SOCIEDAD › EL GOBERNADOR DE NUEVA YORK, FORZADO A RENUNCIAR

Por aquel asunto de la prostituta

La investigación fiscal y el escándalo sexual están a punto de terminar con la prometedora carrera del gobernador de Nueva York, el demócrata Eliot Spitzer, presuntamente vinculado a una red de prostitución como las que combatía cuando era fiscal general del estado. El futuro de Spitzer, considerado hasta el lunes como la imagen de la rectitud moral y de los valores familiares, puede quedar resuelto en la próximas horas, pues la oposición republicana puso ayer la situación en términos de “dimisión o destitución”.

“Si no dimite en las próximas 24 a 48 horas iniciaremos su proceso de destitución”, dijo el legislador estatal republicano James Tedisco.

Spitzer, de 48 años, ex fiscal general de Nueva York, casado desde hace veintiún años y padre de tres hijas, ha visto cómo en horas su carrera política caía en picada y su nombre se unía a la lista de los políticos estadounidenses forzados a dimitir por líos sexuales y no siempre de faldas.

De momento, el gobernador no fue acusado de ningún delito aunque sí se sabe que sus abogados tienen que reunirse cuanto antes con la Fiscalía para determinar posibles consecuencias legales del caso.

El escándalo saltó ante la opinión pública en la tarde del lunes cuando el diario The New York Times colgó en su página de Internet una información que apuntaba a Spitzer como presuntamente vinculado a una red de prostitución de alto nivel y señalaba que el gobernador utilizó los servicios de una de las chicas durante un viaje a Washington el 13 de febrero.

Spitzer compareció ante la prensa junto a su esposa, pidió disculpas a su familia y a los neoyorquinos, y se limitó a considerar el asunto como “algo privado”. Sin embargo, la situación es tan pública como que en Internet ya se publicaron imágenes de la habitación del lujoso hotel de Washington en la que Spitzer, conocido según la investigación federal aludida por el Times como “Cliente 9”, se alojó con la chica de compañía.

El fin de la carrera de Spitzer, que en sus años como fiscal general del estado era visto como un auténtico cruzado contra la corrupción y calificado de azote de Wall Street por destapar sus irregularidades financieras, empezó hace un año por una rutinaria investigación del temido Servicio de Rentas Internas (IRS). Se supo que Spitzer pagaba al contado los servicios a su amiga, que cobraba hasta 1000 dólares la hora, y a quien, según la prensa, los investigadores federales le grabaron una reveladora conversación sobre su cliente.

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