UNIVERSIDAD › OPINIóN

Ciencia aplicada al desarrollo

 Por Jorge Aliaga *

Cincuenta y cinco años atrás, el 18 de noviembre de 1957, tuvo lugar la primera sesión con gobierno tripartito en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Fue ese día cuando el Consejo Directivo aprobó la creación de “un Instituto del Cálculo (IC) donde se cultiven la matemática aplicada y en particular los métodos de cálculo numérico y disciplinas conexas, condicionadas por la utilización de computadoras electrónicas”. Simultáneamente, se impulsó el proyecto de construcción de la Ciudad Universitaria, dando prioridad a nuestra facultad. En pocos años –en mayo de 1962–, el Instituto del Cálculo había sido instalado en el segundo piso del flamante Pabellón I de Ciudad Universitaria y ya estaba en funciones la mítica computadora Mercury –más conocida por el apodo de “Clementina”—. Su director, Manuel Sadosky, quien tuvo a cargo la presentación en sociedad del IC, recordaría más tarde que “se ha tratado de instituir un verdadero Servicio Nacional de Cálculo; objetivo alcanzado, pues las instituciones científicas, los organismos públicos y privados de todas las latitudes de nuestro país envían ya sus problemas de cálculo a este Instituto”.

El otro protagonista de esa historia, Rolando García –decano de Exactas entre 1957 y 1966—, declaró hace algunos años que “el proyecto de universidad que teníamos era para un país que se industrializara, que empezara a trabajar en tecnología, que empezara a desarrollar una industria para el país, y eso fracasó, pero no fracasamos nosotros en la universidad, fracasaron los proyectos de país dentro de los cuales estábamos involucrados”.

Hace pocos días se cumplió un nuevo aniversario de La Noche de los Bastones Largos. Durante muchos años, esta conmemoración se había convertido en el momento oportuno para lamentarse amargamente por el proyecto de país y de universidad que no pudo ser. Sin embargo, hoy la realidad es otra. Frente al exilio generado en 1966, 1974 y 1976, durante los últimos seis años se ha duplicado la cantidad de investigadores que trabajan en nuestra facultad, contabilizando hoy más de 400 grupos de trabajo en disciplinas como matemática, computación, física, química, biología, geología, paleontología, ciencias de la atmósfera, oceanografía y alimentos.

Luego de 26 años de autonomía y cogobierno universitario, en un marco de gobiernos democráticos y tras ocho años de volver a apostar a un proyecto nacional de industrialización, a través de la realidad de Exactas se puede demostrar cómo las decisiones políticas generan las condiciones para el desarrollo tanto del país como de la universidad. Y una muestra acabada está en la serie de actividades que se concentraron en Exactas en menos de un mes, del 16 de julio al 4 de agosto pasados. Tuvo lugar la V Escuela de Invierno Luis Santaló, este año dedicada a la Matemática Aplicada, con cursos con aplicaciones a problemas de transporte, entre otros. También la XIV Escuela de Invierno Giambiagi, dedicada, en esta oportunidad, a la geofísica aplicada y medioambiental, con cursos centrados en la prospección petrolera, por ejemplo. Otro de los eventos fue la XXVI Escuela de Ciencias Informáticas, con cursos de actualización sobre los últimos temas de la disciplina. Asimismo, tuvo su edición 2012 la Escuela de Computación de Alto Rendimiento, con cursos dedicados a los fundamentos de la programación en paralelo y a herramientas y aplicaciones de la computación de alto rendimiento a diversas áreas, como, por ejemplo, la bioinformática. Finalmente, también tuvo lugar en Exactas el II Taller de Matemática Industrial, donde los participantes trabajaron durante una semana, a tiempo completo, bajo la guía conjunta de miembros de la academia y representantes industriales, en un problema concreto de su elección entre los varios de los que aportaron los industriales. Más de 600 alumnos de todo el país participaron de estas actividades.

Hace un año y medio, en este mismo diario, el matemático Adrián Paenza reflexionaba con esperanza sobre el deseo de que “Clementina tenga un lugar para sus hijos”. Hoy los hijos de Clementina trabajan activamente, desarrollando el mayor centro nacional de interdisciplina en áreas prioritarias, como ingeniería de software, bioinformática, climatología y matemática aplicada. El Instituto de Cálculo, 55 años después, vuelve a ser un proyecto aglutinador de ciencia aplicada al desarrollo.

* Decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA).

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