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Viernes, 30 de enero de 2009

SIC

La homofobia se muerde la cola

¿En qué se diferencia un homófobo de un racista? En que el racista –amén de los fundamentos que pueda tener su odio– no teme, en ningún caso, convertirse en negro. Que el racismo sea una “cuestión de piel” (¿es imaginable un experimento a la manera de Michael Jackson pero en sentido inverso?) habla a las claras de que lo que se repele es una amenaza externa. La homofobia, por su parte, y dejando a un lado lo que ocurrió con la epidemia del sida y las versiones que se amparaban en la idea de una “peste rosa”, parte de identificar una forma de deseo con cierta forma de peligro. Un peligro que por su naturaleza es eminentemente interno, subjetivo. Por eso pensar que la homofobia puede ser, entre otras cosas, un capcioso mecanismo que consistiría en “dejar que los gays sean francos con respecto a su condición, darles iguales derechos, permitirles decir quiénes son y qué quieren” (las palabras son de Leo Bersani), es decir, entender la homofobia como una forma de reclutamiento y normalización desde y hacia el modelo heterosexual y no sólo como expresión de odio y de violencia, es coherente con el riesgo que se halla en la raíz de la homofobia: que quien se sabe o se dice heterosexual se vea seducido a dejar de serlo. ¿Si no cómo se explica que, ante la posibilidad de interpretar el primer papel gay de su carrera, Jim Carrey se haya preguntado, luego de descartar los temores al qué dirán, si acaso podría gustarle besar a Ewan McGregor?

En un mundo en que ser homofóbico hace rato se ha vuelto políticamente incorrecto, la homofobia necesita aggiornarse. Y si antes era lisa y llanamente una forma de discriminación, hoy puede ser incluso un gesto antisistema. Discriminar, en este sentido, puede ser tanto la expresión del más recalcitrante conservadurismo (Valeria Mazza declarando: “Me parece aberrante la medida de permitir que los gays adopten chicos”) como una manera fácil de épater le bourgeois (Fernando Peña diciendo en una entrevista con Chiche Gelblung: “Todos los putos merecen morir de sida”). De un extremo al otro, la homofobia deja de ser pura (y repugnante) ingenuidad para convertirse en una política de la pose. Vaivenes en los que la remanida idea de que detrás de todo homofóbico hay un homosexual en potencia siguen teniendo crédito.

Hay evidencias científicas que así lo sugieren. Si no pregúntenle a Henry Adams, profesor de la Universidad de Georgia, quien en la década del ‘90 dirigió un estudio con varios grupos de hombres que se identificaban como heterosexuales y que expresaban hostilidad hacia los gays, en el que monitoreó el flujo de sangre en sus penes mientras les mostraba pornografía gay. El resultado: alrededor del 80 por ciento exhibió signos de excitación sexual. Ante lo cual concluyó que a partir del momento en que “una cantidad considerable de varones homofóbicos demuestra una excitación sexual significativa a estímulos eróticos homosexuales”, el odio antigay es probablemente “una forma de homosexualidad latente”. Ahora bien, ¿esto nos permite creer que toda persona homófoba se presume homosexual hasta que se demuestre lo contrario? Ciertamente no. Lo que sí nos deja ver es que todo aquel que está lleno de odio hacia las personas Gltbbi tiene, cuanto menos, un problema psicológico, cuanto menos. Un problema que quizá tenga que ver con negar una parte de sí mismo y que podría empezar a solucionar entendiendo que hay pocas cosas más gays que la homofobia.

“Si tengo que ser honesto, había en mí una voz homofóbica que me decía: ‘Esto da miedo’. Primero era lo que pensaría la gente y después... ¿me gustará? ¿Me gustará besar a Ewan McGregor? ¿Cómo me afectará? Había gente a mi alrededor que me preguntaba: ‘¿Estás seguro de que quieres hacer esto?’. Yo les respondí: ‘Pues claro’, porque dejando de lado las preferencias sexuales, se trata de una historia emotiva, interesante y diferente. Es sobre la humanidad del personaje. Trata de que amas a quien amas y que el amor es el amor. Eso es todo.”

Declaraciones de Jim Carrey sobre su actuación en I Love you Philip Morris ante una de las tantas entrevistas donde le preguntan si le costó mucho representar a un personaje gay.

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