Jueves, 17 de julio de 2014 | Hoy
Por Federico Pagura*
Yo sé que no soy ni un futbolista
ni un "hincha" apasionado, fiel, fanático,
vi el Mundial desde casa, por momentos,
y a la luz de un Jesús del Corcovado
que ve el Maracaná, desde su cielo,
sin perder la visión del Medio Oriente
y de sus crímenes acumulados,
más los "buitres" que aquí se han revelado
amenazando nuestro continente...
y lo vi tras las lágrimas brotadas
en ojos brasileños y argentinos,
entre bailes, protestas y esperanzas,
preguntando: cuál es nuestro destino?
Y también sé que he de seguirlo viendo,
cuando lleguen aquí nuestros muchachos,
que tanto se esforzaron y han sufrido,
para darnos destrezas, diversiones,
y una lluvia de alientos y emociones...
...ojalá les brindemos nuestro afecto
y nuestra gratitud, nuestro consuelo,
porque ellos frágiles son como nosotros
y como los germanos de otros suelos.
Sólo una cosa sí, les pediría:
que pongan su mirada y su confianza
en el Cristo del cerro brasileño,
porque él también un día, sin desearlo,
bebió, gimiendo, un cáliz más que amargo,
y fue, por el amor al ser humano
y a los más pobres y desamparados.
Pero hoy, cuando en mil lenguas y culturas,
ese cáliz y el pan se multiplican,
a la intemperie, en ranchos, catedrales,
si dan amor y siembran la justicia,
son los goles que el mundo necesita
y la gran final de todas los finales.
*Obispo emérito, Iglesia Evangélica Metodista. Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.
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