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Viernes, 11 de noviembre de 2011

MARCHAXX

Desde arriba y desde abajo

 Por Susy Shock

Hace dos años ya que a las marchas se me ha sumado, entre otrxs, mi hija Anahí. Ella, que sabe lo que nos cuesta y todo lo que ganamos en este refundarnos, en el estar releyendo los lazos padre/madre/hijx. Por eso la marcha para nosotrxs es una ocasión de festejo familiar, junto a los reclamos, al recuerdo por tantxs que ya no están, a la necesidad de dar cuenta de las posibles realidades de vínculos amorosos aun adentro mismo del propio colectivo. Sumado a eso, participé por primera vez en dos puntas bien distintas: desde abajo, con nuestro primer puesto de ventas juntxs, con mis libros de poesía y relatos y sus remeras con los diseños de las “tritetas”, de ella y “Bark”, su grupo de jóvenes amigxs; y en segundo lugar, cantando en el escenario gigante del Congreso. Fuimos testigxs del pasar de múltiples humanidades que compraban o sacaban fotos o simplemente saludaban al reconocernos, mientras la autogestión hermanada de tantxs otrxs sumaba visibilidad puesto a puesto; por eso, abrazarnos con Naty Menstrual entre sus ropas con sus personalísimos diseños, o correr a comer al puesto de la Parrillita Transeúntes, o pasarnos mates con el naciente Bachiller Trans Mocha Celis, o tirarnos besos a lo lejos con la gente de El vahído, o saludarnos con las chicas de la Nadia Echazú, es también la imperiosa necesidad de hacer posible ese sentimiento de comunidad, o de una idea de más cercana pertenencia, ese hilo todavía tan delicadito de “juntxs tejer”. Para luego desmontar y empezar a marchar, para que allí nos vean “lxs otrxs”, nos hagamos escuchar, haciendo el hueco de la palabra entre tantos bafles bolicheros y bullangueros, y renovar nuestro rechazo a la Iglesia y su complicidad genocida, o asumirnos “tortas que podemos también ser pasteles”.

Y finalmente subirme a cantar y sentir que mi corazón casi estalla cuando al presentarme ya fui querida antes de entregar nada. Y ni que hablar del momento a donde se sumaron a mi voz, las voces de hermanas tan sentidas como Sole Penelas, Valeria Cini, Caro Bonillo, Pilmaiquen, Karen Bennet, Carla Morales y Lisa Casa Brandon Kerner, y en ausencia sentida las voces de Marlene Wayar, Diana Sacayán y Lohana Berkins, a quienes invité pero por diferentes motivos no estuvieron físicamente presentes, pero sé que sumamos a ese coro fémino y aguerrido, con el que propusimos la baguala y el canto colectivo con cajas chayeras y todo, para dar cuenta, finalmente sudacas, de que también hay otro camino cultural posible desde donde poder construir y construirnos, ese cantar en ronda, orgullosxs de que pensemos distinto. Pero apuntandole al ojo puerco nos oprime, todavía nos violenta, del/a que todavía no nos escucha y todavía nos mata.

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