DEPORTES › OPINION

Simplistas e hipócritas

 Por Facundo Martínez

Que los hinchas de River no puedan ir a la Bombonera, y a la inversa con los de Boca, más que una original idea de los dirigentes para “reducir notablemente el nivel de conflictividad” entre los espectadores, como intenta explicar el Comité de Seguridad, es una medida espantosa, una canallada simplista e hipócrita que atenta contra algunas de las joyas que posee el fútbol argentino: la explosión de color, la espectacularidad y las vibrantes emociones que despliegan las rivalidades, muchas veces con ingenioso trabajo, otras tantas con ingenua torpeza, pero siempre con la seguridad íntima de que en ese duelo tribunero se dirime buena parte de lo sucede en el campo de juego.
Gallinas, chanchos, plumas, maíz, huevos, barbijos y broches forman parte del universo de sorpresas que los hinchas de Boca y de River se han preparado con la intención de darle un toque distintivo a cada superclásico. Eso, como las banderas, las ironías, las cartulinas, los globos, las cintas plásticas o la avivada de guardarse los papelitos para recibir al equipo después del descanso, como hicieron los hinchas de River en el último enfrentamiento, forma parte del folklore y no de la violencia. En las canchas hay violencia: afirmar lo contrario sería una locura; pero pensar que es el hincha común el responsable de ésta es de una necedad sin límites ni escrúpulos. Algo así como buscar la paja en el ojo ajeno.
Se equivocan quienes piensan que así se van a acabar los problemas de violencia, la reventa, las coladas. Como si a los malos arbitrajes se los quisiera combatir jugando sin referís: una tontería. En el fútbol argentino, las hinchadas se necesitan unas a otras, simplemente para ser. Sin el otro, en espejo, cualquier cantito, cualquier gesto de aliento de toda la tribuna sería como un exagerado grito al vacío, un sinsentido absoluto. El hincha verdadero va a resistir la medida, mañana lo harán los de River, el próximo jueves serán los de Boca, y no tardarán en unirse unos con otros.
Los que estuvieron presentes en el superclásico que siguió al fatídico de la Puerta 12 de mayo de 1968 quizá recuerden que los hinchas de Boca cantaban algo así: “No había puerta/ no había molinete/ era la cana que pegaba con machete”; que, cuando escucharon eso, los River hicieron propia la consigna y que unos minutos más tarde todo el estadio se había unido en el mismo canto.

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