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Viernes, 13 de junio de 2014

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Cuando la familia no sale del closet

Querido suple Soy:

En referencia a la nota de tapa del viernes pasado: sí, estamos seguras, el coming out de las familias es el próximo paso, o al menos es uno de los pasos importantes que queremos dar. Y hay que celebrar y festejar ese orgullo materno y paterno y de los hermanos y de los primos en las situaciones en que felizmente esto ya sucede. Cómo no hacerlo. Hay que festejarlo. Aquellxs –un gran porcentaje, por cierto– que no tenemos esos privilegios lo anhelamos tanto, no se imaginan... Porque es nuestro caso, pero en el caso de tantas amigas queridas que son lesbianas o bisexuales nos queda, en la lucha por mostrarnos tal como somos, un sentimiento de orfandad. Y creemos que lo que ocurre muchas veces es que pensamos que ya con decirlo es suficiente. Pero, ¿qué hay de lo que pasa después? Una lo dice y resulta que no la escuchan, hay que repetirlo hasta el cansancio. Las familias ensordecen y enmudecen, nos invisibilizan, incluso frente a otras personas, amigos. De pronto te conceden el honor de poder compartir con ellos un almuerzo los domingos, a costa de que te quedes bien mudita sobre tu vida afectiva, a costa de que les mientas, o de que les cuentes que te va bárbaro en el trabajo (¿para compensar con tu éxito los desórdenes sexuales?), cuando a vos te importa un carajo eso y lo que tenés ganas de contar es que te enamoraste, o te fuiste a vivir con tu novia, o te separaste, o querés tener un hijx, etcétera.

Como decíamos al comienzo, todavía no dimos ese paso, o al menos un número importante de nosotras no tuvimos esa suerte: hay muchas historias de rechazo e indiferencia, de acuerdos implícitos de participar al precio de no compartir la propia forma de vida. Salir y no salir del closet, hablar de nuestras parejas, compartir incluso el dolor de la pérdida en el amor, puede contribuir al trillado convencimiento de que las parejas diversas duran menos...

Creo que muchas de nosotras lo soportamos hasta que un día leemos una nota en la que aparece una madre orgullosa, como la de Flor Magnaterra, y decimos: ¿por qué no a nosotras?, ¿por qué tenemos que ir siempre solas los domingos a los encuentros familiares?, ¿por qué tenemos que escuchar cómo celebran con bríos todas las uniones hétero de la familia mientras niegan nuestras relaciones amorosas, nuestras formas de erotismo y afectividad?

No es la melancolía la que nos lleva a escribir esta carta sino la necesidad de ciertos señalamientos a la hora de pensar cómo se suceden los vínculos familiares cuando sos torta o bisexual y rompés con al menos una expectativa clara: que la nena encuentre un buen partido, un chabón que la quiera y se arme otra familia que se concatene con la primera... Esto pasa y sigue pasando, hay una ruptura que las familias tradicionales en su mayoría no pueden habitar.

Creemos que el reconocimiento, el respeto, la afirmación, aun sin comprender, es algo que los afectos nos debemos siempre como un elemento básico de nuestra constitución. Quizá por eso la mejor opción en nuestros días ha sido la de reconstruir esas familias, de mixturar con criterios que trascienden el biologicismo y encontrar espacios de afectividad entre quienes podemos compartir nuestras vidas.

¡Que nos adopten a todxs esos padres orgullosos! ¡Que nos adoptemos todxs entre todxs! Las familias tienen que ser cada día más y más grandes y tener brazos abiertos para contenernos a todos. Que utopía. Gracias por dejarnos compartir esto con ustedes.

Clara Gualano y Gabi Balcarce.

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