rosario

Jueves, 10 de septiembre de 2015

CONTRATAPA

Un mar blanco y negro

 Por Gabriela Gervasoni

Cuando lo vi supe que algo malo iba a pasar. Traté de disimular mis nervios y sobre todo de no llorar. Odio como me tiemblan las piernas cuando me pongo así, no puedo dejar quieto el pie. Pero más que nada odio como se me pone la voz. Me quedo afónica.

Entró como un loco cuando volvíamos del primer recreo y la señorita Ximena se le puso adelante para que no me agarre. No sé cómo hizo para encontrar mi salón porque desde tercer grado que no me iba a buscar a la Escuela. Qué vergüenza que me dio, todos mirandonós y él a los gritos, "demelá que me la llevo, es mi hija; demelá, carajo".

¿A dónde?, pensé yo. ¿A dónde me quiere llevar? Si no tiene casa mi papá. Una vez le pregunté a mi mamá si papá vivía en casa o departamento. Ni en casa ni en departamento, me contestó, tu padre vive en una tapera. Yo busqué la palabra tapera en el diccionario y decía "1. Conjunto de ruinas de un pueblo" y "2. Habitación ruinosa y abandonada". Si uno busca en el diccionario y está con alguien grande: todo bien, pero si uno está solo ¿cómo sabe cuál de las dos explicaciones es la que vale? Yo elegí habitación ruinosa y abandonada porque me pareció que mi papá podía vivir en una pieza. Pero tampoco sabía en qué lugar estaría esa pieza, en qué casa o en qué departamento; ¿en una ciudad o en el medio de qué campo? Ahí me acordé que mi papá era de Córdoba, de las sierras, y empecé a pensar que si me llevaba para allá yo me moría. ¿Cómo iba a hacer para vivir sola con él, lejos de todos?

--Señorita --volvió a decir mi papá-- se lo digo por última vez, déme a la criatura que me la llevo. Si no, me van a conocer.

En ese momento mi maestra empezó a explicarle que no estaba anotado en el cuaderno de comunicaciones, que ahí sólo figuraban mis abuelos y mi mamá y que ella no podía entregarme a otras personas. Mientras hablaba me iba llevando afuera del salón, al patio. Él le insistía, es mi hija, por favor demelá, así decía. La seño no me soltaba. Yo le sentía el calor de la mano y el perfume que tenía. Ella siempre tiene rico perfume. Hasta cuando hace mucho calor y todos transpiramos ella sigue teniendo ese perfumito rico, parecido al olor de la esencia de vainilla de las tortas. Estuvieron bastante con eso del cuaderno de comunicaciones y las personas autorizadas hasta que cruzamos todo el patio y la maestra me metió en la Dirección. Mientras cerraba la puerta me dijo:

--Luisi, quédate un ratito acá que hablo unas cositas con tu papá y vuelvo, ¿si?

--Seño, yo no me quiero ir con mi papá --le dije. Las piernas me hacían ruido de tanto que me temblaban.

--Bueno, vos quedáte acá con Elba y hacé un dibujo mientras nosotros charlamos.

Elba, la portera, me dio unas hojas grandes y blancas. No había ceritas ni pinturitas, solamente lápices negros adentro de un vaso plástico. Cada tanto yo miraba para afuera y después volvía a dibujar como si no estuviera pasando nada. No quería que todo quedara del mismo color, así que en algunas partes pintaba apretando mucho el lápiz, en otras suavecito y quedaba gris y en otras partes lo chupaba y quedaba como si fuera pomada de zapatos

--¿A ver? --me dijo Elba-- ¡Qué lindo que dibujás! ¿Es un río?, ¿esas son olas?

--No, un mar, por eso tiene las olas.

--Hermoso, te está quedando hermoso. Se ve que te das maña para el dibujo. Tenés mano.

Nosotras no escuchábamos lo que decían porque el vidrio de la ventana estaba cerrado, pero veíamos que mi papá seguía en el patio grande. La seño tenía mi cuaderno de comunicaciones en la mano. Papá estaba más tranquilo, bastante más tranquilo, pero no se iba. Se ve que de verdad me quería llevar.

--Elba.

--Si, ¿decime?

--¿Vos tenés papá?

--Si, es viejito, se llama Ramón.

--¿Y es bueno?

Elba no me contestó, siguió mirando para afuera de la Dirección como si nada. Odio cuando no me contestan, cuando se creen que si no me contestan borraron la pregunta. Ey, Elba, te pregunté si tu papá es bueno, ¿sos sorda, o sos tonta? Esto no se lo dije, no me animé, pero lo pensé. Qué estúpida que es Elba. Igual yo me contesté que si, seguro, si era viejito era bueno. Ramón es nombre de bueno; el vecino de enfrente de mi casa se llama Ramón y es más bueno que el pan, dice mi mamá. "Más bueno que el pan", otra cosa que necesito que me ayuden a entender; se lo voy a preguntar a mi mamá: ¿qué quiere decir más bueno que el pan?

El dibujo me estaba quedando bárbaro. Parecía una foto antigua, en blanco y negro. Alrededor del mar hice unas islas con palmeras y en el medio dibujé un barco grande, como los que hay en Mar del Plata, en el puerto; no los que pescan, los que traen pasajeros. Le hice toda una hilera de banderines a lunares que iba de punta a punta. Las personas no me salen muy bien así que hice como que estaban todos adentro, no se veía a nadie en el barco. Casi siempre dibujo sin personas, porque lo que me sale mejor son los paisajes.

Sonó el timbre del segundo recreo y ahí sí que explotó todo. Los chicos empezaron a salir al patio de adelante. Primero los chiquitos y después los más grande. Los de sexto "A", mis compañeros, fueron los últimos. Ellos no miraban a mi papá, me miraban a mí, sentadita con mi dibujo en la Dirección. No se escuchaba nada pero yo veía detrás del vidrio a los chismosos de mis compañeros y a mi papá que seguía hablando y moviendo las manos.

Los policías salieron de la nada, no sé si llegaron por la puerta de entrada o por el gimnasio del fondo. Cuando me di cuenta ya estaban en fila entre mi papá y la señorita Ximena; eran cinco. La Directora empezó a pedirle a los nenes que volvieran a los salones, así que se armó un lío bárbaro. Corrían los chicos, las maestras, todos. Justo cuando el patio quedó vacío papá también empezó a correr pero hacia donde estaba yo. Venía rápido, como loco, pero yo lo vi en cámara lenta. Se le cayeron las llaves y ni paró para levantarlas. Tuve tanto miedo que ahí si casi lloro. Abrió los brazos y se tiró contra los vidrios de la ventana como si fuera una pileta, como cuando saltábamos a la cama y hacíamos guerra de almohadas. Cerró los ojos antes de chocar y caerse al piso. Hizo un ruido bárbaro, impresionante. Elba me abrazó y me fue llevando hacia atrás, tapandomé la cara. A mi me ardían los brazos y cuando miré mejor me di cuenta de que se me habían pegado pedacitos de vidrio y tenía gotas de sangre por todos lados. Mi papá gritaba malas palabras y lloraba. Mirá lo que me hiciste por no venir conmigo pendeja, mirá lo que me hizo hacer la puta de tu madre, gritaba. Se golpeaba la cara contra el piso y cada vez le salía más sangre. Yo ya estaba totalmente afónica, no podía decirle nada. Además si hablaba iba a ser peor.

Antes de la última hora ya había terminado todo, la ambulancia se llevó a mi papá y hasta habían levantado los vidrios del piso, Y entonces Elba, mejor dicho: la estúpida de la portera, no tuvo mejor idea que traerme el dibujo que yo había hecho. El mar blanco y negro. Lo rompí en mil pedazos y se lo fui desparramando por todo el patio mientras esperaba que alguien por fin me vinieran a buscar.

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