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Viernes, 15 de octubre de 2010

CONTRATAPA

El destino

 Por Maximiliano Reimondi

En el año 1817, en Inglaterra, un delincuente robó unos buñuelos en una panadería pero fue detenido. Al llegar a la comisaría y declarar, dijo: Yo quería robar tortas de crema.

Era un peligroso ladrón que había asaltado varias panaderías de forma compulsiva. Su nombre era Rudolph White. Fue llevado al tribunal a causa de su frondoso prontuario. El juez lo condenó a quince años de prisión a cumplir en forma efectiva. Fue encarcelado pero sobornó a un guardia con un sándwich de jamón y queso y éste lo dejó huir. Cuidadosamente, pasó por debajo de los muros de la prisión y huyó, en barco, hacia Cuba. Así, viajó de polizón porque soñaba comenzar una nueva vida.

Al llegar a destino, White conoció a Melinda, una hermosa maestra de allí, cuya afición era cocinar buñuelos y hacer comida para los chanchos. Se enamoraron perdidamente y se casaron a los dos días de conocerse. A los pocos meses abrieron una panadería donde él se empachaba con tortas de crema que él fabricaba. El establecimiento se hizo famoso y comenzó a crecer y tener un éxito en toda La Habana. Veinte años después, nuestro personaje se convirtió en un hombre famoso, millonario, culto y muy respetado en la aristocracia cubana. Tuvo dos hijos con la mucama y su esposa lo echó a patadas cuando se dio cuenta de que los niños eran rubios y de ojos celestes.

Luego, compró una mansión e invirtió su dinero en fábricas de tabaco. Un día, caminando por una calle abandonada, pasó por delante de un depósito de flores. Según pudo averiguar por un ciego del lugar, el no vidente era uno de los famosos hermanos gemelos Miraflores. Ellos manejaban la mafia cubana. Esto produjo un gran entusiasmo en White y se propuso conocerlos.

Carlos Miraflores era un hombre bajo, gordo y con cabello rizado. Además, tenía un cuerpo corpulento pese a su baja estatura, con dedos largos y gordos y anteojos gruesos con cristales amarillos. Rudolph White, al conocerlo, lo impresionó porque Miraflores comía habanos como golosinas. En su primer encuentro, conversaron largamente de negocios. Mientras tanto, desayunaban leche con cereales y piña colada.

Leandro Miraflores apareció y era exactamente idéntico a su hermano. White no lo podía creer ya que nunca había visto dos personas tan extrañas y excéntricas, sólo que el otro veía y usaba lentes cuadrados. Ni una marca visible de su cuerpo los diferenciaba.

Una tarde, Leandro se quitó su gorro y pudo observar que tenía una naranja atada a su cabeza. Se sentó junto a ellos y sus ojos miraban, fijamente, al desconocido. Demostraba gran desconfianza en el inglés. Sus carcajadas eran extravagantes y compulsivas. En cambio, su hermano era un hombre muy nervioso y serio. Así, White se metió en la mafia cubana.

Pero un día, al estafar a los hermanos, se fugó con un millón de dólares. Al tener un gran cargo de conciencia, donó la suma millonaria al gobierno y se hizo pastor evangelista.

Las personas que lo conocieron muy bien, lo definieron como una persona rara, solitaria, con rasgos casi esotéricos y un verdadero hijo de puta.

Políticamente hablando, fundó un partido denominado "Partido del Centro Cubano". Su sede partidaria estaba ubicada en pleno centro de La Habana.

Un día, jugando al golf con sus amigos, se tragó una pelotita. Nada pudieron hacer los médicos más allá que operarlo y extraerle el cuerpo extraño del esófago. Desde ese momento, quedó mudo. White quedó muy traumado ante tan desgraciado acontecimiento que, luego de varios meses, fundó una Academia donde le enseñaba a hablar a los loros, mediante el lenguaje de señas.

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