rosario

Sábado, 18 de junio de 2011

CONTRATAPA

Huesos de musa

 Por Miriam Cairo

I.

La mula bajo la lluvia. La musa desmantela toda una cortina de humo para instalarse en Babahoyo, Ecuador. Es un fenómeno reciente el cambio de ciudadanía. La mula trata de imitar el modo de hablar de su musa. La musa que hasta hace unos minutos le hablaba en argentino. Querida musa, donde quieras que vayas te seguiré, promete la mula incapaz de cumplir sus propios sueños. A la musa la persiguen todos sus poetas. La mula está sentada en el borde de una taza de café, la mula pasea por la terraza del parque conjetural. Escribe mensajes de texto compulsivamente a su musa ecuatoriana. La imagina desnuda moviendo su cuerpo con lentitud a orillas de un río. Ella, la mitad de ella se va en una barca. La otra mitad toma un tren en dirección contraria. La mula no alcanza a ver los colores rápidos y rutilantes que percibe la musa. La musa estima que no es un tren sino algo que la lleva por aire hasta Ecuador. La musa ha creado un espacio de silencio para que la mula trabaje por sí misma. La mula sin musa se vuelve fumadora. El humo tiene el sabor de una musa tragada por una fisura.

II.

Una nube de humo cubre la palabra territorio. La musa crea sus propios ojos. La mula mira sus propios pies en el suelo. La palabra ojos es de visiones ilimitadas. La palabra pie es pie porque no es ala. El sol no aclara la oscuridad de la cabeza. Algo que anda por el aire se lleva a la musa para siempre. La mula, sola, se mueve con dificultad en la palabra territorio. Pone un bosque en medio de la autopista. Dice pájaro cuando debiera decir mosca. Ve un espacio vacío donde debiera encontrar un hombre. La mula abre una lata de cerveza apoyando la mitad de la espalda en la palabra muro. Alguien golpea la palabra puerta, posiblemente una mujer, piensa, mientras apaga el cigarrillo como Humphrey Bogart. Son los fantasmas recién llegados del bar. Tosiendo repiten mentalmente la palabra mula. Andan por la casa con una morosidad insoportable. La mula decide no escuchar la palabra fantasma. Ella se pierde en el territorio de la palabra cuerpo. Se demora en los sitios hechos para la demora. Juegos de mula concebidos en tiempos inmemoriales. Juegos de musa en el territorio de la palabra cuerpo donde el mundo se demora. Es su propia morosidad. El fantasma con las manos en los bolsillos permanece en la sombra mirando a la mula y preparando la palabra transparencia. El lenguaje de los fantasmas es ininteligible para una mula de cualquier ciudad.

III.

Por el aire la musa viaja desnuda. Una mula la extraña desnuda. No tiene corazón para llamar a otra. Tipos pálidos comprenden qué hay detrás de una musa: soplos, supersticiones, rebeldías. ¿Los tipos pálidos comprenden? El invierno vendrá sin musa. La mula escribe direcciones totalmente perdida en un bar de una ciudad ecuatoriana. Ha ido tras su otra mitad de musa. Atrás quedaron los tipos pálidos, los libreros verdes, los editores incoloros, insaboros, inodoros. Todo ese malentendido quedó en Argentina. Guayaquil no está llena de ojos como Barcelona. Es una ciudad poco acostumbrada a ser mirada, es una mula escondida siempre detrás de su musa que abre los ojos como una estrella, cierra los ojos como una estrella, escribe resplandores que los tipos pálidos, y los libreros verdes jamás entenderían. Escribe dragones que se devoran a los editores rancios. La mula alaba esas calles, esa ruta, esos instantes. Treinta grados. En el cuarto de hotel alaba los tragos que bebió en la última mesa del último bar. Con paso de sirena se dirige al baño. Como sirena mula comienza a vomitar. Los tipos pálidos y las musas desnudas levitan en su imaginación. La policía de Guayaquil, los osos perezosos de Australia, los preservativos en la cartera, la virgen de San Nicolás, el Monumento a la Bandera levitan a su alrededor. La mano delgada de mula blanca aprieta el botón y todo se va por el desagüe.

IV.

Fuma descontroladamente la palabra cigarrillo. Aprieta la colilla en la palabra cenicero. Tose la palabra tos. Tos, tos, tos. La mula está cansada pero sueña que la musa la recibe con un abrazo. ¿Le habla en argentino o en ecuatoriano? Tú eres mi mula amada, podría decir. Sos la única mula que amo, también. Eres. Sos. Está agotada. No puede hilar lo que sueña y el sueño se devana a su entera voluntad. Los editores abrazados a sus libros purulentos no dejan asomar el día. A simple vista podía reconocerlos. Podría llamarlos por su nombre. Qué risa, nombrarlos uno por uno, con su triste tarea incolora, inodora, insabora. Agua que no has de beber déjala correr. La musa habla en ecuatoriano, en castizo, en un español no desenfadado. Entran desde la calle los ruidos ecuatorianos. Motores, bocinas, ese hablar musicalizado. La noche se infla y remonta vuelo. La noche es un gato en el tejado. No hay libreros, no hay tipos pálidos, no hay editores rancios. La noche se mueve por impulsos instantáneos. La palabra escribe un corazón de ámbar. No se puede reprimir la palabra sueño, la palabra literatura. La noche levitante en un Ecuador levitante. La mula sueña boca abajo. En la espalda se advierten una seguidilla de huesos ensimismados. Huesos de musa recuperada.

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