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Viernes, 9 de noviembre de 2012

ELIANA ALCARAZ

Primera funcionaria trans cordobesa

Hace cinco años que trabajo en la Municipalidad de Río Cuarto y uno en la oficina de Diversidad Sexual e Identidad de Género. Llegué acá por caradura. Como muchas otras chicas trans, pasé las peores cosas. En un momento de mucha desesperación conseguí hablar con el intendente de Río Cuarto y le dije con mucha angustia que no quería terminar muerta en una esquina. El tipo me escuchó. Y ahí empecé a trabajara acá. Obviamente no fue fácil. Un gay o una lesbiana, si quiere, puede pasar desapercibido, puede hacer una vida laboral más o menos normal. A nosotras se nos nota lo que somos. Ser travesti no es fácil de disimular. Si tenés implantes, si necesitás cirugía, más. Eso hace que vivamos una discriminación que para el resto es inimaginable.

A los trece yo me fui desde mi pueblo natal, Vicuña Mackenna, a Buenos Aires y durante dos años dormí en los vagones abandonados de la estación Retiro. Me empecé a prostituir desde muy nena, acompañada de otras amigas que estaban en la misma. Cada tanto la policía, por menor, me devolvía a mi casa. Pero esa misma noche yo me volvía a escapar. Hasta que en mi casa ya no me quisieron recibir. Pasé dos años en un instituto de menores. Me pasaron cosas que no me gusta recordar: ser detenida por la policía y tener que tener sexo, no con uno sino con tres o cuatro canas para que te dejen ir, mientras se aprovechan de que sos menor. O ser encerrada en una celda de hombres que te hacen de todo sin que vos sepas si te pueden llegar a contagiar algo. Volví a Río Cuarto después. Fui la más drogadicta y la más borracha de todo el lugar. La gente me conocía sólo en ese estado. Y hoy esa misma gente es la que me felicita porque pudo ver mis cambios de los últimos años.

Desde que funciona el Departamento de Diversidad, estoy en contacto con todos esos problemas, pero desde el otro lado. Y nadie mejor que alguien que ya pasó por todo eso y más para darles contención a chicas que están en la última, que no tienen familia, ni trabajo, ni nada. Trabajamos atendiendo casos de problemas que tiene la población lgbt, atendemos denuncias, de persecución, abuso, asesoramos. Pedimos subsidios, por ejemplo, para chicas trans con HIV.

La Ley de Identidad trajo también un cambio cultural, pero a ese cambio cada persona lo vive diferente. Yo siempre fui Eliana Alcaraz. Y trabajando acá en la Municipalidad, también, para todos fui Eliana, salvo porque figuraba en el recibo y otros papeles como “Ariel”. Tener en mi DNI el nombre que siempre usé es una gran emoción. Puedo ir a cambiar un cheque sin problemas. Sin que el tipo del banco me grite mi nombre de hombre en la cara, a propósito. Durante mucho tiempo me dio miedo estar en una oficina sola con un hombre porque me imaginaba que la gente iba pensar: “¿Qué estará haciendo ahí esa trava?”. Tener este trabajo me fue permitiendo cambiar muchas cosas mías (mis pensamientos, sentimientos, mi vocabulario, la forma en la que me visto) y también ir viendo cómo cambia todo alrededor: cómo ahora hay chicas trans estudiando enfermería en la Universidad de Río Cuarto, cómo se lleva a cabo un plan para que las chicas trans puedan terminar el secundario y el primario. En mi núcleo de trabajo son todos hombres y yo, y nunca me trataron con tanto respeto. Nunca dejo de pensar en lo que falta. Soy funcionaria municipal y como tal nunca me olvido de dónde vengo, en qué condiciones vivía cuando entré y en el compromiso que siento para ayudar a mis compañeras para que salgan de donde yo ya estuve.

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