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Viernes, 23 de diciembre de 2011

La fábrica de juguetes

No recibe cartas cuando llega la Navidad, no hace sus repartos en trineo. Aun así, la asociación entre un fabricante artesanal de juguetes sexuales que tiene su ático en pleno corazón de Caballito y el viejo Santa Claus resulta tentadora. Respondiendo a esa tentación y a otras se realizó esta entrevista.

 Por Gustavo Streger

Por fuera, un portón, rejas, cortinas negras y aspecto abandonado. Difícil imaginar que del otro lado se encuentran decenas de elementos creados para dar placer y cumplir los deseos más diversos. ¿O es así como debemos imaginar la guarida de un Papá Noel para adultos? Lo cierto es que allí, en pleno Caballito, Martín, un personaje que en tiempos navideños podemos asociar con Santa Claus, pero también con Gepetto o mejor dicho con un doctor Frankenstein, teniendo en cuenta la vida que cobran sus criaturas, elabora, diseña y vende lo que él mismo llama “sex tools” (herramientas sexuales). No “sex toys” (juguetes sexuales), aclara con cierto énfasis, y realizadas íntegramente con látex, un fetiche, también aclara, “no tan explorado en el país”.

Late el látex

El primer ritual para ingresar al mundo de las prendas de goma al que invita Martín es probarse un helmet que él define como su “obra maestra”: es un casco con un grosor equivalente a veinte máscaras de látex. Ahí dentro no se puede ver, ni hablar, ni escuchar, por eso se llama de “privación sensorial”. Sólo tiene dos agujeros mínimos a la altura de la nariz. En la parte trasera posee cuatro correas para ajustarlo. Pongo la cabeza primero por el mentón y el material se adhiere rápidamente a mi cara. Ajustar la primera cinta ya me genera claustrofobia y miedo por la sensación de sumisión e impotencia, por lo que decido no someterme a los otros tres. Después de unos segundos eternos, mi anfitrión me saca la correa, me quita la máscara y yo me encuentro con la sonrisa de Martín. Me explica que para los “rubber” (los fanáticos del látex y la goma) este elemento es irresistible por su estética y porque potencia el resto de los sentidos.

Más tarde, tal vez con intención de vencer mi pánico a fuerza de alegorías, afirmará que la privación sensorial en un elemento como el helmet es parecida a hacer meditación. “Yo siempre digo que si un monje tibetano hubiera conocido esto, se hubiera ahorrado 20 años encerrado en el templo. Hay muchos sentidos que uno no puede controlar, no podés dejar de oír o de oler. Este elemento te hace cambiar la sensación del tiempo que transcurre. En ese estado cualquier estímulo sexual se siente potenciado. Esa es la parte divertida”, explica con una sonrisa que denota un recuerdo o una parte de un recuerdo divertido.

Pero esto no es lo único. En los mostradores del pequeño showroom se exhiben máscaras, cascos, dildos de extrañas formas, embudos y válvulas. En general, el secreto parece ser la combinación entre material y mecánica: la estética del látex potencia la excitación y los elementos para controlar los sentidos son opciones para explorar y estirar límites al momento de tener relaciones sexuales.

El llamado de la vocación

Martín sintió la atracción por el látex siendo un adolescente de 16 años en 1989, cuando conoció la banda The Cramps y sobre todo a su cantante, Lux Interior, que lucía ropa diseñada con ese material. No puede explicar exactamente la sensación, pero experimentó una atracción hipnótica por la goma. “Me llamó la atención a nivel estético, es una sensación que sólo te la da ese material; tiene una consistencia que le da algo humano, por eso lo llaman una ‘segunda piel’. Se adhiere al cuerpo y lo hace más atractivo, te modela, puede ser súper brillante. Perfecciona y lo que pongas en látex queda mejor.”

“El material es medio surrealista porque podés inflarlo, moldearlo, hacer ropa, hacer mil cosas que con otros elementos, no. Quizá verlo de afuera sin tenerlo al alcance me obsesionó un poco. Yo cuero no uso porque soy vegetariano. Al látex lo relaciono con sexo y belleza, brillo, morbo. No sé qué oscuro click hará en mi mente, pero veo a alguien con látex y me parece que se ve muy atractivo. Como en el país no se podía comprar, pensé hacerlo para que estuviera a mano al menos para mí, por curiosidad, y después terminó siendo un trabajo.”

¿Por qué látex? “A todo lo anterior se suma que la primera relación que tuvimos con un objeto fue látex. Hay varias generaciones que tomaron su mamadera con goma en la boca o usaron el chupete, y las primeras etapas orales quedan grabadas. También nenas que usaron bombachitas de goma. No es loco que ese material vuelva a tener alguna connotación sexual. Además, en muchas personas hay una especie de personaje que da el traje y una suerte de transformismo al montarse con una ropa particular, ahí se genera un vínculo con ese látex y esa identidad”, dispara.

Años después del despertar de esa fijación por la goma comenzaron las pruebas en un galpón abandonado en el patio de las casas de sus padres. En una época sin Internet, poco sabía sobre cómo se realizaba, si se podía colorear, cómo se pegaba. Su trabajo como diseñador gráfico en una revista infantil –de la que no quiere decir el nombre– lo aburría mucho, y tenía tiempo, así que empezó a investigar. Dos años después se encontró haciendo pruebas. “Mis viejos nunca me preguntaron qué hacía, pero mi familia siempre fue bastante respetuosa, cuando dejé mi trabajo para dedicarme de lleno a esto lo conté y nunca me cuestionaron.”

Las claves para encontrar la fórmula fueron “paciencia y necedad”. “Aprendí de química y tuve mucho ensayo y error para ir afinando la puntería. Al principio, las cosas no funcionaban, pero fui preguntando a ingenieros químicos que me indicaron cómo resolver problemas. También tuve que usar mucho ingenio, hay cosas que las resolví a mi manera y funcionaron, pero capaz otro las hubiera hecho de forma diferente. Creé algunas máquinas con restos de otras, por ejemplo. Todo tiene mi versión, aunque muchos elementos que hago son versiones de otros que ya existen y la gente vio afuera y quiere tener. Cada fabricante tiene su método. Lo que realizo tiene una mezcla entre lo industrial y lo artesanal, por eso yo digo que es semiindustrial, porque tiene cosas artesanales de pegado y trabajo manual. Yo casi no hago nada en serie y a veces me encuentro haciendo todo el proceso para un solo producto”, puntualiza.

En 2009 recién pudo vender sus primeras creaciones, tímidamente sacó tres versiones con la esperanza de encontrar quien las comprara. A la gente le gustó y ahora incluye cada vez más elementos que comercializa principalmente desde su blog durofetish.blogspot.com y que envía a domicilio por medio de motos, que no saben el contenido de lo que llevan para proteger la privacidad del comprador.

Un mundo de sensaciones

La tienda es pequeña, apenas un cuarto amplio con tres estanterías. Desde afuera es intimidante, hermética. Incluso –cuenta– hay gente que prefiere ir personalmente a buscar sus pedidos, pero cuando llega no se anima a entrar. Al ingresar, lo primero que llama la atención son las máscaras y cascos que sobresalen, imponentes, como interpelando al comprador: están las que impiden ver, o escuchar, o las que tapan toda la cara y sólo dejan lugar para respirar. Las más extremas permiten “jugar” con la asfixia de quien las usa por parte de otra persona, que tiene el control de un tubo que conduce el aire a la boca. En el medio de la relación sexual, el control de la respiración es una práctica por la que se inclinan algunas parejas y encuentran en la desesperación de la falta de aire una potencialidad, especialmente en el momento del orgasmo. Todos los elementos son de color negro, por una cuestión de costos y también de estilo.

Hay máscaras inflables, otras de privación sensorial o de dominación. Lo fetiche BDSM (bondage, disciplina y dominación, sumisión y sadismo y masoquismo) tiene mucha relación entre los objetos para poder combinarlos. La “máscara disciplina”, incluye dos ganchos a los costados de los ojos y otro par alrededor de la boca que permiten poner y sacar accesorios que bloqueen la vista y la boca, e incluso utilizar mordazas sólidas o inflables.

Hay para todos los gustos. Una de las máscaras incluye un embudo con un tubo que ingresa por la boca, para quienes realizan la práctica de lluvias doradas. Es decir, una persona orina en el recipiente que dirige al conducto que ingresa directo a la boca de la otra persona. Después de todo, hay gente que hace orino terapia, se me escapa el chiste como para distender. Pero...

Al pasear la mirada, el segundo mostrador que sobresale es el que exhibe los dildos y plugs. El novedoso sistema de plugs permite insertar los elementos en la vagina o el ano y luego inflarlos. Posee una cabeza más rígida en su interior que facilita la penetración. Una vez en su sitio al ser bombeado el aire a su cámara, ésta se expande forzando la dilatación. Su diámetro es de 4 centímetros pero inflada llega a 8 o más. El sistema es similar al que utiliza un tensiómetro para tomar la presión arterial: la válvula hace que se infle progresivamente y luego, girando una perilla, se desinfla para ser retirada.

“Estos elementos son los que más se venden, porque yo soy el único que los hace. Son para obtener dilataciones rápidas, para gente que practica fisting (que consiste en la introducción parcial o total de la mano en el ano o la vagina). Es muy amigable porque va dilatando por completo. Es blando con la punta más dura, para que cualquiera pueda usarlo. Hay más chicos para principiantes y van aumentando el tamaño.”

“La diferencia es que los dildos entran y salen mientras que el plug es inexpulsable: no podés sacarlos una vez que está inflado, tenés que liberar el aire para retirarlo”, detalla. Hay algunos plugs que resultan graciosos para el ojo inexperto, pero toma una connotación más seria en el contexto de las relaciones de dominación, que son los que se introducen en el ano y dejan afuera una cola de caballo o de perro. “Si el perro está feliz la cola se pone para arriba y si está triste para abajo”, agrega Martín, y uno a esta altura no sabe si es chiste o lo dice en serio.

Además, se venden prendas como remeras, shorts, slips o bombachas. Los que están dedicados a las mujeres tienen una estética similar a la de la Mujer Maravilla, mientras que las de los hombres muestran opciones variadas como las que tienen lugar para introducir el pene, o directamente agujeros en los lugares clave para tener relaciones sin tener que quitarse el short, ya que parte del erotismo se encuentra justamente en tener siempre algo de látex puesto.

Finalmente, cuelgan de las estanterías herramientas para realizar enemas, que para muchos pueden resultar procedimientos médicos engorrosos, pero para los rubber también son juegos eróticos. “Hay gente muy aficionada. Mi teoría es que en un sex shop hay cosas muy de etapa genital, pero los elementos fetiches tienen que ver más con las etapas orales y anales. El enema es el fetichismo como práctica en sí misma o puede hacerse para obtener higiene antes de hacer fisting. A veces se usa como una humillación en juegos de rol tipo amoesclavo. La práctica del enema es una cuestión de sensación interna. En las etapas anales de la niñez te enseñan a ir al baño y aguantar las ganas y la psiquis del que practica esto se remite a ese estadío; querés aguantar pero no podés. Retrotrae a esas sensaciones”, describe.

¿Por qué separás tan tajantemente los sex tools de los sex toys?

–Los objetos que hago no tienen onda de juguetes sino de herramientas, que tiene una impronta más bien masculina: cosas grandes o pesadas. Como diseñador, no quiero que sea rosita y soft, quiero algo zarpado. La idea de juguete se vende como si fuera un chiste, esta cuestión tiene poco de chiste. Es como comparar un Mini Cooper, que puede ser simpático, con una grúa. Está más cerca de un overol que de un babydoll.

El restaurador

Una tarea llamativa que incluyó Martín fue la de reparación de objetos de látex. Esos trajes con una fuerte carga erótica y compañeros de viejas batallas, que sus dueños se niegan a dar por perdidos. “Me han traído cat suit, que son los trajes de cuerpo entero, que generalmente se compran fuera del país y cuestan entre 1200 hasta 4 mil pesos. También hay gente que tiene un fetichismo sobre una prenda en particular y ese objeto es muy importante. Algunos compraron la prenda hace 15 años, se rompió, la guardó y ahora me la trae para reparar”, ejemplifica.

“Hay cosas que son difíciles de reemplazar, por ahí alguien compró algo alemán o inglés. Pero, principalmente, cada persona que se pone una máscara la siente única. Por ejemplo, Ava es una chica que es una fetish model, que es la única que se saca fotos con látex en el país. Yo le hice una máscara especialmente para la cara de ella, pero con el paso del tiempo se le rompió la boca y era algo muy ligado a su identidad. Eso le pasa a mucha gente que genera una relación afectiva con su máscara, aunque parezca parecida a otra, hay una que es la suya”, agrega.

Martín afirma que los arreglos “generalmente quedan bien” y que le genera un compromiso solucionar esos problemas porque sabe “que la persona no sólo busca reparar algo roto sino que tiene una carga afectiva”. “Ahí la persona tuvo la confianza de traer algo tan significativo que me da satisfacción saber que lo resolví porque no es cualquier cosa”, enfatiza.

¿Alguna vez te pasó que alguien viniera a arreglar un dildo, por ejemplo?

–Me ha pasado que algo dejó de funcionar en un dildo inflable y reemplacé la válvula. Me daría un poco de cosa reparar otra parte. Lo mejor es reemplazarlo, capaz daría otro, por una cuestión higiénica. Nunca me pasó pero diría que no.

Locos por la goma

Los consumidores de sus productos conforman una subcultura. “No hay edades ni un perfil determinado, es gente de entre 20 y 80 años que hace cualquier cosa y en su vida privada se inclina por esto. Hay dos grupos grandes: el gay rubber, que conoce esto porque viajó y lo compró en otros países, que es un segmento más maduro; y el mundo hétero que viene más del lado del fetiche y está más crudo. Ese mundillo se acerca más tímidamente y el látex es un elemento más que incluye, como podría usar cuero o transparencia. En el rubber hay mucha más especificidad.” En menor medida compran elementos las personas trans y muy pocas lesbianas.

“Las mujeres que compran tiene una onda más leather, lo que yo hago tiene una impronta masculina, por eso quizá no se enganchan tanto ellas. Si debiera recomendarles algo para empezar serían los inflables, que son fantásticos. Pero lo cierto es que mi oferta está más orientada al grupo que más está desarrollado que son los gays”, describe.

Aún no existen en el país fiestas temáticas exclusivas para rubbers. “Hay más leather. En general, lo que hay son ‘Samigos que se juntan’, pero esto se da entre gente que se mueve por foros y quedan en encontrarse. La única fiesta los miércoles, sábados y domingos en el bar Kadu, ubicado en Barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires, pero son fiestas donde hay cuero y también se admite látex. No podemos ser tan sectarios porque no somos tantos. Aunque algunos no vean tanto la diferencia, en el cuero se da más la cosa de poder. El sentimiento por el látex me parece que después imaginarás qué razón racional hay detrás, pero igual es bastante básico: te calienta, te gusta y punto”, remata.

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Imagen: Sebastián Freire
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