EL MUNDO › OPINION

La guerra de 1967 fue de expansión

Por Suhail Hani Daher Akel*

Aquel acuerdo discreto entre el rey Addallah de Transjordania y la señora Golda Meir del movimiento sionista, el 30 de abril de 1948, posibilitó a la agencia sionista declarar el Estado de Israel con un mayor porcentaje de la tierra de Palestina otorgada por la ONU, ocupando el sector occidental de Jerusalén. Mientras que el Estado Palestino con el este de Jerusalén se vio eclipsado bajo la administración Transjordania, llamándola Cisjordania ante la atónita mirada del pueblo palestino, un convidado de piedra en la repartija de su tierra.
La propia señora Meir convertida en primera ministra del flamante Estado israelí, al igual que sus coterráneos sionistas, no sólo violaron las leyes jurídicas internacionales, sino violentaron el propio acuerdo secreto desatando el 5 de junio de 1967 una guerra de expansión sobre los territorios árabes, ocupando militarmente el 22 por ciento del territorio palestino y su capital el sector este de Jerusalén regido por Jordania, las alturas del Golán a Siria y parte del desierto de Sinaí a Egipto (más adelante devuelto).
Pero el desplazamiento de Palestina, para los israelíes también significó la dispersión de Jordania. En el arte de la confusión, Ariel Sharon el 3 de junio de 1991 expresó: “Hay que invitar al rey Hussein a tomar café para decirle: ha dejado de ser el rey de Jordania, ya que dicho reino es el Estado Palestino”. Sin embargo, la confusión también alcanzaba a los propios líderes israelíes, quienes confrontaban sus reacciones expansionistas como la del general de la ocupación Moshe Dayan, quien ironiza en 1967: “Tendemos nuestras manos de paz a los árabes, pero retornamos a Jerusalén para no abandonarla nunca”, mientras por su lado la premier Golda Meir exclamó en 1969: “No hay nada que puede llamarse palestinos, ellos no existen”. Todo esto, coronado con las ideas de Sharon en 1991, buscando tierra a los palestinos lejos de su propia tierra.
A 35 años nada cambió, los acuerdos firmados y las obligaciones internacionales sobre la base de las resoluciones de la ONU, firmadas entre Palestina e Israel, fueron violados del mismo modo que los jerarcas sionistas violaron el acuerdo secreto con el rey transjordano. Sin embargo, la voluntad del pueblo palestino de ser libres e independientes sigue tan firme como la confusión de los actuales líderes israelíes, que navegan entre quienes como el desaparecido ministro de Turismo Reehvan Zeevi, que promovía la expulsión masiva de los palestinos, con aquellos como el ex ministro Yossi Sarid, que considera legítimo el derecho palestino a su Estado. En la barca del desconcierto, Ehud Barak dibujó con la pluma de la ocupación un Estado Palestino, que más que Estado era un apartheid; el que fue superado por el Bantustán ofrecido por Sharon, quien actualmente tiene dividido al territorio palestino en ocho partes en la Ribera Occidental y en cuatro partes en la Franja de Gaza. Aún más lejos van las intenciones del general Shaul Mofaz, jefe de las fuerzas israelíes, de llevar adelante su plan de limpieza étnica contra el pueblo palestino.
La falta de reacción internacional ante el baño de sangre que cubre a palestinos e israelíes favorece a los halcones repudiados por los movimientos pacifistas israelíes y cortejados por su relación carnal con Estados Unidos, para acuñar la célebre frase de Sharon: “Hay que golpear a los palestinos y tiene que dolerles. Debemos causarles pérdidas y víctimas, para que conozcan el alto precio de sus acciones” (5 de marzo de 2002). Reflejando la voluntad de negar el legítimo derecho nacional palestino y sólo cubrirlos de epítetos que van de “terroristas hasta hacedores del mal”. Desplegando en su mediática cultura de la distorsión, un Israel al borde del peligro de un holocausto, mientras imponen un silencioso holocausto al pueblo palestino. A 35 años de ocupación israelí, donde el pueblo y el liderazgo palestino reconocieron al Estado israelí y resignaron el 78 por ciento de su milenaria tierra, y sólo exige erigir su independencia sobre el pequeño 22 por ciento de Palestina con Jerusalén Este como capital, no puede seguir siendo materia de discusión. Tampoco el liderazgo palestino y el democrático presidente Yasser Arafat pueden seguir siendo víctimas de la presión y las condiciones colonialistas del liderazgo israelí. Mientras que Israel se olvida que su anterior presidente debió renunciar por corrupción, su premier Sharon es demandado por crímenes contra la humanidad y los 10 millones de dólares diarios que recibe de Estados Unidos, según el ex presidente Jimmy Carter, lo utilizan para la compra de armas. En tanto, mantiene su condición VIP, donde, a diferencia de otros países, se atreve a violar las condiciones internacionales y sus leyes, y continuar su genocidio contra el pueblo palestino sin permitir que los organismos humanitarios, la diplomacia y la voluntad internacional de poner fin al conflicto, actúen.

* Embajador de Palestina
en la Argentina.

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