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Miércoles, 18 de octubre de 2006

CIUDAD

Una placa para recordar a las siete víctimas de Los Surgentes

Se descubrió ayer en un emotivo acto en la esquina de San Lorenzo y Dorrego; donde funcionara el Servicio de Informaciones de donde fueron sacados para ser fusilados luego en Córdoba.

 Por José Maggi

Los nombres de Cristina Costanzo, María Cristina Márquez, Ana Lía Murguiondo, Daniel Oscar Barjacoba, Sergio Jalil, Eduardo Laus y José Oyarzábal; figuran desde ayer en una placa colocada en la esquina de San Lorenzo y Dorrego, donde funcionara el Servicio de Informaciones de la policía provincial. Así, en el marco de un emotivo acto sus familiares, amigos y compañeros de militancia decidieron recordarlos a treinta años del 17 de octubre de 1976 cuando fueron sacados desde ese centro clandestino de detención, para ser acribillados a balazos en un camino rural de Los Surgentes en la provincia de Córdoba.

Los recuerdos comenzaron con las sobrinas de Eduardo Laus, y continuaron de inmediato con Eugenio Capisano, quien fuera compañero de Elena Corbin madre de Daniel Barjacoba. Capisano recordó el dolor que le provocó a Elena la desaparición de su hijo, las formas en que eligió lucha para recuperarlos, su detención y tormentos y finalmente el cáncer que terminó de minar su salud. "Los varones hemos sido un poco culpables de lo que ha ocurrido", confesó.

A su turno una amiga de Cristina Costanzo la recordó "con sus botas embarradas luego de alfabetizar" en barrios marginales, mientras Nelma Jalil, una de las Madres de la Plaza 25 de Mayo presentes recitó un poema en memoria de su hijos Sergio. También estuvieron Elsa Massa, Darwinia Galicchio, Norma Vermeulen, y Keka Toniolli entre otras Madres.

Por su parte Carlos Pérez Risso, rescató la actitud del Vasco Oyarzábal y de Eduardo Laus, y compartió su deseo de que "las banderas que levantamos en los setenta se concreten, aunque sea sólo en un 10 por ciento".

Pacho Reydó, un ex compañero de encierro del Servicio de Informaciones fue también fue de la partida, y recordó la fuerza que le transmitió Oyarzábal el día que cayó detenido. "Aguantá, para que no caiga otro compañero" le encomendó el Vasco, algo que según Reydó le permitió enfrentarse a los peores momentos del encierro.

Pero uno de los momentos más emotivo del acto fue la carta leída por María Murguiondo, hija de Ana Lía, quien con menos de dos años de edad tuvo que pasar por el oscuro sótano policial, donde fue torturada. Acompañada por su hija Juana Luna, "que tiene casi la misma edad que tenía cuando nos secuestraron a los tres" según relató en una carta que hizo pública ayer, y en la que describe a su hija, como "un solcito que me acompaña, que el día de nació sentí que se abrió una puerta donde reencontré todo ese amor que estuvo esperando resurgir durante 30 años".

Finalmente Carlos del Frade, quien fue el conductor del acto, leyó un carta escrita por Carlos Üsinger recordando a Cristina Márquez. "Recuerdo a Tina con sus grandes ojos oscuros, y su pelo negro que solía peinarse tirante hacia atrás lo que le otorgaba un cierto parecido a Evita, a la que admiraba profundamente y trataba de imitar con su militancia. La recuerdo trajabando en una de las 'chocolateadas' que preparábamos para los pibes de Bella Vista Oeste ofreciéndoles una buena merienda y haciéndolos jugar incansables ellos e incansable ella con una energía que se renovaba en su gran amor a los niños. Todas las injusticias la ofendían fundamentalmente la pobreza. Tina, hubiésemos deseado que tengas una larga y fértil existencia, pero vos quisiste que tu historia fuera intensa o no fuera, que fuera justa o no fuera. Te juraste a vos misma que lucharías como Evita por los humildes o sucumbirías en el intento y tuviste la maldita nobleza de cumplir con tu promesa. Hay gente que ha vivido muchos años, que ha tenido muchos hijos y jamás se preocupó por los demás, jamás se comprometió por algo que no fuera su pequeño círculo familiar. Pienso que las personas como vos son las que le dan sentido a la vida. Los otros solamente perduran, como un hongo que crece a la sombra de un árbol. Vos por el contrario, fuiste un árbol fuerte y generoso capaz de cobijar a otros seres bajo sus ramas de los que hacen de este sociedad un lugar digno de ser habitado", concluyó el texto.

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María Murguiondo con una antorcha, reparte copias de la carta a sus padres desaparecidos. Familiares, amigos y compañeros de las víctimas los recordaron con emotivas referencias.
 
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