SOCIEDAD › CONCEPCION, ENTRE EL DOLOR, LA BRONCA Y LA CONFUSION

Días de una tristeza infinita

“La tristeza es infinita. La gente no quiere creer lo que pasó. Camina por las calles como buscando respuestas a algo que todavía no entiende”, describía a Página/12 Alberto Darnay, secretario de Desarrollo Humano de Tucumán, desde el hospital de Concepción, donde ayer se brindó atención psicológica a los familiares de las víctimas. Durante toda la jornada, en la ciudad del sur tucumano reinaron tres sentimientos: dolor, bronca y confusión.
Los dos primeros quedaron reflejados en las repetidas escenas de familiares, amigos y allegados a las víctimas que lloraron compulsivamente a sus muertos frente a los lugares elegidos para los velatorios, o vagando errantes desde las primeras horas del día. El último, en la organización de los sepelios. Una familia debió buscar el cuerpo de una mujer fallecida en el accidente durante horas, hasta que se dio cuenta del error cometido por los investigadores: habían trasladado desde Catamarca el cadáver de la mujer con otro nombre, por lo que estaba siendo velada por la familia equivocada.
Tan sólo dos kilómetros separan al hospital de Concepción de la ruta 38, por la que llegaron las ambulancias y combis trasladando los cuerpos sin vida de los peregrinos. Sin embargo, esas 20 cuadras parecieron infinitas. “El camino se hizo lentísimo, es que la gente estaba desesperada por recibir los cuerpos de sus seres queridos”, contó Héctor Salas, presidente del Sistema Previsional de Salud de Tucumán, que calculó en diez mil la cantidad de gente que ayer asistió al encuentro de las víctimas mortales. En diálogo con este diario, Salas detalló que los 46 cuerpos que habían arribado desde las 23 del lunes –el último, un niño identificado como Sebastián Ledesma, de 11 años, recién reconocido ayer por la madrugada– fueron velados en domicilios particulares, en cocherías y en los dos centros de jubilados que habían organizado el fatídico viaje.
“La decisión acerca de dónde velar los cuerpos fue tomada por cada familia. Muchos prefirieron el ambiente íntimo de sus casas y otros optaron por despedidas colectivas en los dos centros”, explicó al respecto el ministro de Salud de la provincia, Alejandro Sangenis. El ministro detalló la organización de las reuniones: “Ocho personas fueron veladas en el sindicato del ingenio La Corona, al que pertenece el centro de jubilados del barrio Alvear. Y otros siete fueron velados en el centro del barrio Belgrano. El resto en casas de duelo o particulares”.
Fue justamente en la sede del primero de los centros donde ocurrió la confusa situación. La familia de Vilma Nieva, de 61 años, que hasta ayer al mediodía tenía por desaparecida a la mujer, terminó por descubrir que otra familia, con una víctima del mismo apellido aunque sin parentesco alguno con la suya, estaba velando a la persona equivocada. El enredo fue descrito por una de las sobrinas de Nieva: “Ayer –por el lunes–, Walter, el hijo de Vilma, no pudo reconocer los restos de la madre en la morgue, pese a que le mostraron cuatro cajones. Entonces esperamos que llegara el cuerpo. Y como nos dijeron que no estaba, Walter volvió a viajar y buscó entre los escombros, en el fondo del barranco. Al final, decidió empezar a buscarla en los centros de jubilados y la encontró en el de Alvear”, contó Jacqueline Campos. El muchacho debió abrir uno a uno los ataúdes para reconocer a su madre, que de inmediato fue trasladada a la casa de la familia.
Momentos después, la jueza María de los Milagros Vega aclararía el hecho: hubo una confusión al poner el rótulo al cadáver de Vilma Nieva, que aún no había sido reconocida, y fue trasladada en el lugar de Josefa Nieva de Villafañe, de 84 años. “Ya se hicieron todas las aclaraciones del caso y ahora estamos esperando a los familiares de Josefa Nieva, a quienes haremos entrega del cuerpo para su cristiana sepultura”, aseguró la jueza. Los entierros se realizaron a partir del mediodía y hasta las 19 en los cementerios Municipal y Parque de la Paz, este último un cementerio privado que cedió gratuitamente una parte de los terrenos a los deudos. Delos gastos funerarios se hicieron cargo el municipio de Concepción y el gobierno provincial.

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