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Lunes, 29 de junio de 2015

OPINIóN

Después de las turbulencias electorales

Recién ha comenzado a disfrutar de lo que viene. Lifschitz se siente el legítimo gobernador electo y transcurrirá este tiempo entre la planificación de las primeras líneas de su futuro gobierno y el cabildeo en torno de su gabinete. Ya habrá tiempo para ver cómo funciona su relación con Antonio Bonfatti al que por el momento considera "una ventaja" como presidente de Diputados.

 Por Leo Ricciardino

Comienza una larga transición para Miguel Lifschitz. Hace bien el gobernador electo en preservar los nombres de sus colaboradores más cercanos: tenerlos ahora sobre la mesa aceleraría un proceso de desgaste para ellos y pondría en una situación incómoda a los actuales titulares de cada una de esas carteras. Con todo, por características personales y los indicios que se han ido dando, el nombre del diputado radical Maximiliano Pullaro es el primero que sonó para ocupar el área de Seguridad Pública. Reúne algunos puntos fundamentales para Lifschitz: Es joven, es radical y no es de Santa Fe ni de Rosario. Es decir, colabora con la renovación política para el futuro gobierno, amplía la base frentista y cumple con el requisito de equilibrio territorial que impulsa el ex intendente de Rosario para formar elenco. Tanto Pullaro como Lifschitz niegan que hayan existido ya conversaciones pero por lo menos algún sondeo hubo.

Otro punto de este tiempo será la convivencia con el actual gobernador. Todos saben que no son amigos ni mucho menos. Y también que en la primera parte de la campaña Lifschitz pensó que era mejor mantenerse alejado de la figura del mandatario que aparecía muy pequeño y en tercer plano en los primeros afiches antes de las PASO.

El resultado adverso de las primarias para Lifschitz y la consagración de Antonio Bonfatti en la categoría de Diputados, le dio como dijo la presidenta un baño de humildad a Lifschitz que empezó a reivindicar mucho más a la gestión que comenzó en 2011.

A tal punto que ahora el gobernador electo le dijo a este diario que "para mí será una ventaja tenerlo a Antonio como presidente de la Cámara de Diputados". Sin duda lo va a necesitar y Bonfatti comprende muy bien lo que son las necesidades políticas y por eso se "pegó" a Lifschitz en el último tramo de la campaña cuando las papas realmente quemaban y parecía que todo estaba perdido.

Hasta los radicales se asustaron y por eso Lifschitz suelta muy naturalmente su frase de que el Frente Progresista "salió fortalecido de estas elecciones". Cómo es posible si le ganó por apenas 1.496 votos al PRO de Miguel Del Sel. Precisamente, el miedo no es zonzo y solidificó alianzas que hasta el momento eran muy lábiles dentro de la coalición de gobierno.

Y en ese marco y sobre todo en Rosario, los aliados están protagonizando lo que tanto reclamaron: una mayor participación en el poder, un escenario de alternancia que los pusiera en otro lugar en relación con el socialismo hegemónico. Ese cambio se dio de la única manera eficaz y solvente que puede darse: a través de los votos. Pablo Javkin hoy no es solo el joven político de gran destreza y con predicamento público. Es todo eso y su sólida acumulación de votos durante las PASO.

En Santa Fe, las acciones del intendente José Corral y por ende las de Mario Barletta también no son las mismas que antes de convertirse en el primer intendente reelecto de la capital provincial en toda su larga historia.

Con todo, el recorrido de Miguel Lifschitz en los últimos años se parece al que hasta hace poco ostentaba Daniel Scioli para con el kirchnerismo. No resulta alguien del todo confiable para la plana mayor del Partido Socialista. El ex intendente de Rosario es sospechado de un personalismo excesivo y en secreto se le han señalado siempre sus coqueteos con grupos y personajes de las antípodas ideológicas. Ahora como gobernador él y solo él pueden mostrar que esos preconceptos no eran del todo serios.

Otras facturas que quedaron en el escritorio pasan por su mandato como senador provincial, donde no tuvo demasiada relevancia ni puso el cuerpo entero cuando las cosas estaban muy feas para el gobierno por la explosión del narcotráfico y el incremento sin freno de los homicidios en las principales ciudades de la provincia.

Tampoco resultó un dirigente sumamente atractivo para la juventud socialista y mucho menos para los universitarios que se acordaban de la creación de una línea interna al tradicional Movimiento Nacional Reformista que responde enteramente a Hermes Binner. Pero, al igual que los adversarios internos y los aliados frentistas; todos volvieron a juntarse ante la inminencia de caer derrotados por la derecha.

Quizás algunas de estas demandas o diferencias aparezcan en algún momento. Ahora es un tiempo de rosas, un camino sereno que muestra a un dirigente templado en la paciencia y en el saber esperar. No hay dudas de que este Lifschitz es alguien que tiene la dureza de un cristal después de haber obedecido la orden de esperar un turno porque Binner quiso imponer en 2011 a su amigo Antonio Bonfatti.

Pero Bonfatti tampoco es el mismo que antes de ser gobernador. Seguirá siendo una figura clave para el Frente y el socialismo cuando le pase la banda a su sucesor. Su rol en la Legislatura será muy gravitante y en más de una ocasión habrá roces con el Ejecutivo. Pero eso vendrá más adelante.

A Lifschitz, por el momento, no le queda más que disfrutar este exiguo triunfo que igual lo deja fortalecido porque en dos o tres meses más nadie recordará la pequeña diferencia por la que ha sido electo gobernador. Es ya un gobernador electo legítimo y con todo el poder y estructura que le confieren su partido y los aliados de las otras fuerzas que darán proyectos y hombres para nutrir al futuro gobierno provincial.

Es más, Lifschitz podría utilizar como elemento de poder su "amplitud frentista" ante la posibilidad de tener sozobras internas en momentos delicados de su administración que comenzará el 10 de diciembre.

Uno de los puntos que ha puesto sobre la mesa a pocos días de confirmarse oficialmente su triunfo como gobernador de Santa Fe, debe ser tenido en cuenta. Lifschitz quiere ser el gobernador que logre la reforma constitucional en Santa Fe. Claro que no ha dicho si él se autoexcluiría de la reelección para el gobernador, como en su momento lo aclaró el propio Bonfatti. Esto aún no ha comenzado y queda por delante, como se dijo, un tiempo de rosas en esta transición provincial después de las turbulencias electorales.

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Imagen: Sebastián Granata
 
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