EL MUNDO › EL ARGENTINO ROBERTO GARGARELLA LE CONTESTA A ANTHONY GIDDENS

“La Tercera Vía es un camino al fracaso”

Roberto Gargarella es una figura en el ámbito del derecho constitucional y la filosofía del derecho. Es profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Torcuato Di Tella. Sus libros más conocidos son Las teorías de la justicia después de Rawls y La justicia frente al gobierno. Por todo esto, puede parecer extraño que Gargarella se embarque en una crítica a la socialdemocracia por la distancia que estableció respecto de la tradición socialista. Y sin embargo, eso es lo que hizo en un libro que compiló junto al español Félix Ovejero, llamado Razones para el socialismo, editado recientemente por Paidós. Respondiendo al inspirador de la Tercera Vía Anthony Giddens, que defendió en una entrevista publicada en Página/12 hace tres semanas la postura británica sobre la inmigración, dice Gargarella: “La Tercera Vía quiere presentarse como exitosa, pero la verdad es que hay ciertos éxitos que parecen fracasos”.
–Usted critica a la socialdemocracia por pertenecer más a la tradición liberal que a la socialista ¿Cómo se retoma la tradición socialista para convertirse en opción de poder en este momento mundial?
–La socialdemocracia tiene un núcleo igualitario, que de todas maneras frustra, y con el cual no termina de ser consistente. La socialdemocracia quiere reparar desigualdades que ella misma genera: se basa en una estrategia de mercado a la que una tradición socialista debería poner reparos. La cultura que instaura el mercado es aquella en la que el que está frente a mí en la cola para conseguir empleo es mi enemigo y el que abre un kiosco enfrente del mío también. La cuestión de la competencia es lo que, en definitiva, está detrás de problemas como el de la inmigración en Europa. La socialdemocracia está en una encrucijada que señala sus propias limitaciones. Desde hace 200 años, discutir de economía siempre era discutir acerca de qué tipo de sociedad y qué tipo de hombre se tenía en mente. Hoy, la socialdemocracia dice: aceptamos de entrada cierto arreglo económico, y después vemos qué hacemos con lo demás. Y ahora se nota que esa estrategia es un fracaso.
–Sin embargo, la Tercera Vía se piensa a sí misma como exitosa. En una entrevista reciente, Anthony Giddens justificó que el gobierno británico adoptara una postura dura sobre la inmigración, diciendo que la izquierda tiene que tomar los temas de la derecha y darles otro sentido.
–Al decir esto, Giddens está justificando no sólo la desigualdad (en este caso, de lugar de nacimiento) sino la acentuación de la desigualdad. Y no veo de qué modo eso sería “izquierdizar” un tema de derecha. La verdad es que la política contra la inmigración que está desarrollando la Unión Europea es una política defensiva y abiertamente derechista y que el hecho de que sea asumida por un partido etiquetado “de izquierda” no cambia nada. No hay nada en las propuestas de la Tercera Vía que intente equilibrar el actual avance de la derecha.
–Sin embargo, se podría decir que es el propio electorado europeo el que se está derechizando, el que está viendo a la inmigración como un problema mayúsculo ¿Cómo se combate esto desde la izquierda?
–En primer lugar, desechando las soluciones tipo Tercera Vía. Una interpretación clásica diría: tomando algunas banderas del neoliberalismo (por ejemplo, el horror al déficit fiscal), la Tercera Vía finalmente ganó. Y no: esos triunfos son más bien derrotas, porque piensan en el corto plazo, y porque piensan que la única forma de hacer política es haciendo campañas para ganar elecciones. Para alguien que dice defender la tradición socialista, obtener un triunfo con estas reglas y esta cultura es lo mismo que sufrir una derrota. Ser socialista hoy en Europa, para el caso de la inmigración, es luchar en todos los foros existentes, en todos los movimientos sociales, en cada centro de atención al inmigrante, en organizaciones que denuncien, combatan e intenten cambiar estas reglas contra los inmigrantes, para que las políticas de inmigración sean otras. Si la política electoral es adversa, la cuestión no es unirse al racismo,sino combatirlo con otros medios. La lógica de convertirme en semirracista para que no llegue al poder el superracista es inútil: el racismo sigue instalado.
–¿En qué medida se puede sostener que los que ayer parecían racistas son hoy inclusivos, como EE.UU., y que los que dicen defender principios políticamente correctos se transformaron en racistas, como Europa?
–Sí, pero es obvio que son las circunstancias. Estados Unidos sabe que necesita a los inmigrantes. En la primera circunstancia en que crean que no es así, se acabará la inclusión. Estados Unidos y la Unión Europea están basados en los mismos principios.
–¿Eso quiere decir que Europa ya no necesita a los inmigrantes?
–No, Europa sigue necesitando a los inmigrantes, pero instaló otras barreras culturales. Ayer nomás, estas barreras eran constitutivas del racismo norteamericano, que de todas maneras no dejó de existir.
–Si Europa necesita a los inmigrantes y a la vez los quiere ilegalizar, ¿es para traerlos en condiciones más favorables?
–Por supuesto. A la Unión Europea le conviene ilegalizar a los inmigrantes, quitarles los derechos, porque evidentemente los inmigrantes serán más baratos de contratar, mantener y echar. Sin inmigrantes, con los actuales índices de edad, natalidad y mortalidad, no habrá Europa en el futuro. El asunto es que sean más baratos. De otro modo, ¿cómo se entiende que los líderes xenófobos se concentren en criticar a los inmigrantes por utilizar el Estado de bienestar europeo? Los inmigrantes son malos porque tienen los mismos derechos que los europeos. Con menos derechos, no hay problemas en que entren.

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