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Martes, 29 de noviembre de 2011

CONTRATAPA

El poder mediático y la posibilidad de discriminar

 Por Analía Aucía*

El martes 22 de noviembre el periodista Raúl Acosta, en el programa radial que conduce, La mañana rosarina, en la emisora LT3 de Rosario, tuvo expresiones altamente discriminatorias y violentas hacia las mujeres. Un conjunto de organizaciones y personas firmamos un documento de repudio, exigiendo que el periodista se retracte públicamente y se abstenga en el futuro de repetir tales actos. El viernes 25 de noviembre el señor Acosta, a las 10.05 de la mañana en LT3, en el programa Con todos, hizo pública una retractación por tales dichos discriminatorios. Es interesante escuchar --o leer-- completa la pretendida retractación del periodista Acosta para ver que la misma no fue tal, sino una justificación y minimización de la situación al decir que su comentario "fue una broma, de las tantas bromas que uno hace", y "nos reímos en la mesa". Es importante también escuchar el audio donde emitió sus expresiones misóginas para comprender que las mismas están muy lejos de ser un chiste. La frase final de la supuesta retractación: "No lo haré más, señorita", constituye una provocación ﷓-aunque pudiera justificarse diciendo que fue otra broma-﷓, y confirma que no ha podido asumir la responsabilidad de sus actos. Ni las decenas de organizaciones y personas que repudiamos sus declaraciones queremos "enseñarle" a Acosta lo que no se debe hacer o decir, tal como lo hace la "señorita", y muchos menos el repudio a sus declaraciones constituyen un "reto" a las picardías cometidas por un niño en el marco del aula. Ni cada una de nosotras somos "Señorita" ni Acosta es un niño travieso. Tampoco es cierto que el resto de los integrantes del equipo se rieron con él en la mesa, más bien todo lo contrario.

Cuando se ejerce una tarea de comunicador público creando y reproduciendo ideología, imaginario social, no es posible diluir la responsabilidad de nuestras acciones involucrando falsamente a otros o asumiendo un posicionamiento infantil de picardía, dado que esa tarea sólo la pueden desarrollar personas adultas, profesionales que han egresado de universidades y que tienen responsabilidades éticas y legales en el desempeño de su función, como cualquier profesional.

No obstante este hecho puntual, es relevante destacar que es reiterado escuchar comentarios discriminatorios en las radios, que avalan la violencia contra las mujeres y que luego se terminen justificando en el marco de las "bromas". Acosta, entre otras cosas, dijo que las mujeres "para lo único que sirven es para fifar y tener hijos". ¿Acaso a alguien se le ocurre bromear diciendo que "los negros para lo único que sirven es para servir y ser esclavos". La esclavitud de los negros y negras del Africa responde, ni más ni menos, que al poderío y explotación de los europeos en su afán de conquista territorial y de seres humanos para reproducir el sistema capitalista sostenido por los blancos. Esto se sabe, y se sabe también del sufrimiento y de la explotación de millones de negros y negras africanas para beneficio económico de los imperios europeos. Por eso nadie, en sus cabales, podría hacer una broma con eso. ¿Qué pasa cuando se trata de las mujeres?, ¿qué nos pasa cuando pensamos en la mitad de la humanidad: mujeres blancas, negras, mestizas, pobres, ricas, adultas, niñas, etc.?

En el siglo V antes de nuestra era, ya el filósofo Aristóteles definió claramente los roles de varones y mujeres: el varón debía mandar y dedicarse a las funciones públicas y la mujer obedecer y dedicarse a la reproducción. Las palabras de Aristóteles no quedaron sólo impresas en su texto La Política, sino que toda la cultura occidental construyó una división sexual del trabajo, de los roles y de las identidades de género sobre las cuales esas ideas aristotélicas funcionaron como una "verdad revelada". El hecho que las mujeres hayamos sido históricamente consideradas sólo útiles para "fifar" y "tener hijos" es el sustrato de todas las violaciones a los derechos humanos de las mujeres, es el fundamento más elemental de la cultura patriarcal que concibe a las cuerpos de las mujeres como propiedad de los varones y a la sexualidad de las mujeres como reducto de satisfacción de los deseos sexuales masculinos. El intercambio de mujeres, con fines sexuales y matrimoniales, según Levì﷓Strauss, estaba ya en el origen de las culturas como un mecanismo de hacerlas posibles; la venta y la trata de mujeres con fines de explotación sexual forman parte de todos los períodos de la historia, no sólo no son hechos aislados sino que tampoco tienen su origen en la modernidad. Integran la formación de nuestra cultura.

Millones de niñas, adolescentes y adultas en el mundo son abusadas sexualmente, son mutiladas, asesinadas de las maneras más crueles, son relegadas a los trabajos domésticos ﷓-según Raúl Acosta: cocinar, baldear, planchar-- impidiendo un desarrollo personal en términos de equidad e igualdad de género. ¿Por qué hay quienes en la sociedad se sienten habilitados para bromear sobre esto?, ¿para hacer chanzas con la explotación y la degradación de la mitad de la humanidad?

Es evidente que para algunas personas no sea posible formularse estas preguntas, o no sea importante reflexionar sobre la violencia de género. No sé si debería ser de otra forma, pero sí sabemos que existen numerosas leyes y normas éticas que impiden que las personas en determinadas funciones y espacios realicen acciones -físicas o verbales- emitan imágenes con contenidos discriminatorios, reproduzcan los estereotipos de género sexistas. Los y las periodistas son algunas de estas personas.

Todo periodista puede considerar, en el marco de su fuero íntimo que, estas cosas no son importantes y que, por ejemplo, "lo importante, (es) el fútbol", como dijo Acosta cuando dio por terminados sus comentarios discriminatorios. Pero no puede dejar de saber que cuando hace uso del poder de la palabra, del poder de la escritura que concede cualquier medio de comunicación, construye sentido, formatea los significados de las cosas y refuerza los ya existentes; y esto conlleva responsabilidades. Así lo señala la Ley nacional 26.485 cuando indica que se entiende por violencia mediática contra las mujeres "aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres". Sobre esto no se puede bromear.

*Cladem Rosario. Mujeres Autoconvocados de Rosario.

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