rosario

Martes, 13 de junio de 2006

CORREO

Fracaso y frustración

Directivos, docentes y alumnos de barrios periféricos de la ciudad de Santa Fe se encuentran haciendo frente a innumerables enemigos, luchando desarmados y en la mayor de las soledades. Pobreza, violencia familiar, abandono, negligencia; explotación infantil, malnutrición, familias disgregadas, analfabetismo, drogas, prostitucion, delincuencia. La lista parece no acabar. Los niños ingresan al sistema educativo acompañados de diverso problemas: físicos (caries, pediculosis, parasitosis intestinal, dificultades en la visión y en el lenguaje, bajo peso por desnutrición); emocionales, de conducta, y hasta neurológicos sin contar con diagnostico ni tratamiento especifico. La mayoría de las veces es el docente quien detecta los síntomas y solicita a los padres que inicien "tratamiento". Es allí donde comienza un arduo camino, que queda, casi siempre, a mitad de recorrido. El problema con los tratamientos hospitalarios puede resumirse en tres situaciones puntuales y su relación entre ellas: Lentitud en el otorgamiento de los turnos: debido al reducido número de profesionales especialistas una madre que se acerca solicitando turno anticipado para fonoaudiólogo, o psicopedagogo lo consigue para 30 o 40 días después. Horarios inadecuados para la atención de los niños: en el caso de algunos especialistas (oftalmólogos, neurólogos, psiquiatras) no se otorgan los turnos con anticipación, por lo que los padres deben asistir muy temprano con sus hijos (en ocasiones a las 3 de la madrugada) o pernoctar en el hospital para evitar la inseguridad de cruzar la ciudad por la noche. Distancia del domicilio al hospital: muchas veces la falta de recursos para el transporte incide negativamente en el inicio y continuidad de los tratamientos. Estas situaciones se combinan dando lugar a interrupciones en los tratamientos, sumado a una falta de comunicación entre docentes y profesionales de la salud. Es imperiosa la necesidad de articular Ministerios de Salud y Educación a los fines de optimizar resultados y lograr elevar la tan ansiada "calidad educativa". Los niños que presentan problemas y carecen de atención, se encuentran en completa desventaja respecto a sus compañeros. Se reconocen impotentes frente al grupo, y generan sentimientos de fracaso y frustración que, una vez instalados, son difíciles de modificar. Sin ayuda apropiada, la escuela reproduce constantemente esta clase de sentimientos. El rol docente, estrictamente pedagógico se ve desdibujado ante el peso de la demanda social. Tal vez suene utópico que cada escuela cuente con gabinete psicopedagógico y de salud propio. Sin embargo, es factible realizar equipos interdisciplinarios móviles. Asimismo es necesario dotar a cada escuela de: asistentes sociales que realicen el seguimiento de los tratamientos y control de inasistencias reiteradas a clase, arbitrando los medios en casos de negligencia familiar. Psicólogos y psicopedagogos que pongan en marcha dispositivos terapéuticos como talleres y charlas con padres y niños, y brinden apoyo y orientación a los docentes. Es hora de cambiar la historia. Los niños, los maestros, la escuela santafesina toda pide ayuda urgente. Necesitamos a alguien que entienda y esté dispuesto a trabajar para transformar esta realidad.

Gisela Martinelli

Docente de EGB

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