SOCIEDAD › DICE QUE BUSCA INICIAR UNA NUEVA VIDA Y DENUNCIA QUE LA JUSTICIA LE PONE TRABAS

Daniel Cabrera, el hombre condenado a ser Tractorcito

Quiere cambiar su pasado de ladrón de bancos para trabajar y convertirse en abogado. Pero asegura que el Servicio Penitenciario y la Justicia lo impiden.

 Por Carlos Rodríguez

Daniel Agustín Cabrera, a quien todos conocen como Tractorcito y por su pasado de ladrón de bancos, quiere iniciar una nueva vida, pero las trabas burocráticas del Servicio Penitenciario Federal (SPF) y de la Justicia argentina le están demorando el renacer. “Esto forma parte de la destrucción psicológica que sufrimos los que estuvimos y estamos en la cárcel. Desde diciembre tengo salidas transitorias, tres días a la semana, pero ya estamos en el quinto mes del año y todavía no tengo permiso para hacer lo que quiero hacer y lo que necesito: trabajar y estudiar.” Para lograr las salidas transitorias, además de acreditar conducta excelente dentro del penal, los internos deben haber cumplido al menos dos tercios de la pena que les aplicaron, contar con una casa donde vivir, un trabajo con el cual mantenerse, y si es posible, estudiar. Cabrera cumplió con todo: tiene casa, esposa e hijos; tiene trabajo en un estudio jurídico y se inscribió para la carrera de Derecho en la Universidad Argentina John F. Kennedy. Sin embargo, todavía no está autorizado para trabajar, algo primario a la hora de alimentar a una familia. Tampoco para estudiar, al punto de quedar libre por la demora en los trámites burocráticos. El SPF debía informar al juez para que lo autorice, pero los papeles “se extraviaron” en el correo y no aparecen.

Trajeado y de corbata, Cabrera está perdido –en su casa– en una maraña de papeles. Está haciendo personalmente los trámites para obtener el CUIL (Código Unico de Identificación Laboral) o para inscribirse en la ANSeS o para tener su tarjeta de la ART (Aseguradora de Riesgos de Trabajo). Una interminable serie de siglas que, hasta ahora, desconocía. Son trámites que hacen, por lo general, las empresas y no los trabajadores. El los hace personalmente “para tener todo listo cuando me den la autorización para empezar a trabajar y estudiar”. Su primera salida de la Unidad Penitenciaria Uno de Ezeiza fue el 23 de diciembre de 2007. La autorizó el juez de ejecución penal de Mar del Plata Esteban Ignacio Viñas, luego de recibir una serie de informes del SPF que confirmaban que Cabrera estaba en condiciones de gozar de las salidas transitorias.

“Lo que estamos esperando ahora es la autorización del SPF y de la Justicia, para que comience a gozar del régimen de ‘prisión discontinua’, que le permite tener salidas desde el lunes hasta el viernes, regresando a prisión los fines de semana, por un mínimo de 36 horas”, explica a Página/12 la abogada Fabiana Danti, defensora de Cabrera. “La Justicia, para dar cada autorización, tiene que recibir informes del Servicio Penitenciario. Siempre hay demoras y nunca se hacen antes de los 45 días. Eso es lo que pasa siempre. Daniel está muy ansioso porque tiene muchas ganas de empezar a trabajar y a estudiar”, subraya la abogada.

“Es mi deseo contratar al señor Daniel Agustín Cabrera para desempeñar tareas en mi estudio jurídico, sito en la localidad de San Justo (...) dentro del horario de 8 a 18 horas” para “desempeñar tareas tales como atención al cliente, procuración, redacción de escritos, entre otras”. La acreditación de trabajo, extendida al juez Viñas, está firmada por Ernesto Alfredo Vissio, quien fue abogado de Cabrera, con quien mantiene lazos de amistad desde hace muchos años. “No sólo considero que (el puesto de trabajo) será importante para que (Cabrera) encauce su vida en pos de su resocialización, sino que también resulta de suma importancia para quien suscribe. Note usted, Vuestra Excelencia, que en la actualidad resulta difícil encontrar una persona de confianza, mayor de edad, con experiencia y con ganas de superarse”, remarca Vissio en su carta.

Vissio confía en Cabrera y habla de su “experiencia”, algo que puede llamar la atención, habida cuenta de que Cabrera pasó muchos años en prisión y nunca trabajó en un estudio jurídico. Desde hace más de seis años, Cabrera escribe de puño y letra todos los escritos dirigidos a la Justicia, en cuestiones relacionadas con sus causas penales. “El Código Penal, el Código Procesal, la Constitución y un sinfín de material jurídico no tiene secretos para Daniel. El ha pasado años estudiando derecho, por su cuenta, en la cárcel, y puedo asegurar que no hay ningún tema que no esté dentro de su conocimiento. Va a ser un alumno excelente y un muy buen abogado. No tengo ninguna duda”, afirma Vissio cuando se lo consulta sobre el futuro de Cabrera.

Por esa razón, además de darle un empleo, Vissio le informó al juez su decisión de costearle “tanto la carrera de Derecho como los elementos necesarios para la misma –libros, apuntes, etc.– que requiere la Universidad Argentina John F. Kennedy, en la cual ya se ha inscripto”. Cabrera pagó una cuota de 468 pesos. Tenía que empezar los cursos en marzo. Se habían anotado él y su esposa, Liliana, porque era una forma de “estar juntos y de empezar a recuperar el tiempo que perdimos mientras yo estuve en la cárcel”, dice Cabrera.

Este año pensaban cursar cinco materias. En la Kennedy, a la cuarta inasistencia a cualquiera de las materias, los estudiantes quedan libres y sin derecho a rendir. “Esto significa que no sotros ya nos quedamos libres y estamos perdiendo el año porque los informes del Servicio Penitenciario, que eran enviados por correo, se extraviaron y nunca llegaron al juez de ejecución penal. Yo les pedí por favor que enviaran una copia por fax para agilizar el trámite, mientras llegan las nuevas copias de los informes, que también se tienen que enviar por correo. No lo hicieron hasta ahora y yo sigo con salidas transitorias, pero sin poder moverme de mi casa. No puedo ni siquiera ir a buscar a mi hijo Marquitos a la salida del colegio.”

Hace unos días, el nene le pidió a Cabrera que lo llevara a la Feria del Libro. “Le pedí autorización al juez y me negaron el pedido por ‘improcedente’. ¿Es improcedente llevar a tu hijo a la Feria del Libro? ¿Es improcedente querer trabajar para mantener a tu familia? ¿Es improcedente querer estudiar para ser un hombre o una mujer mejores? Lo que yo pienso es que a los que estuvimos presos no nos quieren dar ninguna oportunidad para recuperarnos. Todas son trabas, todas son desventajas. Yo tengo mucha suerte porque tengo una familia, porque tengo amigos que son profesionales, abogados, periodistas, gente que me quiere y me ayuda. Otros chicos que están presos sólo tienen amigos que son delincuentes como ellos. ¿Cuál puede ser el camino que ellos van a seguir si el sistema sólo les pone trabas y nunca les da una mano para reinsertarse en la sociedad?”

Cabrera deseaba estar en su casa, con su familia. Ahora, a todos, la casa les queda chica y no sólo por sus dimensiones reales sino también por los sueños que siguen pasando por la vereda de enfrente.

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Imagen: Marisela Mengochea
 
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