ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A GABRIELA TORRES

“Me siento sin patria”

Con un pie en el tango y otro en el rock, la cantante presentará esta noche “Vení”, un disco en el que las milongas se electrifican y lo rioplatense se cruza con scratches de DJ.

 Por Karina Micheletto

“Todo llega por sí mismo, tal como lo requiere el tiempo”, dice Gabriela Torres citando al I Ching. En su caso, lo que llegó por sí mismo es un disco de potentes milongas, en las que se cruzan sonidos del Río de la Plata, aires de bossa, una cuerda de tambores, los scratches de un DJ, guitarras y bajo de rock and roll. Algo así como el resultado natural de los cruces por los que transitaron Torres y algunos de sus socios: Afo Verde, Lucho González, Lito Vitale e Iván Noble como autores de letras y músicas, Jorge Drexler, Vicentico y el ex Redonditos Tito Fargo como invitados, más el bandoneón tanguero de Carlos Buono y los tambores de Daniel Buira y las Chilingas Caro Goldstein, Ale Ferrone, Turca Zahra y Vero Martínez. El disco se llama Vení y su presentación oficial será hoy a las 22 en Niceto (Niceto Vega 5510).
Aunque proviene del rock and roll por una cuestión generacional, Torres incursionó en el tango a partir de un encuentro musical con Virgilio Expósito y sobre todo a partir de la edición de Círculos de fuego, un disco de tangos y milongas originales con el que se instaló en un camino de renovación hasta entonces poco transitado. Ex pareja de Lito Vitale (con quien sigue trabajando porque, asegura, tiene depositada en él toda la confianza musical), Torres se dio el gusto de grabar un tema de este disco con el bajista Lulo Vitale, su hijo de once años, que integra la banda de grunge Kabur. “Compartir tu pasión con un hijo es algo bien loco, te coloca en una situación de paridad que está buenísimo experimentar como mamá”, cuenta Torres.
–¿Por qué eligió circunscribirse a la milonga?
–En realidad, no me estoy circunscribiendo. Hay una fuerte influencia de la milonga porque me viene de una forma natural, por información genética. Pero en el medio también están las otras influencias, con una cosa africana bien power, en los tambores negros de Dani (Buira) sobre el tumbado de milonga en las violas. De alguna manera, yo sabía que la búsqueda que había iniciado iba a terminar por estos sonidos.
–¿Por dónde pasó esa búsqueda?
–Estos cuatro años sin disco fueron heavies, pero no paré un segundo de intentar cosas. La búsqueda fue en lo personal y en lo creativo. Fui aprendiendo que las cosas llegan en el momento justo. Y que de esos tránsitos dolorosos una sale fortalecida, porque de eso se trata la vida. Después de todo este tiempo, siento que por primera vez me hice cargo fuertemente del sonido de lo que estoy haciendo. El otro día estaba mirando la tapa de mi disco anterior, que tengo pegada en la heladera. Y vi un cambio que no había notado. Dije: “Claro, la tipa antes estaba ahí, sentadita con la guitarra, y de repente se paró y se colgó la Fender al hombro”. Está bueno que haya pasado eso.
–En sus letras no hay temas oscuros o densos. Más bien parece una celebración de la vida...
–Es que en la música uno hace catarsis de un montón de procesos de búsqueda interior, que se terminan reflejando en las letras. Viví en carne propia la incertidumbre y la angustia de no saber para dónde agarrar. Recuerdo estar sentada en el jardín, con el país derrumbándose después de lo de diciembre de 2001, en el medio del desastre, y quedarme ahí, sin poder hacer nada. Con el tiempo aprendí a tratar de no desesperar, a ser paciente. Por eso puse en el disco esa frase de Rilke: “Todo es llegar a término y después dar a luz... La paciencia lo es todo”. Estos cuatro años no me pasaron en vano, eso lo sé y lo escucho. Ahora puedo hacer mis propias guitarras, con socios grossos como los que tengo, por supuesto, pero me la banco sola.
–¿Afo Verde e Iván Noble escribieron pensando en usted?
–Fuimos trabajando mucho, juntos. Por ahí en la mirada de los otros aparezco como la chica que se pone la muñequera de cuero y sale a matar.Por eso salen esas letras que dicen: “Vení que te cambio el motor”. En realidad, soy mucho más tímida que ese personaje. Pero me ven así, parece ser que no soy fácil de abordar, que intimido a la gente, será porque soy una sagitariana brava. Lo que pasa es que no le temo a decir la verdad, y hay gente que no está acostumbrada a eso.
–¿Qué recuerdo guarda de Virgilio Expósito?
–El mejor. Me considero una afortunada, siempre tuve encuentros enriquecedores. El me reafirmó en el género y me enseñó el valor de los textos. Nos peleábamos mucho, teníamos criterios estéticos distintos e ideas políticas totalmente cruzadas. Se fue muy rápido, el guacho. Pero sé que en algún lugar está conmigo, aunque me lo imagino diciendo: “Nena, te dije que largues la guitarrita...”. Porque él quería que yo fuera solo cantante. El me enseñó una gran lección: el único tiempo es hoy, todo lo demás es una convención. A los 70 años, el tipo se dio cuenta de que quería cantar, y lo hacía con una felicidad total. Lo de María Gabriela (Epumer) fue un cachetazo tremendo para los que la conocimos y la quisimos. Porque uno sabe que el tiempo es hoy, pero le cuesta vivir en consecuencia.
–Desde Círculos de fuego hasta hoy, ¿nota que hay más apertura hacia los que, como usted, encaran la música popular desde el rock?
–Dentro del mundo tanguero, lamentablemente no. Son más las ganas de tender puentes entre las dos islas del lado del rock. Hay excepciones como Carlos Buono. Pero a través de él me llegan los chusmeríos del tango, y sé que hay mucha gente que mira mal lo que yo hago. Con Círculos..., en un momento sentí que estaba arriba de un gomón, tratando de cruzar el Atlántico con el viento en contra. Prefiero considerarme sin patria: no soy del rock ni soy del tango. Porque si no tendría que andar rindiendo cuentas, y a esta altura no es lo que quiero para mí. No estoy esperando la aprobación de nadie, ni siquiera me siento expuesta. Fernando Samalea dijo algo que está bueno: el tango es patrimonio de todos los argentinos. Nos pertenece a todos, y cada uno puede tomarlo y manifestarlo como lo sienta. En eso estoy.

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