SOCIEDAD › LA ESCUELA DE TUCUMAN DONDE PRIMERO SE DENUNCIO EL HAMBRE

“No es una familia, son miles de chicos”

 Por Horacio Cecchi

Decir que todo empezó a partir de una denuncia es como suponer que el país entró en crisis el 19 de diciembre. Pero lo cierto es que, públicamente, la crisis –la del hambre que pasan los alumnos– se hizo visible desde que Miguel Galván, director de la escuela Juan Luis Nougués, ubicada en el sudoeste de la capital tucumana, junto al cinturón de villas, denunció que los chicos se desmayaban por la falta de alimentos. La repercusión de su denuncia derivó en tres aristas contrastables: la primera es que el gobierno provincial prometió que las partidas para comedor reaparecerán “en los próximos días”, aunque sólo alcanzarán para una semana. La segunda que, hasta tanto reaparezcan, desde todo el país llegaron donaciones de alimentos a la Nougués, al punto de tener que resguardar esos alimentos para evitar robos por hambruna. La tercera fue un tirón de orejas del gobierno provincial al director denunciante: lo acusaron de haber montado un “show, exponer a los chicos en su sufrimiento”.
“No es una familia en situación terminal –dijo Galván a Página/12–. No es sólo esta escuela. Son 160 mil chicos, en todo Tucumán, que asisten a unas 600 escuelas en zonas críticas.” A la Nougués asisten 1775 chicos, desde los 5 años (275 en jardín de infantes), hasta los 15 o 16, del último año de la primaria. La ración diaria estimada para cada alumno es una cifra tan ínfima que soporta los embates de cualquier devaluación: 25 centavos. Pese a eso, hasta que Galván dijo lo que dijo, las partidas no habían llegado. “El primer día de clases se desmayaron tres chicos, y tuvimos que pedir médico para una nena de sexto grado –señaló el director–. Los médicos dijeron que era por hambre.” Recién después de su denuncia, el director de Asistencia Educativa, César Suédan, admitió el faltante y prometió que las partidas se efectivizarán “en los próximos días”. Por las dudas, Suédan aclaró que el problema estribaba en que “aumentó la matrícula escolar entre un 15 y un 20 por ciento”.
Con un punto de vista diferente al de las autoridades, la Nougués empezó a recibir infinidad de alimentos enlatados, leche en polvo, y hasta ropas. “Llegaron desde todo el país –aclaró Galván–. Acabo de cortar un llamado desde Ushuauaia preguntando qué necesitábamos.” Fue tan grande la solidaridad que Galván empezó a derivar los llamados hacia otras escuelas, tan pobres como la propia. Los primeros días, el rol de la escuela pública en la crisis tuvo su metáfora en la Nougués: los alimentos fueron almacenados en el espacio más disponible, la biblioteca. Pero ya están pensando mudarlos a algún galpón. Entre tanto, un efectivo policial, docentes, y hasta padres o alumnos, se turnan para cuidar el tesoro. “Hay tanta hambre que tenemos que prevenir robos”, aseguró Galván.
“Por ahora, tenemos comedor para el jardín de infantes. El año pasado -recordó Galván–, el resto de la escuela tuvo, de los nueve meses de clases, tres de refuerzo: un día una manzana; otro, una banana.” La movida de Galván tuvo su eco. El martes pasado lo citaron: no fue para darle víveres sino para recriminarle haber “expuesto a los chicos, montando un show sobre su intimidad”.

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