Viernes, 1 de julio de 2011 | Hoy
Edda Díaz en la piel de una lesbiana demasiado maltratada, demasiado sufrida, demasiado atormentada por una herencia psicoanalítica pasada de moda, logra intrigar a sus espectadores en Días de visita.
Por Paula Jiménez
Días de visita, la obra interpretada por Edda Díaz, acompañada de un numeroso elenco, y dirigida por Néstor Zacco, podría ligarse con Teatro abierto o con ciertas obras de los ’80: un teatro comprometido, profundo y político que busca exponer el estado de una sociedad a la luz de su historia o de la historia de sus personajes. En este sentido, no son tantas las producciones actuales que lo hagan, más bien, a veces es la insustancialidad y la frivolidad aquello de lo cual se quejan algunos críticos. Días de visita viene a ocupar, probablemente, un lugar vacante en el panorama teatral y a la vez a acompañar el momento sociopolítico que nuestro país atraviesa. Sin embargo, esta obra escrita por Juan Crespo incurre en cierto anacronismo y esto quizá se deba a la mirada psi que hila sus caminos argumentales. La idea de un presente resultante del pasado es, por supuesto, la idea que en estos tiempos todos pretendemos afirmar, pero la visión psi —ya debilitada, que produjo durante décadas una inalterable interpretación de los vínculos— ofrece muy pocas salidas posibles a una determinada secuencia de hechos. Ejemplo: si hay una niñez traumática, habrá una adultez sufriente, si mi mamá no me quiere y mi papá me sobreprotege, seré lesbiana. Aquí es donde se inserta el personaje de Silvia Uber, encarnado por Edda Díaz: una chica que se enamora de su hermanastra, que es descalificada por su madre, que se convierte en una escritora que nunca publicó y que, por supuesto, termina mal. La historia está narrada desde un presente en el que vuelven a la psiquis de Silvia los fantasmas del pasado y así los tiempos se confunden, se mezclan, como también se mezclan dentro suyo las imágenes masculinas y femeninas que la constituyen. Como vemos, hay una duplicación, un estado de sospecha permanente que pone en cuestión la realidad y la conciencia, camino que va a contrapelo de los tiempos que corren caracterizados por la irreflexión y por la inmediatez. Silvia Uber es el emergente de una familia de varios integrantes y para nombrar sólo dos diré que la madre es amante del yerno y que el hermano violento y psicótico cree haber cometido un asesinato. Es decir, en esta pieza no se necesita ser lesbiana para estar loca, se puede no serlo y también estarlo, pero da la casualidad de que la única que se suicida es la lesbiana y esto religa el destino trágico con la homosexualidad, haciendo al personaje recaer en un estereotipo que, sin embargo, la interpretación de Edda Díaz elude permanentemente.
La obra es dinámica, compleja y sin baches, y su hora y cuarenta de duración pasa volando gracias a la actuación cuyas bondades ya todos conocemos, y la dirección y la agilidad de la puesta de Néstor Zacco.
Días de visita, los viernes a las 23 hs.
Teatro La Tertulia, Gallo 826.
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