Cuando uno ve a Ewen Bremner en persona, toma unos cuantos segundos aplacar la tentación de gritarle: “¡Ey, Spud!”. Ese rebautismo se ha transformado en parte esencial de la rutina del actor escocés, quien, lejos de enojarse, confirma una y otra vez el carácter icónico del personaje que interpretó veintidós años atrás en Trainspotting. También sonríe ante la referencia porque tiene muy en claro que no es Spud: no piensa como él, no usa los anteojos que usaba él, no se droga hasta la alucinación como hacía él, no lucha para soportar su contexto como él. Es, por el contrario, un hombre de perfil bajo que desde mediados de los ‘90 viene poniéndose al servicio de directores de la talla de Woody Allen, Mike Leigh, Harmony Korine, Ridley Scott y Bong Joon-ho. Invitado por el British Council, Bremner está en la Argentina para acompañar las primeras proyecciones de los cuatro títulos de su filmografía –incluido Trainspotting– que integran la sección Britannia Lado B del Bafici. Además, ayer dictó un taller en la Usina del Arte sobre la relación entre directores e intérpretes, algo de lo que, como se verá más abajo, sabe bastante.

Nacido en Edimburgo en 1972, Bremner devuelve respuestas largas, meditadas y profundas, dignas de alguien que usó toda esa experiencia actoral para construir un marco teórico preciso y detallado acerca de su vocación. Una vocación que nació cuando en la adolescencia vio la adaptación de la obra The Dumb Waiter, de Harold Pinter, en la BBC. “Fue increíble ver a dos tipos encerrados en un cuarto hablando sobre nada durante más de una hora”, recuerda ante PáginaI12, y sigue: “Quedé impactado por la simplicidad y la economía de esa obra. Era solo lenguaje, pero lo que no decían, lo que quedaba afuera de los diálogos, era más grande y poderoso. Lo no dicho te revela todo el mundo interno de los personajes, y eso es más intenso y aterrador. Me di cuenta de que el poder de esa forma de comunicar estaba muy relacionado con el subtexto y lo inconsciente”.

–Antes de Trainspotting 2 hizo un mapa de la vida de Spud para imaginar qué había pasado en los 20 años que pasaron entre las dos películas. ¿Suele construir una historia personal a sus personajes?

–Bastante seguido, pero no siempre. Mi primer punto de entrada para cualquier proyecto es el guión, y después de leerlo pienso cuál es la esencia de mi personaje y qué necesito hacer para llevarlo adelante. A veces esa historia viene muy rápido a mi cabeza, es un proceso que me permite encontrar un sentido a lo que hago. Me ayuda muchísimo entender por qué actúa como actúa. Quizá el director no tenga idea de esa construcción interna, o lo sepa y no esté de acuerdo. Ahí es donde entra en juego la cuestión colaborativa del cine: uno necesita ser flexible para ser actor. No puedo crearme una historia que entre en conflicto con la visión del director. Tengo que llevar algo que estructuralmente funcione para mí y que a su vez sea lo suficientemente adaptable para las demandas de los responsables de cada película. Me gusta tener una geografía de la vida de mis personajes, hacer una arqueología sobre su pasado y las circunstancias que los llevaron a ser como son, pero a veces ayuda ser específico y otras no. Basándome en el entendimiento que hago del material, defino de qué manera me paro frente a esa decisión.

–¿Cómo debe ser la relación entre directores y actores?

–Lo hermoso de este trabajo es que, como dije antes, se trata de un arte colaborativo. Una película es la sumatoria de varias ideas, de cosas intangibles que se vuelven tangibles a partir de la mirada de todas las personas involucradas. Es muy satisfactorio ser parte de algo surgido de la colaboración. También pienso que como actor uno está “en servicio”, igual que un funcionario o un militar. En nuestro caso, al servicio de cinco o seis cosas muy específicas que cada uno jerarquiza según lo que crea o piense. Algunos priorizan lucir bien ante la cámara y compartir su carisma, otros lo que quiera el productor o el director, para algunos lo más importante es el guión, para otros la audiencia….

–¿Y en su caso? ¿Al servicio de quién o qué se pone?

–Para mí lo más importante es la idea y el guión. A veces es difícil de distinguir la línea que separa la dirección y el guión porque ambos roles recaen en la misma persona, a veces las ideas son una fusión entre varias personas, otras el director sólo está ejecutando una idea de otro….Uno interpreta el sentido y construye un personaje dentro de los límites de ese entendimiento personal con el objetivo de hacer que esa idea inicial cobre vida. El director es mi segunda prioridad, pero tengo respeto absoluto tanto por él como por el productor y la audiencia. Yo estoy al servicio de todos ellos, ese es mi trabajo. Igualmente, no creo que todos se manejen de la misma manera. Hay muchos grandes actores que cuando trabajamos juntos hacen cosas que no me gustan, pero cuando los veo en la pantalla terminan siendo increíblemente buenos.

–Usted dedica su tiempo libre a la música, e incluso ha compuesto algunas partituras para un par de cortometrajes. ¿Encuentra alguna relación entre el proceso creativo de hacer música y el de actuar frente a una cámara?

–En algunos sentidos, sí. La posibilidad de expresarme articula las dos cosas. En mis trabajos como actor le doy la voz a mi personaje, a sus ideas y a todo lo que le sucede a raíz de ellas. La música, en cambio, se trata de darle voz a un sentimiento y a lo hay en mi interior. Sin embargo, como actor me siento más seguro; la música me da un poco de vergüenza. Siento que es embarazoso para un actor hacer música.

–¿Por qué?

–No lo sé, es una traba psicológica. Es muy difícil dedicarle la vida a la actuación. Siempre digo que es como estar en un salón de baile esperando que te saquen a bailar: cuando te sacan te ponés loco y das todo para bailar de la mejor manera posible, pero cuando no te sacan queda toda esa energía adentro que necesita ser expresada. ¿Qué hacés cuando no bailás? Uno simplemente espera a que lo inviten otra vez, y mientras tanto no pasa nada. La actuación te desestabiliza tanto si sos muy exitoso como si fracasás. Cuando te va bien tenés toda la atención alrededor tuyo y tu perspectiva del mundo cambia: empezás a vivir en una burbuja porque tenés plata y podés conseguir absolutamente todo lo que quieras, y además te dicen “sí, dale, es una idea buenísima” a cualquier cosa que propongas. Pero si no sos exitoso, se vuelve muy estresante porque necesitás encontrar otra forma de ganarte la vida. Por eso necesito algo en lo que poner mi cabeza y toda la energía que me queda adentro. Porque, ¿quién sabe cuándo vuelvan a invitarme a bailar? Ultimamente paso seis meses trabajando como actor y la otra mitad no, así puedo encontrar otras cosas que me ayuden a calibrar la energía.

* Bremner estará en las funciones de Trainspotting de mañana a las 16.15, el domingo 15 a las 17.15 (ambas en el Gaumont) y martes 17 a las 23.10 (Recoleta). También en las de Trainspotting 2 de mañana a las 18.45 y del domingo a las 20.10 (en el Gaumont). El viernes 13 a las 20.40 presentará en Recoleta No Song to Sing – Inferninho, que lo tiene como productor.