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Lunes, 18 de agosto de 2014

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El capitalismo y los niños

El sistema capitalista forjado en la cruenta Revolución Industrial en Inglaterra, entre los siglos XVIII y XIX, ha sido históricamente cruel con los niños. Esto es tan evidente que cuando el proletariado comenzó a organizarse, una de las primeras demandas a los propietarios de los medios de producción, los burgueses, fue la exigencia de prescindir del trabajo de niñas y niños a los que se utilizaba para introducir sus manos en los espacios más inaccesibles de las máquinas textiles, los telares industriales.

El gran escritor Charles Dickens registra en sus novelas Tiempos difíciles y Oliver Twist, las condiciones de vida de las familias desposeídas e indigentes, y la dramática situación de la infancia. En el territorio de la Región Argentina,.películas como Tire dié, de Fernando Birri o Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio son extraordinarios documentos fílmicos, también la novela de Enrique Medina Las tumbas y los cuentos de Rodolfo Walsh en la saga de los irlandeses detrás de un gato y Un oscuro día de justicia.

Ayer un canal de TV exhibía la jornada de UNICEF Un sol para los niños. Un festival de la caridad que se despliega anualmente. Ahora bien, corresponde preguntarse cuál es la situación de gran parte de la infancia que en el presente, en las zonas periféricas del territorio argentino, es acosada por capitalistas en complicidad con fuerzas estatales, como ocurre con las comunidades Qom y Wichí. En las ciudades el trabajo infantil continúa, persiste.

Además, cabe señalar la patologización de ciertas conductas que son propias de las niñas y los niños, pero a los que diagnostica síndromes de hiperactividad o atención dispersa a la par que se los seduce con el uso de tecnologías que atrofian su creatividad. Se los incita a comunicarse no el contacto directo con las demás personas, compartiendo vivencias sino a través de pantallas.

Un sol para los niños, UNICEF, nobles intenciones, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU, avala por acción y omisión bombardeos que obligan a la migración masiva de niños, mujeres, varones, jóvenes y ancianos. El sol queda oscurecido entonces por el humo de los campos de batalla o las ciudades ardiendo.

El sistema capitalista que todo lo escinde con su división compulsiva del trabajo y su alienación continua.

El capitalismo, como Jano, un bifronte con una sonrisa a lo Ronald Mc Donald de un lado y su verdadero rostro, siniestro, el de los mercaderes de la guerra y sus ejecutores artillados, banqueros y demagogos políticos.

Carlos A. Solero

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