turismo

Domingo, 30 de octubre de 2005

CHILE > VIAJE A PUERTO NATALES

Fiordos del Pacífico

Puerto Natales es un pueblo turístico ubicado en la parte norte de la región de Magallanes, en la Patagonia chilena, que sirve de cabecera para visitar los parques nacionales Torres del Paine y Bernardo O’Higgins y navegar por los famosos fiordos chilenos. Y también una recorrida por la Cueva del Milodón.

 Por Julián Varsavsky

Puerto Natales es un apacible pueblito patagónico ubicado en un complejo laberinto de fiordos, esas extrañas formaciones surgidas en la Cordillera de los Andes, que se desmiembra de a poco dentro del Pacífico formando una serie de canales por donde ingresa el mar centenares de kilómetros tierra adentro.

Esta geografía irregular –donde incluso se forman mares interiores interconectados por canales– es una de las más hermosas que hay en el extenso Chile. Vistos en el mapa, los fiordos se asemejan a un delta con una intrincada red de islas e islotes, con la diferencia de que aquí no hay ningún río desembocando al océano sino un mar que ingresa en el continente. En su interior, este laberinto natural encierra maravillosos glaciares, coloridos bosques andino-patagónicos, una fauna autóctona siempre al alcance de la vista, e incluso grandes cavernas como la Cueva del Milodón.

UNA PIEL PREHISTORICA En el año 1895, los dueños de una estancia a 24 kilómetros de Puerto Natales se internaron en una gran cueva al pie de una montaña y encontraron un trozo de piel muy extraño que dejaron colgado de un árbol al lado de su casa. Al año siguiente, una expedición dirigida por el capitán Eberhard pasó por esa estancia y vieron la extraña piel –que no correspondía a ningún animal conocido–, y sospecharon que podría pertenecer a alguna especie prehistórica. Así que se acercaron hasta la cueva y encontraron nuevos trozos de esa piel y varios huesos que les permitieron llegar a la conclusión de que era una especie desconocida hasta el momento a la que denominaron milodón, una clase de perezoso gigante que se extinguió 10 mil años atrás.

La piel estaba en un increíble estado de conservación gracias al suelo de cenizas y sedimentos que crearon las condiciones ideales dentro de la caverna. El hallazgo de esta piel hizo que en 1902 el inglés Hesketh Prichard iniciara una exploración con la finalidad de encontrar vivo al milodón. Pero el hecho es que este pacífico mamífero que se alimentaba de hojas y ramas había desaparecido varios milenios atrás, probablemente por ser muy vulnerable a la caza humana a causa de su torpeza física.

Lo más llamativo de la caverna es que ubica al visitante casi a la perfección en el ambiente de fines del Pleistoceno, con grandes rocas desperdigadas por todos lados y una gran cueva de treinta metros de alto por ochenta de ancho y doscientos de profundidad. Esta cueva funcionó en los hechos como una trampa mortal: los animales que se refugiaban allí eran cazados con facilidad por el hombre o por otras especies de la megafauna patagónica, como el temible tigre diente de sable.

NAVEGAR POR LOS FIORDOS Luego de la visita al parque Torres del Paine, la segunda excursión en importancia que todo viajero realiza en Natales es la navegación por el Parque Nacional Bernardo O’Higgins. Es el parque nacional más grande de Chile –mide tanto como Bélgica–, y una navegación de medio día por sus canales ofrece un acercamiento muy representativo de la geografía típica de los fiordos chilenos (la otra alternativa son los cruceros de varios días).

La forma tradicional de recorrer el Bernardo O’Higgins es con una excursión náutica que comienza en Puerto Natales a bordo del cutter “21 de Mayo”. Este barco mediano fue construido en madera de ciprés hace 40 años por tres hermanos de apellido Alvarez, uno de los cuales es todavía su capitán.

La excursión parte a la mañana por el canal Señoret para ingresar luego de una hora de viaje en el fiordo Ultima Esperanza. A los costados se ven las tierras y los cascos de antiguas estancias patagónicas. Los guías explican que en el período de las glaciaciones –que finalizó hace 12 mil años– la zona estuvo totalmente cubierta de hielo. Y por esa razón se formaron los fiordos. Los glaciares –esa masa de hielo compactada que se formó por la acumulación de nieve en la altura media de las montañas– fueron creciendo hacia delante y descendiendo por gravedad como una lengua de hielo que arrasaba con todo lo que tenía por delante. E incluso partían las montañas por la mitad. Así iban cavando profundos brazos o zanjas gigantes en la tierra y grandes valles que quedaron anegados por el agua de mar cuando finalizó la era de la glaciación.

Uno de los puntos del itinerario es Punta Barrosa, donde se puede ver de cerca una colonia de cormoranes imperiales. Estas aves algo parecidas a los pingüinos pero con la habilidad de volar, anidan de a centenares en la

escarpada pared de roca de los fiordos, sobre angostas cornisas donde instalan unos nidos cilíndricos de barro y pasto. Allí permanecen de octubre a mayo, hasta que los pichones aprenden a volar.

A medida que la excursión avanza el paisaje se hace más agreste y sobresale la corteza desnuda de las paredes de piedra de hasta 500 metros que por momentos encierran la embarcación (cuesta creer que hayan sido talladas por la fuerza invisible de un glaciar). Casi al final del trayecto aparece una “maternidad” de lobos marinos que se instalan allí durante dos meses en verano hasta que sus crías aprenden a nadar.

EN TIERRA El paseo sigue con un desembarque intermedio para caminar quince minutos por un bosque de ñires y lengas que desemboca en una espectacular laguna llena de témpanos y trozos de hielo desprendidos del glaciar Serrano. El glaciar domina el paisaje desde la altura como un gigantesco tobogán blanco que cae a pique hacia el espejo de agua. Durante la caminata se bordea toda la laguna para llegar casi al pie del glaciar, cuyos ruidosos derrumbes parecen cascadas de puro hielo.

Después de la caminata, se retoma la navegación para llegar hasta el glaciar Balmaceda, que se observa desde la cubierta del barco. Finalmente se almuerza en la hostería Balmaceda, y cada cual elige el camino a seguir. Se puede ir por tierra o por agua hasta el limítrofe parque nacional Torres del Paine (en gomones semi-rígidos) y pernoctar allí, o regresar a Puerto Natales en una camioneta 4x4, disfrutando de otra óptica del paisaje. Pero también volver con la misma embarcación por el mismo camino de la mañana, buscando las mejores fotos bajo el enrojecido cielo del atardecer.

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La entrada a la Cueva del Milodón parece las fauces de un fabuloso animal prehistórico.
 
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