rosario

Miércoles, 25 de noviembre de 2009

CONTRATAPA

¿Se enteró?

 Por Luciano Trangoni

Son las ocho y media de la mañana y el pronóstico del tiempo anuncia para este mediodía una máxima de ocho grados. Bufanda. Está amaneciendo. El tipo detiene el Taunus en la esquina, deja el motor en marcha y enciende balizas. Se baja a comprar el diario pero se acomoda antes el cinturón, la camisa debajo del pantalón, las medias verde oliva, el celular en la mano. Nada urgente.

La señora que está esperando el 110, las piernas cruzadas, sentada en la garita, lo mira de arriba abajo.

-Página/12 -dice el del auto, mientras revisa los bolsillos del pantalón y los del saco hasta que encuentra el billete.

-Hace frío -dice el diariero, y en la palma de la mano cuenta las monedas para darle el vuelto.

La mujer, silencio. El tipo del auto concentrado en los dos que viajan en bicicleta y pasan junto a su auto. Pasan cerca. Ya pasaron. No le robaron. Suspira. Los dos llevan idénticos gorros de lana negra. Conversan.

-¿Cómo dice? -dice el del auto.

-El frío... Que hace un frío de locos...

En la tapa del diario hay una foto del gobernador.

Sí, hace frío -dice, y pega media vuelta y se dirige al auto.

La señora en la garita de la esquina, sentada esperando. El colectivo no ha llegado y la señora mira de arriba abajo al tipo de medias verde oliva que ha dejado el auto en marcha y que ahora regresa a él leyendo los titulares. En la calle no hay casi nadie. Un taxi. Está amaneciendo y el colectivo no ha llegado, y la señora siente frío al ver al señor tan bien abrigado. El auto desaparece y ella larga una bocanada de aire por la boca y se pone de pie, y va a pararse frente al kiosco de revistas. Lee la tapa de los diarios que se exhiben sostenidos por palitos de la ropa y aprieta los dientes.

-¿Se enteró? -le dice el diariero.

-¿De qué?

-Anoche. Anoche le entraron a robar "con la mano" a Manuela. La costurera. La viejita de la esquina...

-¿Y?

Llega un colectivo, el 110.

-Se la llevó la ambulancia, pobrecita.

La señora se mueve con agilidad y sube las escaleras del colectivo y le desea buen día al chofer.

-Hay que matarlos a todos -grita el diariero, pero nadie lo oye. Las ventanillas cerradas. La señora mira la hora en su muñeca, sonríe y busca asiento.

Es necesario que el tipo del auto tenga un nombre. Llamémoslo Ricardo. Ricardo llega al colegio, mira el reloj y va directo a la sala de profesores. Cuando abre la puerta siente que ha despertado al profesor de Historia. El profesor de Historia observa el diario doblado bajo la axila de Ricardo, el profesor de Literatura, y levanta las cejas y se mueve en la silla.

-Uno a cero -le dice con una sonrisa. Es lunes y el profesor de Historia es de Central.

Es necesario que la mujer que se ha subido al 110 tenga un nombre. Llamémosla Cristina. Cristina ha conseguido un asiento con ventanilla. Entrelaza sus manos y las aprieta en la cara interna de sus muslos y se da calor. La noche anterior su marido la ha tenido despierta hasta las tres de la mañana. Los niños han llorado, ella misma ha llorado, su marido ha llorado, pero esta vez no le ha lastimado el rostro. Es un buen día a pesar del cansancio y está dispuesta a limpiar el inodoro de su patrona sin chistar. Mira a través de la ventanilla y se ve a sí misma en otro cuerpo, en el cuerpo de otra, las piernas cruzadas, esperando un colectivo cualquiera en otra garita, sentada y el frío.

Ocho grados se anuncian para hoy al mediodía. La pucha.

Cristina respira hondo y retiene el llanto. Sus hijos hicieron la tarea y tienen la merienda en la mochila. Cristina respira hondo y mira a través de la ventanilla.

Ricardo apoya sus cosas sobre el escritorio, se sienta en una silla que tiene el tapizado descuajeringado y se rasca el tobillo bajo las medias verde oliva.

-¿Hay mate? -pregunta.

El profesor de Historia no le responde. Le arrebata el diario y recorre con la vista la página de deportes y sonríe para sus adentros. El profesor de Literatura es de Ñuls y el de Historia, que es de Central, está leyendo el diario antes que él.

Son las nueve.

-¿Se enteró? -dice el diariero dirigiéndose a otro-. Le entraron a robar a Manuela, la costurera. Acá cerquita...

luciano [email protected]

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