Las acusaciones contra el obispo de Osorno no son por abuso sino por encubrimiento. El 3 de marzo de 2015, Juan Carlos Cruz le envió una carta al Papa en la que le cuenta que Barros (que en la época en que se producen los abusos contra él era un joven pupilo de Karadima) no sólo encubrió los abusos a medida que ascendió en su carrera eclesiástica en los años 90, sino que fue testigo de ellos en la parroquia de un barrio acomodado de Santiago, donde ambos crecieron bajo la tutoría del sacerdote.

“Más difícil y fuerte era cuando estábamos en la habitación de Karadima y Juan Barros, si no se estaba besando con Karadima, veía cuando algunos de nosotros, los menores, éramos tocados por él y nos hacía darle besos diciéndome: ‘Pon tu boca cerca de la mía y saca tu lengua’. Él sacaba la suya y nos besaba con su lengua”, escribió Cruz. “Juan Barros era testigo de todo esto y lo fue incontables veces, no solo conmigo sino con otros también”, aseguró en otro pasaje. Y denunció: “Juan Barros ha encubierto todo lo que le cuento”.

Tanto Barros como los otros tres actuales obispos cuestionados (Valenzuela, Koljatic y Arteaga) se formaron en El Bosque y fueron parte de la Pía Unión Sacerdotal, un grupo que funcionaba al abrigo de la parroquia y que era reconocido por formar vocaciones sacerdotales. En 2012, y luego del escándalo por el caso Karadima, fue disuelto. Pero su plan de sucesión ya estaba funcionando y 55 de sus sacerdotes eran parte del clero. Cuatro de los más cercanos al ex párroco, incluso, se habían convertido en obispos.

El primero fue Horacio Valenzuela, quien en 1995 fue ordenado obispo auxiliar de Santiago por Juan Pablo II. Y que en 1996 llegó al Obispado de Talca, donde sigue hasta hoy. El turno del actual obispo de Linares, Tomislav Koljatic, llegó en 1997: primero como obispo auxiliar de Concepción, luego como titular de la misma ciudad. En 2003 fue trasladado a Linares. Pero el caso más peculiar fue el de Andrés Arteaga. El más joven de los cuatro protegidos de Karadima tuvo una carrera meteórica en el clero: después de ser vicario de la Iglesia de El Bosque, y con apenas 42 años, se convirtió en obispo auxiliar de Santiago.

Cuando estalló el caso Karadima, en 2010, Arteaga fue el primero en defenderlo públicamente. Koljatic y Valenzuela, por su lado, enviaron cartas al Vaticano intentando demostrar la inocencia del sacerdote. Pero el caso quedó zanjado el 18 de febrero de 2011, cuando Karadima fue hallado culpable por el Vaticano –por abusos sexuales violentos a menores y abuso de poder otorgado por la potestad eclesiástica– y sentenciado a una vida de retiro en oración y penitencia. Dentro de las acusaciones que hicieron las tres principales víctimas del ex párroco –Hamilton, Murillo y Cruz– se apuntaba precisamente a los cuatro obispos de su círculo íntimo como testigos de los abusos. Ocho años después, luego de la polémica de Barros, el núcleo de hierro de Karadima vuelve a estar en la mira.