SOCIEDAD › EL CURA INTENTO DESACREDITAR A UN CHICO QUE LO ACUSA

Las ocho horas de Grassi

Sin coartada pero con energía, el ex encargado de la fundación negó la muy detallada acusación de abuso sexual de uno de “sus” chicos, hoy con 23 años. La foto del álbum. Los detalles.

Apenas si paró para tomar agua. Durante ocho horas el padre Julio Grassi declaró ante la fiscalía de Morón que lo investiga por abuso deshonesto y corrupción de menores. La estrategia a la que se dedicó tan largamente el sacerdote en esta nueva causa judicial que enfrenta –tras la suspensión del juicio oral por otros casos de presuntos delitos sexuales– fue la de cuestionar a su acusador y supuesta víctima: Luis Gutiérrez, un pibe que ya declaró siete veces sentado en la misma silla que el cura sobre una decena de toqueteos y abusos reincidentes. Grassi negó ante el fiscal Matías Rapazzo que tuviera preferidos entre los chicos que estaban a su cuidado, ya que Gutiérrez declaró haber sido uno de los elegidos. Como una manera de probar que su única preocupación era la “obra” salesiana, Grassi llevó un anuario de la Fundación Felices los Niños. Rapazzo se interesó en el objeto y lo ojeó con tal tino que abrió el libro en una imagen en la que se lo ve exultante junto a dos chicos: “Pero aquí está junto a Luis Gutiérrez”, dijo el fiscal, que reconoció el rostro cinco años más joven del muchacho.

“Se pasó al otro bando”, disparó ayer Grassi. Acusaba así a Gutiérrez de haber roto una relación de confianza mutua para plegarse a los intereses de quienes considera los instigadores de una campaña en su contra, los ex empleados de la Fundación. “Buscaba descreditarlo diciendo que no era creíble porque antes de julio, cuando lo denunció ante la Justicia por abuso, Luis mantenía una buena relación con él”, contó a Página/12 el abogado que representa al chico, Juan Pablo Gallego. Según este relato, Grassi considera que hasta su denuncia penal se sintió “un padre para él”, por Luis. “Básicamente consideró que esto no lo hacía creíble, pero su argumentación no tiene ningún peso real”, dijo el querellante, del Comité de Seguimiento de los Derechos del Niño, presidido por Estela Carlotto.

El relato de Gutiérrez surgió cuando el fiscal, hace tres meses, estaba a punto de terminar con las preguntas en su despacho de los tribunales de Morón. El chico había insistido varias veces en que Grassi no lo acosó ni abusó de él durante el viaje a El Calafate, tal como se investiga en una causa penal en la Justicia de Santa Cruz. Pero cuando el investigador le preguntó si alguna vez había sido abusado por el cura, el chico se quebró: “Sí, en Buenos Aires”, dijo. A partir de allí, en varias declaraciones, Gutiérrez fue desgranando sus recuerdos en la Fundación Felices los Niños.

Con su testimonio se puede reconstruir una lógica de sometimiento: pertenecer al mundo privado del padre Grassi tenía sus privilegios. El lugar que ocupaban los elegidos tenía sus propios códigos. La rutina sexual del cura, según el chico, era una interminable serie de visitas los fines de semana. “Me agarró del brazo y me sentó en la cama –contó el testigo de 23 años sobre lo que habría ocurrido cuando tenía 16–. Tomó el mate, lo dejó en la mesa de luz, me agarró de la cintura y me dio un beso en la boca. El con la boca abierta, yo la dejé cerrada. No sé si por miedo o por la fuerza de Grassi quedé paralizado.”

Gutiérrez declaró siete veces desde julio sobre los escarceos sexuales a los que lo habría sometido el cura. En cada cita describió con más detalle los abordajes que soportaba en su cama cada fin de semana, y también las identidades de otros jovencitos que recibían el mismo trato del sacerdote. Ellos, según su versión, eran Flavio Mondolo e Iván Guex. Gutiérrez asegura que el cura le cedió la habitación del predilecto, la que tenía comunicación directa con la suya. Esa preferencia, contó, le había incluso producido una escena de celos con Flavio, quien había sido desplazado de ese lugar. Para desacreditar al joven, Grassi llevó copias de mails supuestamente escritos por el chico en 2002. En ellos se refería al cura con amabilidad y confianza, como si no hubiera ningún problema entre ellos.

El fiscal le preguntó a Grassi si había estado en la cama con Luis en esos fines de semana. El indagado lo negó. Entonces Rapazzo insistió en cómo puede ser que el chico, a diferencia de otros, describiera en detalle la habitación, la cama y los muebles de Grassi. “Quizá la conoció cuando yo estuve detenido”, especuló el sacerdote, recordando el tiempo que pasó en prisión por las acusaciones que fueron registradas por Canal 13 en el inicio de la investigación, entre octubre y noviembre de 2002.

En esta causa judicial el cura está acusado de diez delitos de abuso sexual en concurso real con el delito de corrupción de menores, agravados por su condición de guardador y sacerdote, lo que si se probara podría significarle al menos 18 años de prisión. Aparte de esta causa, Grassi espera el juicio ante el Tribunal Oral Criminal 1 –Luis María Andueza, Jorge Eduardo Carrera y Mario Daniel Gómez– que deberá resolver si el cura pudo haber corrompido a menores que estaban a su cargo. En esa causa Grassi está acusado de abuso deshonesto, corrupción de menores y amenazas a los testigos. “En esta otra causa Grassi se extendió en desacreditar al chico, pero no presentó pruebas que demuestren que durante los encuentros sexuales que relata la víctima él haya estado de viaje. No tiene coartada”, dijo el abogado Gallego. “La foto de ese libro en la que está con Luis y con Flavio puede ser algo que no sólo no sea a su favor, sino que además lo perjudique en la causa”, lanzó.

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Grassi enfrenta cargos de abuso y corrupción de menores que pueden sumarle 18 años de cárcel.
 
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