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Lunes, 19 de septiembre de 2011

CONTRATAPA

El dolor de los otros no existe

 Por Gary Vila Ortiz

En uno de sus más lúcidos ensayos, Susan Sontag escribe acerca de un tema que por cierto sigue siendo de lamentable actualidad: "Ante el dolor de los demás". Partiendo de un texto de Virginia Woolf, escrito antes de la Segunda Guerra Mundial, el ensayo de Sontag pone el acento en las "guerras", las del siglo XX por cierto y las que ella conoció en los años que vivió en este siglo. Ella murió en el 2004 y su libro fue escrito un año antes. Al comienzo habla sobre la posibilidad de que se impidan las guerras y en esto, claro, es terminante: "¿Quién cree en la actualidad que se puede abolir la guerra? Nadie, ni siquiera los pacifistas. Sólo aspiramos (en vano hasta hora) impedir los genocidios...". Siete años después las cosas siguen como cuando ella apunta una aspiración que aún no ha sido lograda. Muchas de las guerras por no decir todas tienen su origen en las religiones, sobre todo las tres que son monoteístas y por el color de la piel. Da algunos ejemplos sobre las fotografías de las monstruosidades de la guerra por cierto que pasa a comentar todo aquello que Goya mostró, creo que como nadie, en los "desastres de la guerra".

Pero nosotros queremos referirnos a un tema que podría ser considerado menor pero que es el reflejo de la violencia que subsiste en el mundo. Nos parece que está demostrado que la convivencia pacífica no se practica y se agrava cuando la cuestión religiosa está presente. Susan Sontag da un ejemplo de lo que significa la identidad para los militantes. Y se refiere a un hecho en particular. Era una fotografía de niños muertos en un contexto de ruinas. Los niños muertos, como se comprenderá no tienen militancia alguna y estando muertos, todos los niños son iguales. Por eso fue posible que esa foto fuera usada por los bandos en conflicto en que lo único modificado era él pie de la foto, entonces esos niños podían pertenecer a cualquier grupo en conflicto.

Desde bastante tiempo, tanto que son muchos los que sostienen que la impunidad se ha transformada en una de las características de los argentinos. No se trata solamente de lo que se viene viviendo últimamente, sino de otros momentos de la historia en que hubo delitos que quedaron impunes o el gobierno de turno se las arreglaba para que el castigo que daba la ley apenas si se cumplía. Pero no tan sólo en las cuestiones políticas se ha impuesto la impunidad sino en otros aspectos de la realidad. Las excepciones eran, para dar un par de ejemplos, aquellas en que la persona que era juzgada pertenecía al movimiento anarquista o pertenecía a un grupo opositor, como ocurrió con los injustificables fusilamientos del 56.

Pero lo que nos interesa comentar o hacer alguna reflexión, son algunos hechos ocurridos en los últimos años, cuyas víctimas podían ser lo que ocurrió con una muchachita asesinada vilmente. Cuando se encontró el cuerpo sin vida de Candela, hubo expresiones que pienso mostraban un genuino dolor. Pero poco a poco los medios de información, salvo pocas excepciones, transformaron ese doloroso en un espectáculo con una audiencia tienen necesidad de vivir día a día ese mundo que da asco de la morbosidad. Por cierto que ese morbo se ha venido ofreciendo desde hace años, por lo cual ya existe un público que tiene necesidad de ese morbo.

Es notable la forma de teleteatro que se ha ido construyendo en tantos canales que siempre hay quienes esperan un próximo capítulo. Y cuando se acaba ese interés, siempre, lamentable hay un hecho que reemplaza al que aburrió a los espectadores. Y si ese nuevo suceso es de mayor violencia, con muchas víctimas y sangre a borbotones. Y esto que se hace no es producto de un auténtico deseo de informar de la mejor manera posible. Se trata, lisa y llanamente, en terminar poniendo en un mismo plano las cosas más disímiles. El montaje que se produce intercambiando las escenas, que por otra parte se repiten de una manera obsesiva, modifica de manera absoluta la escala de valores que siempre debería tenerse en cuenta en estos casos. Creo que el periodismo debe exigirse el deber de cuidar que ese "cambalache" se vaya eliminando.

En este caso al "show" de la muerte de Candela le ha venido como anillo al dedo a los amantes de lo morboso, un espectacular accidente entre dos trenes y un ómnibus, accidente que se produjo en un paso nivel que tenía la barrera medio baja, pero no tanto. El resultado fueron once muertos. Una tragedia, por cierto, pero al espectáculo necesita de otras cosas y de inmediato comienza la búsqueda de los culpables, sin tener ante todo una actitud de respeto por las víctimas. Se necesitaba hacer responsable y para eso se trabajó para empezar a señalar falencias de quienes "participaron" en el terrible accidente sin tener demasiadas pruebas para hacer culpable a uno u otro. Es el manejo de estos materiales, el video de uno de los trenes fuera de la vía yendo a embestir al otro, era una buen cubertura de la noticia, hasta que lo pasaron tantas veces hasta lograr cierta insensibilidad de esos que gustan de los platos fuertes.

Es este torneo entre distintos canales para tener una "primicia", lo cual ya si existe es una mera curiosidad, se puede distinguir la voracidad nefasta de muchos de los conductores o los participantes de tal o cual programa, por lograr siempre algo más, algo que en verdad nos producirá un golpe en el estómago, pero siempre los oyentes se mantendrás fieles a seguir alimentándose de ese morbo pero sin tener en cuenta a quienes han sufrido y deben estar aún sufriendo el dolor que el accidente causó.

Permita el lector una cita que es una llamada a pie de página, del libro de Susan Sontag: "Es elocuente que a Andy Warhol, el connaisseur de la muerte y sumo sacerdote de los goces de la apatía, le atrajeran los reportajes de diversas muertes violentas (accidentes de automóviles y aviones, suicidios, ejecuciones). Aún cuando sus trascripciones serigráficas excluyeron la muerte en la guerra. Pero la fotografía periodística de una silla eléctrica y la estridente portada de un periódico sensacionalista, eso sí. (...) La única fotografía que Warhol serigrafíó, y que hace referencia a la violencia bélica, se ha vuelto un ícono, es decir un clisé. (...) la nube en forma de hongo, repetida como en una hoja de sellos de correo, al igual que las de Marylin, Jackie y Mao, a fin de ilustrar su opacidad, su fascinación, su futilidad".

Posiblemente el paso de los años, a los que convoco cada vez que puedo, me hace pensar cada vez en la forma en que los medios tratan las cosas, me parecen absolutamente deformante. Cuando me canso busco los libros y la música que me acompañan. Estoy leyendo, otra vez, las siete noches de Borges. Cuando él las dictó como conferencias andaba por los 81 años. Yo estoy cerca de esa edad, pero quisiera vivir esos cuatro años para lograr alguna línea merecedora de ser leída. En el última párrafo de la séptima noche, dedicada a la "ceguera", parte de una línea de Goethe ("todo lo cercano se aleja") en relación a la vejez. Después de esa memoria del poeta alemán escribe Borges: "Goethe pudo referirse no sólo al crepúsculo sino a la vida. Todas las cosas van dejándonos. La vejez tiene que ser la suprema soledad, salvo que la suprema soledad es la muerte...".

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