EL PAíS › LOS EPISODIOS DE FUGA DE CAPITALES DESDE 1976

174.000 millones de dólares

La fuga de capitales iniciada en 2007 fue la de mayor magnitud desde la década del setenta, cuando comenzó el régimen de liberalización financiera.

La tablita cambiaria de Martínez de Hoz y su posterior debacle de 1978 a 1982 contabilizó una fuga de 23.874 millones de dólares.

La recesión económica por el Efecto Tequila y las posteriores crisis financieras en mercados emergentes de 1995 a 1998 sumaron una fuga de 41.039 millones de dólares.

El derrumbe de la convertibilidad 1999-2001 totalizó una fuga de 28.526 millones de dólares.

La dimensión que ha adquirido la fuga de capitales en la economía argentina es impresionante. Desde 1978 hasta 2011, acumuló unos 174.000 millones de dólares.

Cada episodio de fuga tiene rasgos propios, pero todos se unifican en que se desarrollaron en un contexto de integración de la economía nacional a las finanzas globales desreguladas y a frágiles mecanismos de control de los movimientos de capitales. La cuestión que los diferencia es el disparador para cada uno de los períodos de transferencia de riqueza local al exterior.

El aspecto notable de la gran fuga en el kirchnerismo fue que no derivó en una crisis de proporciones. Es el factor distintivo respecto a los episodios anteriores. Evidentemente tuvo un indudable impacto en la economía local, no tanto por afectar el crecimiento del PBI, sino por restringir márgenes de acción de la política económica desafiados con medidas heterodoxas, como la utilización de reservas para pagar vencimientos de deuda pública. Teniendo en cuenta las otras experiencias de fuga de capitales, ese inédito comportamiento de la economía ha desconcertado a economistas del establishment, quienes fueron sumando frustraciones porque la devaluación que proponían y el descalabro económico que anunciaban, y deseaban, no se concretaba. La decepción se acrecentaba porque la compra de dólares, las corridas y posterior fuga al exterior no tuvieron el efecto disciplinador esperado, como el que padecieron gobiernos pasados. No ha sido un dato menor el fracaso de esa tradicional estrategia de presión sobre gobiernos elegidos por la voluntad popular. Precisar las condiciones que neutralizaron el impacto de la fuga de capitales más intensa de todas brinda elementos para acercarse a una mejor comprensión del ciclo de la economía argentina durante los gobiernos kirchneristas.

Desde 2007 hasta fines de 2011, el monto de la fuga ha sido impactante: 79.281 millones de dólares. Monto que casi duplicaba la cantidad de reservas que el Banco Central acumulaba en diciembre de 2011, y representaba el 18 por ciento del Producto Interno Bruto (435.179 millones de dólares, según FMI World Economic Outlook Database, 2011). A pesar de que este fabuloso drenaje de divisas superó los registrados en otros episodios críticos desde 1976, la economía no colapsó ni el sistema bancario y cambiario necesitó de la asistencia del Banco Central. Las principales variables macroeconómicas estuvieron bajo control. Es una característica notable del ciclo económico. En las experiencias previas, la salida de capitales reflejaba una disminución significativa de las reservas internacionales debido a que el Banco Central proveía una parte importante de esos fondos. Otra parte era financiada vía endeudamiento externo.

Si bien el stock de reservas no descendió sustancialmente, la magnitud de la variación resultó muy afectada. Un simple cálculo muestra que sin fuga de capitales, el total de reservas hubiera sumado, por lo menos, 124.000 millones de dólares a diciembre de 2011. La diferencia con el stock efectivo de unos 45 mil millones de dólares es un dato contundente del costo para la economía y el esfuerzo necesario para evitar una crisis motivada por el rasgo estructural de fuga de capitales de la economía argentina.

La fuga no se financió con endeudamiento del Estado. La fuente principal fue el saldo de la balanza comercial. Gran parte de las divisas provenientes del superávit comercial de ese período no se acumularon en las arcas del Banco Central, sino que pasaron a integrar el stock de los activos externos privados no financieros. La fuga representó el equivalente a casi el 80 por ciento del saldo positivo de la balanza comercial. Sin ingreso de fondos por endeudamiento externo, la alternativa vedada a partir del default y de la renegociación de deuda con fuerte quita de capital, y con un regular flujo de inversiones extranjeras, las divisas provenientes del saldo de la balanza comercial fueron un muy importante estabilizador del mercado de cambios.

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