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Jueves, 23 de enero de 2014

PSICOLOGíA › ADELANTO DEL LIBRO SOBRE EL ESPACIO QUE SE CREA PARA EL DECIR

La intimidad del consultorio

El trabajo se llama "Intimidados por Internet", y en el capítulo que aquí se reproduce parcialmente describe las condiciones en las que el analista maniobra para que el paciente se haga responsable de sus dichos, y revise así sus conflictos.

 Por Sergio Zabalza*

Sabido es que el consultorio de un analista conforma un espacio reservado en el que una persona puede expresar angustias, preocupaciones o decires sin temor a ser juzgado o denunciado. Por otra parte, la escucha y la abstinencia del terapeuta propicia una pausa, un corte, respecto a las demandas imaginarias o concretas que un paciente soporta a diario. Es inevitable asociar entonces las verdades que expresa un sujeto en su sesión con la intimidad que brinda el espacio analítico.

Ahora bien, sucede que bajo las condiciones referidas, el analista maniobra para que el paciente se haga responsable de sus dichos y así revise su posición ante los problemas y conflictos que lo hacen sufrir. De esta forma, la intimidad que aflora en la sesión está más bien reservada a la relación del sujeto con sus propios dichos, y no tanto con la persona del analista. Es que, si bien se puede experimentar gran alivio cuando se le cuenta algo al terapeuta, el psicoanálisis no es una práctica de la confesión.

En el dispositivo analítico, la verdad -entendida como la correspondencia entre las palabras y los hechos- ocupa tan solo un lugar en el discurso. Porque de lo que se trata es de ubicar desde qué posición alguien dice lo que dice o miente lo que miente. Por algo Freud señalaba que: "En el sentido de un síntoma conjugamos dos cosas: su "desde dónde" y su "hacia dónde" o "para qué".

En efecto, el lugar en el que un sujeto elige ubicarse en sus dichos revela su posición ante el Otro que lo determina, somete o apaña: ésta "y no otra" es la intimidad que un dispositivo analítico requiere para desarrollar su práctica. Lacan eligió un nombre para designar ese espacio, a veces casi imperceptible: Dicho-mansión, neologismo (inventado por Lacan) cuya traducción al francés "dit﷓mension" hace homofonía con mentira y con dimensión.

El nombre es lo suficientemente gráfico para trasuntar que, entre otras posibles resonancias, se trata del espacio que aloja la enunciación (un hiato que no se rige por las dos coordenadas cartesianas ni por las tres dimensiones que ocupa el soma) Por ejemplo, cuando una persona que vive sola dice: mi casa, para referirse al departamento donde viven sus padres, insinúa una verdad más allá de la mera correspondencia entre la palabra y los hechos. De allí que cobre sentido aquella sentencia del filósofo Montaigne según la cual "La mayor parte de los motivos de las perturbaciones del mundo son gramaticales".

Luego, muchos lapsus, fallidos o padecimientos revelan una muy singular verdad a la luz de este alojamiento que un sujeto hace de sus dichos en el espacio del consultorio: olvido de objetos; envío de mensajes equivocados "que suelen ser acertados"; sueños que involucran a la persona del analista; en definitiva: toda formación del inconciente testimonia de alguna manera esa singular intimidad desde la cual un sujeto sostiene su posición en la vida.

De esta manera, la verdad en el discurso está al servicio de enmascarar la posición del sujeto. Por ejemplo, la oblatividad que distingue al obsesivo hará que su dificultad para recibir dones del Otro -de su pareja, por caso- se disfrace con los oropeles de la equidad y la justicia. Otro tanto ocurre con la histérica que "urgida por la verdad" revisa el celular de su pareja para así encontrar el dato que la alivie de sus propios deseos de infidelidad.

Por algo Lacan expresa que: "La verdad es la dicho-mansión, la mansión del dicho", frase que tanto admite la versión de la verdad como correspondencia entre la palabra y los hechos, o la verdad como des-ocultamiento de la posición del sujeto. La intimidad de un tratamiento analítico "su verdad" se aloja en la dicho﷓mansión.

*Psicoanalista. Del capítulo n 2.

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La clave en el consultorio es dilucidar desde dónde se habla.
 
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