¿Cuál es tu identidad de género?

–Internamente siempre me sentí mujer. Lo di a conocer de a poco para no impactar, porque trato siempre de no ser una persona que agreda con su apariencia física. Mi cambio comenzó en la adolescencia y fue total en la época de la universidad. A los 16 años se lo dije a mis padres. Mi madre no esperaba esto de mí porque es una mujer muy tradicional que se realiza a través de los logros de sus hijos, y creo que lo sintió como una especie de pérdida. Pero con el tiempo lo fue asumiendo y ahora casi totalmente. De todas maneras hay algo allí que podría haber sido mejor. Me defino como trans, pero dentro de lo trans también hay ciertas categorías y generalmente cuando se me pregunta con cuál de ellas me siento representada, digo que no adopto ninguna, pero apoyo y formo parte de los grupos que trabajan por los derechos de las travestis y transexuales (normalmente son luchas que van juntas).

¿Y en el amor?

–No me gustan las clasificaciones. Más bien te respondería que mis relaciones han sido siempre con personas de género masculino, pero no quiero sentirme encerrada en ninguna categoría. Cuando me relaciono con alguien trato de que sea lo más natural posible en el sentido de que mi rol es el de una mujer y normalmente la persona que desempeña el rol masculino es quien propone. Sigo también mi rol y observo la propuesta, voy despacio, sin precipitarme. No le veo algo muy diferente a lo que se vive en otro tipo de relaciones.

¿Cuál creés que es la importancia del cuerpo dentro del pensamiento feminista?

–Es fundamental retomar la cuestión del cuerpo, preguntarse qué importancia tiene el cuerpo dentro de la vivencia de una mujer y cómo el cuerpo marca una cierta forma de trato. Yo pienso que el cuerpo tiene una importancia, y es por lo que se discute si nuestra presencia es válida o no dentro del feminismo. El cuerpo es parte de cómo encajamos en la sociedad y qué trato se nos da a partir de la apariencia, cómo se nos lee. Por eso creo que el cuerpo tiene importancia en el movimiento feminista. Nuestra lucha es por el derecho a elegir sobre nuestros cuerpos (aquí ingresan cuestiones como el abuso, la violencia y el aborto), y es contra el capitalismo y el patriarcado que clasifica a las personas dependiendo de su biología.

Me contabas que tanto entre tus amigos y en tu familia no has sentido nunca un rechazo. ¿Te has encontrado siempre en contextos libres de prejuiciosos?

–No. En el trabajo sí que he dado con prejuicios. De nosotras se espera que estemos en los lugares donde “normalmente” debemos estar: desenvolviéndonos en la prostitución o ejerciendo oficios prácticos en lo estético, como en una peluquería, por ejemplo. Yo soy diseñadora gráfica y cuando me voy a ofrecer para un puesto muchas veces experimento un rechazo, no se espera que esté allí, eso dificulta a veces mi trabajo pero no es un impedimento como para no poder ejercer. Trabajo por mi propia cuenta hoy día.