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Martes, 1 de junio de 2010

CORREO

Bicentenario

Las interpretaciones sobre el pasado no dejan de tener alguna ligazón con las posiciones del presente. Quienes añoran la Argentina del Centenario, oh casualidad, se encuentran en la vereda de quienes reniegan del actual curso de la política argentina. Es curioso. Desde el gobernador Binner, pasando por Carrió, también Cobos, hasta la dirigencia rural y Macri, todos realzan aquella argentina gestada al calor de la generación del ochenta.

Lo cierto es que el contraste entre 2010 y 1910 no puede ser más evidente. El centenario se celebró bajo estado de sitio, represión y en medio de una huelga general, cuando hoy no podemos dejar de estar sorprendidos por las entusiastas multitudes de compatriotas de todo el país que desbordaron la Avenida 9 de julio.

Durante el centenario regía la Ley de Residencia, sancionada en 1902, que legalizaba la expulsión del país de los extranjeros "indeseables", y dos días después de los festejos patrios, el 27 de mayo de 1910, se sancionaba la Ley de Defensa Social que prohibía, entre otras cosas, todo acto o propaganda de ideologías discordantes a las oficiales.

Hoy los derechos humanos son política de estado y estamos dando un paso trascendental en la profundización de la democracia al redistribuir la palabra y garantizar la pluralidad de voces a través de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

La Argentina del Centenario subordinaba su economía a los intereses imperiales de Inglaterra, exportando materias primas e importándolo todo. Mientras los propietarios de los latifundios tiraban manteca al techo, entre los asalariados y pobres del interior cundía la explotación, el analbafetismo, el hacinamiento y las enfermedades.

La Argentina del presente vuelve a pensarse como nación latinoamericana, sobre la base de recrear un nuevo proyecto industrial con pie en el mercado interno, lo que ha permitido la autonomía frente a los organismos financieros internacionales y la notable recuperación del empleo y la disminución de la pobreza, en tiempos de crisis internacional.

La Asignación Universal por Hijo es la política social más avanzada de las últimas décadas, promoviendo la escolaridad, la sanidad y la inclusión social de los sectores más postergados de nuestra sociedad.

Es la épica patriótica, americanista e igualitarista de los que gestaron nuestro primer grito de emancipación lo que hoy debemos reponer.

Sebastián Artola

Licenciado en Ciencia Política. Profesor de la UNR. Encuentro por el Proyecto Nacional

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