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Jueves, 22 de febrero de 2007

PSICOLOGíA

Poder y política en Freud

El modo freudiano de pensar la política está referido a la época histórica de las "sociedades disciplinarias".

 Por Jorge Alemán *

I. Freud nunca optó por ningún modelo político o colectivo en especial. Pero sí, encontramos en su texto consideraciones preliminares a cualquier tratamiento de lo político. A) Todo lazo social implica una renuncia a un goce pulsional. B) Esta renuncia la impone la sociedad a través de sus dispositivos disciplinarios. C) Esta renuncia está mal construida desde el punto de vista lógico y estructural porque al no tener en cuenta el "uno por uno" de la singularidad, es esencialmente injusta. La renuncia impuesta por la lógica del "para todos" deja siempre un "resto pulsional" que se incrusta como una mancha heterogénea en los dispositivos simbólicos. D) La renuncia que la civilización impone está contaminada por la pulsión que quiere domeñar, el resto infiltra la Ley y el autismo de la pulsión se disfraza entonces de ley, norma, reglamento, para ejercer su satisfacción escondida y paradójica. Por ello Freud, que no dejó ninguna indicación sobre cuál sería la civilización más adecuada para tratar al "resto pulsional", sin embargo formula dos advertencias.

Primera: una civilización que exige cada vez más renuncias pulsionales y no sabe ofrecer a sus ciudadanos los medios "sustitutivos" para sublimar el goce imposible merece ser destruida.

Segunda: cuanto más se exige a cada uno estar por encima de sus posibilidades (en cuanto a renuncia a lo pulsional se refiere) más hipocresía e impostura impregnarán al tejido social. Freud, por todo esto, nunca se fascinó por las utopías ilustradas del proyecto de emancipación, pues el resto pulsional, constituía un serio obstáculo para soñar con "Hombres Nuevos y Comienzos Absolutos".

II. El modo freudiano de pensar la política está referido a la época histórica de las "sociedades disciplinarias". Son sociedades donde la prohibición a gozar promueve el carácter sádico﷓anal del superyó. El superyó es una ley que se alía al resto pulsional para que la renuncia al goce mute en goce de la renuncia.

III. Pero la imbrincación de capitalismo, ciencia y mercado, han impulsado el viraje de la sociedad, disciplinaria y aún tramada en la lógica del Estado-Nación y el modelo de trabajo "fondista", a una sociedad de redes y rizomas, que deslocalizan al estado nación, disuelven los vínculos sociales y familiares propios del trabajo industrial y promueven un nuevo tipo de relación y acceso al goce pulsional no mediatizado por el Edipo. El superyó posmoderno ordena gozar: de sí mismo, del objeto técnico, de la autoayuda, el deporte, el trabajo sin fin, de la imagen como mercancía, de la política como espectáculo.

IV. El resto freudiano prohibido por la renuncia y traducido subjetivamente como castración empieza a ser diseminado en el tejido social como marca de goce. La sociedad de la comunicación no comunica otra cosa que el espectáculo del goce. El goce debe ser totalmente visible a la par que el Poder se vuelve invisible. El goce agrupa a los sujetos por fuera de los vínculos sociales que le daban aún un lugar a la verdad.

V. En la época donde el poder se vuelve invisible, interconectado, rizomático, una expansión transversal, sin límites vuelve espectrales a las ciudades y torna en parques temáticos a las experiencias sociales históricas. Este poder invisible sólo muestra su rostro cuando es necesario materializar el estado de excepción: la guerra, ya no declarada ni entre naciones, sino como estrategia que garantiza la expansión del rizoma.

VI. De este modo el Poder queda por fuera del control de los políticos. En la época del discurso capitalista, poder y política no se recubre, aunque sea siempre necesario efectuar el semblante del control político sobre el rizoma capitalista. El Poder ha ingresado en un tiempo histórico donde se ha apropiado del lenguaje y el goce realizando un nuevo tipo de conexión. A esto se le puede llama "Biopolítica", que es una conexión donde el resto pulsional es reciclado en los dispositivos de la imagen sin sus efectos de verdad y desciframiento.

VII. Cuando la política ya no puede producir corte alguno en la configuración del poder, ¿cómo deben definir su modo de habitar la época, aquellas prácticas que se sostienen precisamente, por el corte, la diferencia, por "el saber hacer" con el resto pulsional no homogeneizable? ¿Es la enredadera de la globalización en sus efectos subjetivos un obstáculo a la verdad del inconsciente? O su emplazamiento en el mundo nos reserva aún una posibilidad, todavía desconocida, de una nueva subjetivación histórica y liberadora.

* Psicoanalista, residente en España. Actual Consejero Cultural de la Embajada Argentina en España.

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Freud nunca optó por ningún modelo político o colectivo. Nunca se fascinó por las utopías ilustradas.
 
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