rosario

Sábado, 13 de agosto de 2011

CONTRATAPA

Fragmentos de lo nunca visto

 Por Miriam Cairo

Compuerta

Cuando despertó, la mujer todavía estaba allí, tapándose la boca con la mano para no seguir hablando de ese amor.

Bio-texto

La vida se contrae hacia delante y hacia atrás. El hombre de siempre permanece dentro de las monotonías de siempre. Es una imbecilidad heroica como todas. Pobre hombre bueno con triglicéridos malvados. La glucosa se mueve de cero a infinito. ¿Cómo se sobrevive sin alcohol a las heroicas imbecilidades? Un médico habla sin significado humano, sin sentimiento humano, habla de la buena salud como una horrible y vieja creencia. Da la receta para conservar la vida sin alcohol. Una más de tantas imbecilidades.

Im﷓posible

Podrán morir los pájaros, pero el vuelo no muere.

Anteros

El invierno tiene cobijada con lluvias a la mujer que bebe café en una taza repujada de vides, desde las que asoma un Cupido bruñido sobre relieve. El hijo de Afrodita lleva en la espalda dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocan el amor instantáneo y otras de plomo con plumas de búho que provocan la indiferencia. La mujer cobijada con lluvias bebe café en la taza donde el niño, emblema del amor, no crece. Afrodita busca una respuesta en el Oráculo de Temis, tallado en la bandeja de las masitas, quien le dice que el amor no puede crecer sin pasión. La mujer cobijada por lluvias, bebe café mientras apoya la taza en el plato donde Afrodita abraza a Anteros, su segundo hijo, dios de la pasión. En la taza repujada de vides, Cupido crece mientras está junto a su hermano y se transforma en un joven hermoso, pero cuando la mujer se aleja con la taza en la mano, Cupido vuelve a ser un niño bruñido sobre relieve. Y ese aprieto milenario, insiste, muchos siglos después.

Macedonia de frutas

Después del almuerzo, el hombre se come la tajada de sandía que se retuerce. Habla de jazz, de ingresos brutos, del hijo bueno, del hijo malo, y vuelve a comer el durazno y el durazno vuelve a retorcerse. Atiende el teléfono: estoy en una reunión, después te llamo. Se pone de rodillas y sigue sorbiendo el carozo. Luego se sienta como un hombre solo. Pide las cervezas. Se tumba con los ojos cerrados. Habla de su jefe, del horario. Llegan las cervezas. Otra vez el durazno rueda por delante y por detrás. El hombre solo arquea la espalda como postre y se sacude como un perro.

Mística

Todos los hombres se arrodillan ante María. No es para pedir perdón: suplican. María tiene un plan: ofrecer un respiro. Y los hombres ante ella, inhalan, exhalan, suspiran. No hay ninguna virgen parecida a María, con su pelo largo y sus uñas pintadas. Ningún dios tiene el tamaño de la boca de María. Ningún ángel sacude el espolón como las alas de María. No hay ninguna madre de dios capaz de parir hijos con los gemidos de María. Excepto que María esté ocupada, entonces sea Jennifer la que colme de bendiciones a los hombres. Y si María y Jennifer están ocupadas, será la misma Isabel, más desnuda que cualquier reina de belleza, la que hará respirar a los hombres su aire de dios proscripto. Benditas sean. Benditas y no santas.

Pez globo

La mujer del quinto piso cuelga el teléfono porque el hombre solo está en una reunión: no puede atenderla. Podría exigirle al hombre que viniera de inmediato, y el hombre solo vendría, pero hoy es uno de esos días en que la obediencia no le alcanza. Si supiera cocinar haría algo mortal con rebanadas de pez globo. Si tuviera corazón, latiría. Si supiera volar se arrojaría por el balcón. Si tuviera manos quién sabe lo que haría. El insuficiente deseo de obediencia le permite reconocer que, en materia prosódica, quien no está no desea estar.

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