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Domingo, 6 de mayo de 2007

CIUDAD › UN DISCIPULO DE BOBBIO Y PADRE DEL "GARANTISMO"

"Primero, las libertades"

El ex juez italiano Luiggi Ferrajoli estuvo en la ciudad
invitado por el Departamento de Criminología de la Facultad de
Derecho. No comparte endurecer las penas para frenar el delito.

 Por José Maggi

"La respuesta penal es el síntoma de un fracaso, porque se aplica cuando otras medidas son insuficientes. Allí se hace necesario el derecho penal". La frase pertenece a Luiggi Ferrajoli, jurista discípulo de Norberto Bobbio, y uno de los padres del "garantismo" jurídico. El ex juez italiano -que estuvo en Rosario invitado por el Departamento de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho- aconsejó que en lugar de seguir proponiendo el endurecimiento de las penas como freno a los delitos, apuntar el interés de la sociedad hacia "los crímenes de los poderes que son lo que más deben preocuparnos, como la corrupción y la tortura, porque su impunidad produce más criminalidad".

Daniel Erbetta, docente universitario y anfitrión de Ferrajoli los definió como quien "ha construido todo un aporte al paradigma garantista del derecho, no solo con proyección al derecho penal sino a todas la ramas del derecho a partir de una concepción de los derechos fundamentales como el derecho del más débil. De alguna manera Ferrajoli es la reencarnación con una visión crítica de lo que será el pensamiento ilustrado, una suerte de neoiluminista que recupera lo mejor de aquel momento tan alto del pensamiento mundial", resumió Erbetta.

-Ferrajoli, usted llega a un país en el que hay sectores que postulan resignar libertades para sentirse más seguros.

-Esta es una deformación ideológica del problema de la seguridad: nunca se puede resignar libertad para ganar seguridad porque las garantías deben ser de verdad y de eficiencia. La seguridad de los ciudadanos es la seguridad contra los abusos policiales, es la certeza del derecho, es la seguridad del inocente. La cuestión principal es que el problema de la seguridad es un problema social no un problema penal: la criminalidad es de subsistencia, y es una criminalidad que se puede enfrentar garantizando otros tipos de derechos, como los derechos sociales. Cuando la desigualdad es muy grande, cuando la subsistencia y la supervivencia no está aseguradas, naturalmente hallan un terreno fértil para la pequeña criminalidad de subsistencia. Por eso es necesario reformas sociales, no reformas penales. Cuando la desigualidad es muy fuerte es previsible un aumento de la criminalidad. Solo en un sentido demagógico se puede argumentar que la criminalidad puede ser controlada con penas más duras.

-En esta provincia ha hecho eclosión el modelo de abordaje de los menores que delinquen. En este tema también es criticado por distintos sectores el "garantismo" jurídico.

-Esta es una tendencia de la política y de la comunicación: presentar estos como problemas de orden público, tal como si se trataría de neutralizar a los malvados. Naturalmente esto funciona, pero en el derecho penal es una disputa simbólica porque estos son problemas estructurales y es necesario invertir en instrucción, en trabajo, en la familia ya que las disputas o acciones penales están solo destinadas a agravar el problema. Naturalmente la acción penal es necesaria pero si es excesiva, termina acentuando el conflicto porque no es un factor de integración social sino todo lo contrario de desintegración. Un ejemplo de esto son los Estados Unidos que tiene más de dos millones y medio de detenidos con una política puramente simbólica del derecho penal que ha producido una encarcelación en masa de pobres, que ha penalizado la pobreza. El derecho penal también puede alimentar, sostener y favorecer la marginación social, la discriminación en torno de grupos por ejemplo el de los inmigrantes ilegales. La estadística histórica, demuestra la tesis de Montesquieu: que el grado de civilidad de un país se mide por la dureza de sus penas. Es decir que la aplicación de la mayor pena del Código Penal es síntoma de una sociedad violenta y puede producir la desvalorización de las personas. La pena de muerte es un símbolo del desprecio por la vida humana que es producida por el Estado mismo. La violencia institucional es necesaria, sin embargo su eficacia es tanto mejor cuanto más asimétrica respecto al delito.

-¿En que debería poner más atención la sociedad entonces?

-Los crímenes de los poderes son lo que más deben preocuparnos, como la corrupción y la tortura, porque su impunidad produce más criminalidad.

El tema del impacto del derecho penal y la eficacia de la pena en la criminalidad de subsistencia que provoca violencia en la calle, es muy pobre porque este tipo de delincuentes no se enteran si las penas subieron o bajaron, ni tampoco están pensando en la condena a la hora de llevar adelante una conducta ilícita. Por el contrario el aumento de la pena en los crímenes del poder producen cambios de conducta. Por ejemplo en Italia el Mano Pulite, que produjo por un período una caída de la corrupción porque era clara la respuesta a la corrupción.

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Para Luiggi Ferrajoli "nunca se puede resignar libertad para ganar seguridad". "La cuestión principal es que la seguridad es un problema social no un problema penal".
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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