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Viernes, 5 de diciembre de 2014

El club del clon

VQV, “la radio gay más escuchada de Latinoamérica”, ofrece a sus narcisos oyentes la mejor música para cambiar de boxer.

 Por Franco Torchia

Empleo en relación de dependencia, medicina prepaga, tarjeta de crédito con más de seis cuotas en indumentaria y gimnasio, amigos (auto)expulsados del placard hace instantes, musculocas de algodón monocromático en stock, auriculares blancos, cosmética de free-shop, ideal de ocio caribeño, más de una escapada carioca en su haber y orgullo o discreción en idénticas cantidades: desde hace 3 años, el oyente ideal de la radio digital VQV –”la radio gay más escuchada de Latinoamérica”, afirma su slogan, porteña de nacimiento y cordobesa de concepción– confía sus emociones cotidianas al proyecto encabezado por Claudio Peretta, alias #ElChicoDeLaRadio. Con el aporte del DJ rosarino @TheMiXXXerOk –y una trama expuesta de histeria galopante entre uno y otro–, la emisora sin conductores al aire y con un trabajo de satisfacción milimétrica de temas pedidos y canciones dedicadas vía Instagram, Facebook y Twitter no vende espacios ni hace programas periodísticos en vivo: va de Donna Summer a Thalía, imperturbable en su propósito de mezclar los 40 años de ese dance y ese pop con “sonido gay”.

“Tenemos de todo y aprendimos a entender cada personalidad”, asegura Peretta, a sabiendas o no de que el punctum del proyecto es, sin embargo, una uniformidad estética notable: VQV presupone abdominales en aceite. Es el soundtrack de la salida en rollers por Palermo. Es música para cambiar de boxer y música para incentivar “selfies”. Atmósfera controlada y soltura “poslegal”: acá la visibilidad empieza por la red. Profusión de fotos de cuerpos filtrados por el sepia informático y rezos de ocasión hacen de los segmentos musicales experiencias sobre todo visuales: a la mañana con los años ’80, más tarde con hits latinos y de a poco con temas de hondo bailongo sobre bafle discotequero, las leyendas #SoyMuyVQV, #LosChicosVQV, #VQVEstáCaliente y #ILoveVQV agrupan los retratos de receptores aparentemente calcados. Vidas de gays mañaneros (“Buen día, bebé”, les escribe la radio) abrazados a sus almohadas con gesto inocentón, adusto o desatento. Gays con un largo de barba militarmente controlado. Gays semidesnudos al final de la jornada, con tatuajes de motivos tribales alrededor de bíceps trabajados por semestres (“Amo pasar la noche con vos”, les confirma la casa emisora). Torsos encerados e instantáneas de tortas Rogel consumidas el fin de semana, placeres permitidos en la dieta de quienes eligen VQV para mover su esqueleto. En ellos, cualquier semejanza con sus propias semejanzas es pura semejanza. Igualitos en aspecto y parecidísimos en preferencias, si de pronto quieren escuchar Maroon 5, suenan éxitos de Maroon 5: siempre atento, #ElChicoDelaRadio es el colmo del “on demand”: operador técnico con trayectoria profesional y empeño artesanal, garantiza música a la carta y es él mismo quien le da play. “A simple vista, la propuesta puede parecerse a cualquier radio online 24hs. Pero en su conexión con quienes nos siguen está la diferencia. Trabajamos todo el día para mimarlos en tiempo real. Hacer un delivery de música no es tarea fácil y conlleva el riego de agradar a uno molestando a muchos otros.” No faltan los lentos, claro, ni las novedades del día ni el bochinche de previa el sábado a la noche (“Amo romperla el finde” es el mantra). En breve, videos con oyentes reales en plena acción a cargo del realizador Hernán Bonfiglio pondrán de manifiesto aún más esta estructura de sentimientos compartidos: la de todo aquel que encerrado en su baño, con la aplicación instalada en su smartphone, los pantalones cortos y el espejo de testigo, no para de bailar. VQV es la banda sonora de todo gay en situación de azulejo.

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