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Miércoles, 1 de abril de 2009

CONTRATAPA

Jardín rosarino en pleno macrocentro

 Por Aída Albarrán

Necochea al 2000 y pico, pleno macrocentro, más precisamente, República de la Sexta; un edificio corta el apacible relieve de casas bajas como si fuese un brote de cemento en medio del césped y los jardines vecinos. Ya sea porque hace muchas décadas que está allí o porque sus pisos trepan en una composición uniforme, se ha mimetizado con la sucesión impersonal de las fachadas. Nada tiene para destacar, excepto la privilegiada vista al río que deben disfrutar los ocupantes de los pisos más altos y un balcón hacia el cuarto piso revestido con cerámicos blancos que quiebra la cálida sucesión del ocre y del cemento. Pero no sólo causa asombro esa aventurada y pulcra decisión sino también el pequeño jardín, que prolijo y verde confronta su plenitud con las plantas marchitas que derrapan su agonía en los balcones vecinos.

Probablemente, la mujer de cabellos oscuros se ha mudado hace poco, -¿habrá sido ella quien decidió el revestimiento?-, es sumamente prolija, todas las mañanas, en el breve tiempo que demanda su bonsái de jardín, controla el crecimiento, administra el riego y la poda. Tres macetones ubicados simétricamente contienen los arbustos; desde la calle sólo se reconoce un ficus que serrucha con verde entusiasmo el blanco de las paredes y enfila su copa hacia el cielo, no sabe que le será esquivo, la tierra mezquina de la maceta será proporcional a su altura y quedará ahogado en el cemento. La mujer también ha colocado una mesa redonda y dos sillas blancas, justo en el centro de la mesa otra maceta con una plantita casi invisible, es todo tan preciso e irreprochable que resalta la impostación del jardín en un barrio que a pesar de su rápido desarrollo enlazado al prestigio y la proximidad de Barrio Martin, el Parque Urquiza y el Centro ha conservado gran cantidad de terrenos parquizados. Esta pequeña república que según los vecinos "es como un pequeño país porque tiene de todo" mantiene su pretensión de zona residencial, pero ahora no le falta nada, también tiene edificios.

Durante la tarde las persianas están bajas, el departamento le da la espalda a las plantas encarceladas detrás del metal desplegado que de una manera intrigante multiplica jaulas en los balcones, ¿a quiénes protege si no hay niños? En soledad, el jardín, resiste el calor del día y el olvido circunstancial de gente que está muy ocupada para "ver crecer el pasto", gente que ni te dedica un minuto como comentan algunos vecinos. "Y si no están muy ocupados y se trata de una elección", ¿decidieron vivir en un edificio con la esperanza de aligerar en compañía el desasosiego que produce la inseguridad?

Hace unos días sentí curiosidad, le pregunté al portero del edificio la razón de esos tejidos en los balcones, no se veían niños pequeños. No lo sabía o no tenía intención de dar explicaciones a un desconocido, los dueños e inquilinos de esos pisos exclusivos exigen la mayor discreción. Desconfía de un extraño, escobillón en mano actúa como fiel cancerbero de un coto que no le pertenece; luego se relaja, "disculpe, no le puedo dar información, las cosas están mal y a la gente que de acá no le gusta que yo ande ventilando su vida, además todo va a ser peor dentro de un tiempo si no sacan a todos esos de allá", y con preciso gesto que abarca la barranca invisible -sobre Convención y Berutti- donde hay otros jardines menos refinados. Luego saluda con cortesía, cierra la puerta y lo traga el pallier que deshace el calor de enero en la penumbra.

Ahora, el sol del oeste se interpone entre el edificio y la calle, la mujer morena ha llegado y alza las persianas, dentro de poco las plantas serán un entramado negro sobre las luces de los ventanales. Me imagino que ella se sentará con su pareja junto a la mesita, disfrutará la brisa y observará con placer las luces de los barcos que se deslizan por el Paraná. Es de noche, la villa no se ve, entonces la mirada se relaja atrincherada en el balcón.

Sobre Necochea, las luces de los semáforos ya están intermitentes, se aquieta el tránsito, los jardines exhalan aroma a flores y a tierra recién regada.

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