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Viernes, 25 de abril de 2014

La suma que resta

 Por Raquel (Lucas) Platero*

Hay etiquetas que son tan “poderosas” que nos impiden ver que las personas son muchas cosas al mismo tiempo, no una sola. Asexualizar o hipersexualizar, arrebatando el derecho a pensarse como sexuadas y deseadas, no sólo es perjudicial para las personas con diversidad funcional sino para todas, ya que nos educamos en el capacitismo, la creencia de que algunas capacidades son intrínsecamente más valiosas. Existirían unos cuerpos capacitados y otros no, siendo esta división pretendidamente clara. Cuando pienso en las personas con diversidad funcional y sexualidad no normativa trato de no ver ahí dos colectivos que intersectan, sino personas que están en ciertas encrucijadas, resaltando su discriminación múltiple. No sólo alude a su sexualidad y su capacidad, sino también a su género, clase social, acceso a la cultura, situaciones que no son secundarias sino rotundamente importantes. Mi familia es parte de la comunidad Sorda, lo cual les ha dado unas condiciones de partida muy determinadas, que aludiendo a su socialización como personas con discapacidad les ha hecho tener unas oportunidades vitales concretas. También han hecho que sean flexibles y acepten bien mis opciones sexuales y de género no normativas, no sé si tanto por la idea romántica de que si ya estás en un grupo oprimido puede que seas más integrador de otras diversidades, como el hecho de que hay bastantes personas sordas lgtb visibles y con roles de liderazgo.

* Activista lgbt en España. Autorx de Intersecciones: cuerpos y sexualidades en la encrucijada (Ed. Bellaterra)

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