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Viernes, 17 de octubre de 2014

Profana comunión

Es la segunda vez que el Encuentro incluye mujeres trans en su comisión organizadora. Lohana Berkins estuvo allí y volvió para chusmearlo.

Qué decirles. Fue emocionante por más de un motivo. Porque desde los sectores más reaccionarios se intentó sembrar una psicosis alrededor de la imagen de una jauría de feministas que planificábamos la inquisición, cuando son ellos justamente los que intentan y no pueden. Por otro lado, éste fue el segundo año en que se llevan a cabo los talleres sobre transexualidad pero con la particularidad de que esta vez compañeras como María Pía Ceballos, Mari Robles, Claudia Vásquez Haro, Casandra Sanz, por nombrar sólo a algunas, fueron parte de la comisión organizadora del Encuentro. La presencia de estas compañeras no sólo fue enriquecedora para ellas sino para todo el movimiento feminista. Y es una forma interesante de pensar la interseccionalidad entre travestis y mujeres “biológicas”. Las actividades sobre transexualidad se llevaron a cabo en una escuela donde llegamos a reunir 300 compañeras. Eramos tantas que ya no entrábamos en el aula y tuvimos que mudarnos al patio. Circulaban compañeras jóvenes y otras no tanto, pero quedó claro que estamos viviendo un recambio generacional, sobre todo teniendo en cuenta la corta expectativa de vida de nuestro colectivo. El caudal de experiencias provinciales, municipales, sindicales, fue enorme. Pero hubo ejes de reivindicación común: la necesidad de reglamentar el artículo 11 de la Ley de Identidad de Género y las demandas de todo lo que falta en materia de trabajo, vivienda y educación. Hemos discutido la necesidad de instalar ante nuestras muertes la palabra “travesticidio”, de manera de poder revisar la idea de lo que se supone que implica matar por transfobia, que puede interpretarse como un ejercicio de poner al asesino en el lugar de un loco o un enfermo que necesita tratamiento. Otro tema que no pasó inadvertido fue el de aquellas provincias, la de Buenos Aires incluida, que todavía sostienen códigos contravencionales. Y además, por supuesto, la gran deuda de la democracia: el aborto legal. Hace 20 años yo misma me presenté al Encuentro y recibí desconcertada agresiones y violencias. Esa historia quedó atrás pero vale recordarla para entender el presente que transitamos y planificar un futuro. El Encuentro no se lleva a cabo sin tensiones, el cuerpo travesti también allí es interpelado, inquieta y asombra. Queda claro que el sistema disciplinador actúa en todos lados, incluso en aquellxs que se presuponen libertarixs. Y esa tensión se traslada a muchas de nosotras, que por supuesto tampoco somos todas iguales, y deja ver la plusvalía del valor crítico de las diferencias entre nosotras mismas. Por primera vez aparecieron debates profundos en torno de cómo nosotras estamos atravesadas por la clase y la etnia, y la occidentalización de los cuerpos. Se huele que vendrán debates maravillosos, ya que las travas estamos destrabando de nuestras propias vidas.

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