sancionar despiadadamente porque se 'olvida' con frecuencia de darle de comer a su hijo?

¿Cómo intervenir sin obligar para que una mamá pueda ir despegándose de su hijo, con el cual mantiene un vínculo fusional al punto de impedirle que juegue con otros niños?

¿Cómo lograr que otra admita que es ella y no su hijo el que alguna noche se hace pis en la cama?

¿Cómo acompañar a tramitar la agresividad de quien es madre producto de un abuso cometido por un familiar, y a la vez echada de la casa con su bebé descreyendo de lo que decía?

¿Por qué sacar automáticamente a una púber del Hogar de Menores donde se encontraba, implementando un egreso compulsivo porque allí no aceptan embarazadas, sin permitirle duelar el cambio de una institución a otra?

¿Cómo poder construir la noción de privacidad, de intimidad, cuando todo es común?

Lo fundamental es visualizar estas problemáticas, sin negarlas ni expulsarlas pero sin soslayar que la responsabilidad atañe a la institución en su conjunto; y cuando digo institución, me refiero a las prácticas e ideología asistenciales que sostienen.

Se trata de ir promoviendo en cada uno de los actores institucionales la inscripción de un ámbito que habilite singularidades y diferencias. La institución porta un discurso del Orden, donde las normas aparecen explícita o tácitamente, más para garantizarlo de una manera uniformizante, que para escuchar detrás de esas normas, el escenario de cada situación particular.

Desde dicha ideología asistencial, con imaginarios sociales cristalizados, paradigmas del deber ser, tienden a taponar al sujeto; sabemos que las normas son necesarias ya que regulan y posibilitan la puesta en juego de un funcionamiento colectivo, pero el costado arbitrario de dichas normas siempre acecha.

La función del Hogar de Menores Madres, como suplencia a soportes familiares y/o comunitarios ausentes debe alojar el desamparo acompañando estos procesos tan complicados para quienes están allí, y a la vez ir trabajando para un paulatino egreso, es decir acompañar un presente que alimente y cimente la construcción de un futuro instituyente. Doble movimiento institucional de alienación y separación.

¡Qué difícil armar una novela familiar, una historia libidinal!

Solamente aparecen fechas, datos, como si no pudieran armar un relato, una novela, contar﷓se en la historia. Atadas a un presente descarnado, les resulta impensable investir un porvenir, y sabemos que la libertad es impensable sin representación de futuro amasado con deseo, fantasías, ideales... al decir de Buñuel "el mundo sólo puede ser corregido por los sueños". Es fundamental ayudarlas a inventarlos, para que sus vidas allí puedan ser pensadas como un tiempo de pasaje sostenido desde un proyecto por fuera de lo institucional; la inclusión en otro espacio, también discursivo, les permitirá apropiarse de sus recursos simbólicos disponibles donde el deseo, la creación, el trabajo puedan abrir Otra escena para ellas.

*Psicoanalista. Integrante del Instituto de Adolescencia del Colegio de Psicólogos. Fragmento.

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