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Austin Powers, un espía que no destiñe con el uso

Los hermanos Weitz lograron una versión de la novela “Erase una vez un padre” capaz de entusiasmar tanto a los fans del autor de “Alta fidelidad” como a quienes buscan una comedia inteligente. Por su parte, la nueva entrega de Austin Powers es puro pop revisitado.

 Por Martín Pérez

Todo comienza con una persecución. Pero no se trata de una persecución cualquiera, sino de una que involucra al auto de Austin Powers, una moto conducida por una hermosa mujer y un helicóptero artillado con intenciones asesinas. Habrá varias explosiones, pero finalmente los héroes saldrán sanos y salvos. ¿Y quiénes son esos héroes? Austin Powers y su infartante coequiper femenina de turno. Es decir: Tom Cruise y Gwyneth Paltrow. ¿Cómo? Sí, el Misión: Imposible en el lugar de Myers y la bella Gwyneth llenando los zapatos de la chica Powers de ocasión. Y hay más: Kevin Spacey haciendo del Dr. Evil y Danny de Vito haciendo de... Mini Me, entre otros. Pero atención, porque no se trata de Goldmember, sino de la parodia Bond incluida dentro de la parodia Bond por excelencia, un film llamado Austinpussy, dirigido ni más ni menos que por Steven Spielberg, y cuyo set sirve de apropiado prólogo sorpresa para la tercera entrega del espía en broma más famoso desde Maxwell Smart, el Superagente 86.
Creado hacia 1997 con la idea de explotar el antagonismo entre aquel mundo de sexo libre e ideologías en Guerra Fría del que viene Powers, con el mundo de sexo frío y libre de ideologías del fin de siglo, el que demostró ser el más exitoso personaje cinematográfico del ex “Saturday Night Live” Mike Myers tardó en encontrar su público. Aquel simpático primer opus recién arañó una cierta popularidad cuando llegó al video, y los millones (unos 200, según cuentan) llegaron recién con una secuela dedicada más a la asociación libre, la escatología y los chistes de braguetas que a las paradojas temporales. Aun más graciosa que la original, aquella exitosa secuela es el modelo sobre el que está cincelada esta secuela de la secuela, que si algo demuestra –al menos por la profusión de cameos–. es que Austin Powers es a esta altura un verdadero culto cinematográfico.
A tal punto que, al menos a la hora del estreno estadounidense, su productora pidió a los críticos que prescindieran de develar los cameos en sus críticas para no arruinar la sorpresa. Es que con Austin bastaba. Algo que no sucedió aquí, en el que los nombres famosos estaban a la cabeza de la gacetilla. Apenas un gag de prólogo, la sorpresa de los famosos en el nuevo film de Austin no es lo principal en una película que es todo un género en sí mismo. Decididamente impresentable, decadente y pletórico en gags y chistes tontos de todo tipo, el humor de Mike Myers trabaja por saturación y complicidad. Desvergonzado como un adolescente que no tiene ningún tipo de autocensura, la desfachatez de su espía ya tiene –hay que confesarlo– un dejo de rutina tan prefabricada como un dibujo a colorear. Pero aún así no deja de divertir con su sucesión de gags, cada uno más estúpido, recurrente y descostillante –cuando lo es, claro– que el anterior. A pesar de que muchos de ellos sean secuelas de gags presentados en los films anteriores. La trama en este caso incluye por supuesto a Dr. Evil –el gran invento de Myers, cuya presencia es por momentos mucho más disfrutable en pantalla que la del propio Powers– y sus secuaces, y un nuevo intento de amenazar al mundo con su destrucción. Aunque esta vez por medio de un nuevo villano, un extraño holandés con –obviamente– genitales de oro. Hay algo fascinante con respecto al extraño y compulsivo humor que rodea a este personaje, que es objeto de toda clase de burlas sólo por el hecho de ser holandés, una ocurrencia que es imposible de explicar. Pero que, con el correr del metraje, contagia y genera carcajadas tan gratuitas como la burla en cuestión, políticamente incorrecta. Pero irresistible. Un mecanismo básico a la hora de explicar el humor de Myers y su Powers.
Más allá de los viajes en el tiempo –que en este caso envían al espía a los años setenta vía máquina del tiempo, y a una escuela inglesa de los cincuenta vía flashback–, los nuevos chiches tecnológicos e incluso la nueva chica Powers (la bella Beyonce Knowles, integrante del grupo femenino Destiny’s Child), el personaje memorable de Austin Powers es Goldmember es Nigel Powers, el padre espía de Austin, magistralmente interpretado nada menos que por Michael Caine. Una fascinante presencia estelar que no hace más que cerrar el círculo de homenajes que recorre al personaje, haciendo formar parte de la broma a uno de los primeros actores británicos en interpretar a un espía en la pantalla grande.

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Para su tercera encarnación de Austin Powers, el showman Mike Myers se rodeó de ricos y famosos, con éxito.
 
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