El indulto presidencial a los conductores y ejecutores de la mayor matanza de la historia argentina es la gran hipoteca que pesa sobre la democracia.
El tema del mes. El incomprensible terror de Estado. La desaparición de personas. La Muerte argentina. Ya está para siempre. Ahora hay que elaborarlo.
Bussi dijo que “hubo una guerra” y admitió que en Tucumán funcionaron “cientos de centros de detención”. El genocida entró en silla de ruedas, lloró a cada rato, acusó al Gobierno y reivindicó la represión.
Todo proceso se conforma de aciertos y fallas, de logros y caídas, de avances y retrocesos.
¿De qué hablamos cuando hablamos de un quiebre, de una ruptura en el devenir de la historia? Hablamos de algo definitivo: ya nada volverá a ser como era.
Hace exactamente tres años, entre febrero y marzo de 1993, con Osvaldo Bayer entablamos una polémica que se tituló “Matar o no matar al tirano”.
El jueves estaba pensando en escribir sobre el ruido y el silencio.
No terminó siendo una fecha muy adecuada para presentar un disco pero claro, no había manera de preverlo.
La sensación fue de hielo esa tarde del 9 de diciembre de 1985, cuando el juez León Arslanian leyó las penas.
El patio era el mismo de hace 22 años.