rosario

Domingo, 14 de octubre de 2007

OPINIóN

Heraldo y la libertad

 Por Alicia Simeoni

Heraldo nunca conoció la libertad, a menos que por este valor se entienda dar tumbos de un lado a otro sin tener nunca la posibilidad de elegir, un juguete, una comida, qué hacer con la propia vida y cómo cuidarla. Desde este punto de partida puede existir otra perspectiva que la del sujeto﷓objeto que cometió un delito y sobre el que un juez, casi todopoderoso, lo tutela. Es decir, que debería cuidarlo, protegerlo y darle los elementos y la atención para que pueda construir una estructura de pensamiento distinta hasta la que tuvo en ese momento, basada en impulsos﷓reacciones emparentadas con la destrucción y hasta con la muerte. Ese juez además investiga y reúne la prueba que muestre su responsabilidad o no en el hecho que le atribuye, resuelve luego en cuanto su situación procesal, dispone donde estará detenido y luego emite la sentencia. Demasiadas atribuciones, demasiado subjetivismo en base de una persona sobre otra según lo que dispone la ley 22.278 del Régimen Penal de Menores. Heraldo no conoció la libertad mientras estaba en la calle, pero tampoco tuvo la oportunidad de elegir qué hacer desde que es un recluso, porque se lo privó de la mayoría de los otros derechos, a inscribir nuevos datos que conformen su personalidad a través de procesos de aprendizajes distintos, esos que tengan la perspectiva de respeto por sus derechos de niño-adolescente. El problema de Heraldo y de los chicos en conflicto con la ley penal excede, por cierto, al magistrado que los tutela, en este caso el juez Juan Leandro Artigas. Sin embargo esto no quiere decir que después de tantos años en la función, él y algunos de sus colegas no se hubiesen podido plantar con firmeza, denunciar la indiferencia y desidia de los distintos gobiernos que pasaron y no conformarse con hacer lo posible, que es casi igual a la nada. Por eso también ahora cabe una pregunta: ¿Qué pretende 'seguir' la comisión de seguimiento de la problemática de menores en conflicto con la ley anunciada pomposamente por el ministro de Gobierno Roberto Rosúa?. No se necesita seguimiento. Sí verdaderos lugares donde las oportunidades para otra vida sean posibles y la construcción de políticas públicas que prevengan el origen común de casi la totalidad de los casos de conflicto, la exclusión y la marginalidad. Claro está, para todo ello hace falta dinero, recursos humanos, conocimiento del tema y muchas ideas. Todo cuanto, es seguro, se convertiría en la mejor inversión.

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